Si hay un gobierno moralmente tan putrefacto como para que su rey viva en la opulencia mientras utiliza a los civiles más necesitados, tanto suyos como migrantes, como simple carne de cañón de una guerra asimétrica, ese es el de Marruecos. Si hay un gobierno tan cobarde, tan pusilánime que se somete voluntariamente a la tiranía, y por encima paga cantidades millonarias como garantía de su sumisión, ese es el de España. Y así, con la connivencia del gobierno, la soberanía española está secuestrada por el sátrapa Mohamed VI y su majzén; que no duda en utilizar tácticas mafiosas contra un rival que sabe que ni se plantará ni responderá.
Si algo caracteriza a la 'Europa de los valores' es su obsesión por negar la realidad. España no es ajena a esa decadencia, y existe la creencia de que los intereses nacionales deben estar subordinados a una moral que no comparten nuestros vecinos. Así pues, el Ejército es fascismo, las fronteras son el mal y necesitamos que otros hagan 'el trabajo sucio'. De esta manera, España ha regalado miles de millones de euros a Marruecos para que se encargue del trabajo poco glamuroso entre círculos turboglobalistas de proteger las fronteras de ambos países, sin llegar a ser conscientes de que los españoles estábamos pagando por nuestro propio secuestro. No para liberarnos, sino para ser rehenes.
El Gobierno español y la Unión Europa son tremendamente torpes e hipócritas. Por un lado, están los discursos de fronteras abiertas, de integración y del todos somos amigos. Pero del otro lado está la realidad, y es que en el Sahel y norte de África hay unos problemas demográficos y migratorios que no queremos asumir, así que se optó desde hace ya muchos años por externalizar la protección de las fronteras contratando a países menos moralistas. ¿Cómo? En el caso que nos atañe, firmando un acuerdo de control migratorio por el que Marruecos se hace responsable –en la teoría– de detener a los migrantes irregulares que quieran acercarse a la frontera con España.
Un acuerdo aparentemente beneficioso para ambas partes, y es que, por un lado, desde Madrid se pueden dar golpes de pecho sobre lo europea que es nuestra nación, mientras que, por otro lado, en Rabat aumentan considerablemente su patrimonio; un patrimonio que, por cierto, se desvía en grandísimas cantidades a mejorar la capacidad bélica de la dinastía alauí. Una capacidad bélica cada día mayor, con importantes acuerdos en materia de drones con Israel y Turquía, comprando Abrams M1A2 y Apaches AH-64 a EE.UU... En general, para resumir, un 3 % del PIB destinado a Defensa (España solo destina un 1,24%). Pero afirmar que esta política migratoria es beneficiosa para ambas partes es mentir de la peor manera posible.
Los chantajes marroquíes
Marruecos lleva décadas entendiendo cómo se juega a la diplomacia. Ha sabido ganarse el favor de los grandes: Israel, Estados Unidos o Turquía, sin que nadie ponga freno a sus caprichos. Mientras, España se ha limitado a seguir la doctrina impuesta por Bruselas y Washington al tiempo que se adentraba cada vez más en la trampa marroquí, hasta el punto de tener una dependencia comercial, diplomática y fronteriza total. Por ello es que cada vez que España se sale del camino marcado, el majzén solo necesita dar una orden en su frontera para que el Gobierno de España, insultando a la población que lo sostiene, se someta al mandato marroquí.
Los casi 10.000 migrantes que han intentado cruzar esta semana a territorio español a través de El Tarajal no son un movimiento espontáneo ni una crisis humanitaria. La oleada de migrantes provocada por Marruecos es el vil castigo que impone esta nación, dispuesta a echar al mar incluso a bebés, a España por dar tratamiento médico por cuestiones humanitarias a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática. Imaginen lo que es capaz de hacer un tirano que castiga a otra nación soberana solo por hacerse responsable de sus obligaciones humanitarias.
Los miles de migrantes que han intentado entrar en España son en su mayoría de localidades cercanas a Ceuta, en algunos casos familias enteras, lo que demuestra la clara organización de una acción orquestada solo posible con la ayuda del Estado marroquí. Pero el Gobierno español es pusilánime, y a tal violación de su soberanía, a que Marruecos no se haga responsable de sus obligaciones –por las que recibe millones de euros anuales–, ha respondido de la manera más dura que es capaz: regalando 30 millones de euros más a Marruecos, robados del bolsillo de todos los españoles.
Y ante tal regalo de un gobierno traidor a su patria, la embajadora marroquí Karima Benyaich no ha podido sino responder con un "hay actos de tienen consecuencias, y se tienen que asumir"; en un acto de soberbia, sabiendo que el de Madrid es un gobierno vasallo, escupiendo sobre el poquísimo honor que pudiera quedarle a Arancha González Laya, Fernando Grande-Marlaska y toda esa camarilla de gobernantes mediocres incapaces de cumplir con las responsabilidades que se esperan de su cargo con un mínimo de decencia. Supongo que a estas alturas a Benyaich le parecerán poco esos 30 millones, y querrá una donación más opulenta de un país cuyo gobierno, sabe, está dispuesto a pagar.
Y España está dispuesta a pagar, y seguirá pagando, porque su clase política ha perdido el orgullo. Porque cuando Trump decía que levantaría un muro y que pagaría México todo el mundo ponía el grito en el cielo, pero a fin de cuentas, eso es lo que ha hecho Marruecos con España. Porque externalizando algo tan básico como la protección de las fronteras, España perdió la capacidad de defenderse. Porque siendo un país lacayo de sus vecinos al norte, al sur, al este y al oeste, España no tiene nada que ofrecer a unos aliados que no pasan de comentar –a lo sumo y por encima– lo preocupados que se sienten. Porque toda la preocupación que puedan tener se les olvida cuando cierran jugosos acuerdos militares y comerciales con Mohamed VI. Porque en plena crisis migratoria provocada por Marruecos, en plena agresión contra España, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken (al que el gobierno del PSOE y Unidas Podemos rinde pleitesía), solo llama a Rabat para elogiar su "papel clave" en "fomentar la estabilidad de la región". Porque décadas de gobiernos muy cobardes, pero más traidores, han condenado a España a no ser más que un país irrelevante a nivel mundial que solo sabe decir "sí, señor".
Frente a un vecino chantajista, que no duda en coordinarse con mafias de tráfico de personas, que utiliza a civiles como arma provocando problemas sociales y humanitarios, que no duda en jugar con la vida de la gente, contra un gobierno que no duda en pagar por su sometimiento, es hora de decir basta. Es hora de que España se haga responsable de su soberanía, de sus fronteras y de su deuda histórica con el Sáhara. Es hora de que España responda a cada chantaje marroquí, ya sea en el frente social, económico o diplomático.