Es habitual que toda vez que se inicia un nuevo año abunden trabajos relativos al escenario internacional venidero. Es muy positivo que ello sea así, pues siempre será beneficioso disponer de previsiones sobre el posible curso del mundo. Una inserción internacional adecuada implica elaboraciones de hipótesis o "imágenes" adecuadas sobre el rumbo internacional, y estas solamente pueden ser trabajadas desde las realidades y las tendencias "que cuentan", es decir, desde aquellas no basadas en anhelos o en buenas o correctas intenciones.
No es propósito en esta breve apreciación presentar escenarios, sino detenernos en algunas hipótesis que tal vez merezcan (a manera de cautela) ser un poco más reflexionadas.
Es indudable que el fenómeno cibernético es una de las "nuevas realidades" en la política internacional. Prácticamente no existen documentos relativos a la seguridad nacional que no incluyan la Red como un espacio desde el que se pueda llegar a poner en riesgo dicha seguridad. Hace tiempo que los actores preeminentes (y algunos intermedios) vienen desarrollando lo que se denomina "cuerpo mundial de ciberguerreros", esto es, expertos de élite cuya tarea consiste en reducir al mínimo el reto que implica un eventual acceso de actores estatales o no estatales al espacio cibernético nacional (ECN).
Desde hace tiempo los ataques cibernéticos se multiplican e incluso han provocado crisis mayores entre Estados (basta con citar el conflicto chino-estadounidense durante 2014, que implicó que por primera vez se presentaran cargos contra actores estatales). Por ello, en absoluto puede sorprender que los informes de inteligencia sobre escenarios de crisis siempre consideren la posibilidad de ataques de escala, por caso, el difundido "Informe sobre Tendencias Globales", entregado por el Consejo Nacional de Inteligencia al presidente estadounidense tras su elección, considera que entre los principales "cisnes negros" o hechos inesperados de los próximos años, un conflicto bélico de nuevo cuño en forma de ciberataque es altamente posible.
Definitivamente, la cibernética se ha convertido en una de las dimensiones más importantes de la seguridad internacional. Una dimensión que hoy forma parte de la clásica "alta política", es decir, "temas de preeminencia estratégica" para los Estados.
Ahora bien, es excesivo afirmar que en el siglo XXI todo sucederá en el entorno digital, es decir, en ese "espacio no mensurable", difuso o de límites imprecisos del que hablan Joan Font y Joan Rubí en una interesante obra sobre geopolítica, identidad y globalización.
Sin duda que existen cambios importantes, pero es prematuro considerar que entidades como los propios Estados se han devaluado, dando lugar a nuevas formas de relaciones mundiales. En este sentido, quizá es pertinente recordar la tesis de Richard Rosencrance sobre el advenimiento del "Estado virtual", es decir, una nueva forma de Estado que, como consecuencia de la relocalización de la producción y la actividad económica, sería cada vez menos central y territorial y cada vez más más descentralizado y virtual; por tanto, con la gradual desaparición del Estado geográfico y territorial también iría desapareciendo una de las causas históricas de los enfrentamientos, la pugna por la tierra.
Esta hipótesis, que fue precedida años antes por otra del mismo autor que anunciaba una configuración (y paz) internacional en base a la profusa interdependencia de "Estados-comerciales", fue escrita hace casi dos décadas; y si bien es verdad que el fenómeno de la relocalización de la producción es concluyente, ello no ha implicado la desaparición gradual del Estado.
Sin duda que desde hace tiempo opera un fenómeno de "relocalización" de la autoridad del Estado "por arriba, por debajo y por sus laterales" como consecuencia de la actividad de grupos económicos, grupos fácticos, etc., incluso en actores poderosos. Pero desde la creación de la ONU, en 1945, el número de Estados pasó de 51 a más de 200 en la actualidad, y es posible que continúen surgiendo nuevas entidades políticas organizadas (ello sin considerar las múltiples formaciones casi estatales como los denominados "Estados-regiones" y las "microrregiones")
Por otra parte, las actividades globales del terrorismo transnacional y los requerimientos de las denominadas "guerras de cuarta generación", no dejan margen para otra alternativa que no pase por la revitalización de las funciones de los Estados (siempre hablamos de preeminentes aunque es imperativo también para aquellos "anémicos") en relación con el fortalecimiento de las capacidades estratégico-militares como pilares de la seguridad e interés nacional, es decir, lo que se denomina autotutela.
De modo que así como aquellas "imágenes" no acabaron siendo predominantes en la configuración del mundo que vivimos hoy, argumentar que los principales acontecimientos del globo como así los éxitos, los fracasos, las victorias y las derrotas tendrán lugar en el entorno de la Red es, cuanto menos, exagerado.
Es más apropiado considerar que existirá una suerte de mixtura en la que cuestiones que tendrán lugar en la Red coexistirán con cuestiones que sucederán en el espacio visible y concreto del que se ocupa (cuando sobre dicho espacio se concentran intereses políticos) la geopolítica.
Más todavía, si bien lo que en Europa denominan "nube geopolítica", es decir, el entorno o geografía del ciberespacio, podrá ser cada vez más predominante en materia de acontecimientos, es posible que la actual crisis en Ucrania, que resulta inabordable si se deja de lado la geopolítica y el proceso interestatal que siguió tras el final de la contienda bipolar, llegue a ser una de las "compuertas geopolíticas" del siglo XXI, esto es, un hecho de cuño centralmente espacio-territorial y precursor de acontecimientos mayores o trascendentales.
Cabe recordar que el siglo actual se inició bajo acontecimientos concluyentemente geopolíticos como la segunda ampliación de la OTAN, el ataque perpetrado por el terrorismo en el espacio nacional más protegido del mundo, que se fundó en una reorientación geopolítica de ese actor no estatal, y el establecimiento estadounidense en la región del Golfo Pérsico y Asia Central. Pero antes, cuando para incluso expertos la geopolítica pareció morir junto con el final de la Guerra Fría, la globalización implicó un régimen de poder que se basó en la captación de espacios estatales a escala global con fines de poder centralmente comercio-económicos. Y antes de la globalización, el despliegue militar de una coalición de casi treinta países liderados por Estados Unidos en el área del Golfo Pérsico, a principios de los años noventa, estuvo menos relacionada con el amanecer de un nuevo orden punitorio internacional que con intereses políticos volcados en una "plaza global selectiva", dada su alta densidad estratégica, geoenergética y geoeconómica.
De manera que si a estos acontecimientos sumamos los hechos de naturaleza geopolítica que predominan hasta hoy, por caso, los principales conflictos y tensiones mayores que tienen lugar en las tres placas geopolíticas sensibles del planeta, Asia-Índico-Pacífico, Oriente Medio y Europa Central, o la profusa y firme actividad de los Estados en (los ingenuamente denominados) "globales comunes" como el Ártico, el Atlántico Sur, el Mar de la China Meridional y la Antártida, o las actividades de los Estados en el espacio ultraterrestre con fines militares, o los violentos arrestos de los grupos confesionales extremistas cuyos fines apuntan a crear un gran espacio o Califato, etc., bien podemos afirmar que existe una prolongación (en materia de relación política-interés-territorio) entre el siglo anterior, un "siglo de geopolítica total" (parafraseando a Raymond Aron) y el siglo XXI.
Por ello, está bien considerar que los "territorios no mensurables" como el ciberespacio o el propio espacio del crimen organizado han pluralizado el concepto de la geopolítica. Pero no debemos subestimar la importancia del territorio real como espacio de interés mayor de los Estados, puesto que es en el territorio visible y tangible donde muy posiblemente se someta a prueba, una vez más, el equilibrio interestatal. Tal vez después llegue el tiempo de la muerte de las distancias, de la "tierra plana" y del fin de la geopolítica.