Una historia de odio: el conflicto regional que se mueve a las puertas de Europa (y en la frontera con España) por el dominio del Magreb
La historia que hay entre Marruecos y Argelia es una historia de tensión, ataques indirectos y financiación de insurgencias; es una historia de odio. Como las potencias durante la Guerra Fría, librando batallas con otro nombre, los argelinos tienen al Frente Polisario mientras que los marroquíes financian a los grupos que Argelia considera terroristas, tales como el islamista Rachad y el separatista MAK (Movimiento para la Autodeterminación de la Cabilia).
Y en medio de esta disputa se encuentra España, que aunque en el pasado fuese una fuerza con algo que decir en el norte de África, hoy tiene nula influencia, donde posicionarse a favor de uno o de otro tendría consecuencias directas en la seguridad de la frontera sur o el suministro de gas natural, en un momento en el que la criminalidad de irregulares y mafia está aumentando y el precio de la luz supera cada día el récord histórico del día anterior. Y aunque en España parece no importar, es necesario entender lo delicada que es la situación en la frontera sur, porque es algo que va más allá de dos países lanzándose –diplomáticamente– dardos envenenados.
Este verano terminó con Argelia rompiendo las relaciones diplomáticas con Marruecos después de que una serie de incendios arrasasen la región de la Cabilia en lo que, Argel asegura, ha sido una operación encubierta marroquí para reforzar al MAK en un momento delicado para el Gobierno argelino por la crisis, las protestas de 2020-2021 y la muerte del líder histórico y uno de los artífices de la actual Argelia, Abdelaziz Bouteflika. Pero esta escalada lejos de detenerse con unas pocas declaraciones institucionales, como una bola de nieve que no deja de rodar, tampoco ha dejado de crecer.
Tal es así que Argelia ha anunciado que este mes de octubre cerrará el gasoducto Maghreb por el que durante dos décadas ha estado pasando el 25% de todo el gas natural que recibe España. Un gasoducto que también pasa por Marruecos; país que a cambio de permitir el paso se queda con una parte del combustible que contribuye a la generación del 12% de la electricidad del país. Para ello la alternativa será el gasoducto Megdaz, que si cumple con lo que se espera del mismo, será la oportunidad argelina para quitarse de en medio a intermediarios molestos y de paso golpear un poco a su enemigo regional (de proyección global vistos los acuerdos de la dinastía alauí con Turquía, EEUU e Israel). Aunque ello no va a librar a España –que pese a que quiera presentarse como un país fuerte carece de voz alguna en disputas regionales– de un encarecimiento del combustible que ni puede ni tampoco parece querer evitar.
Pero como mencionaba al principio, la disputa entre Marruecos y Argelia no es algo nuevo. Es algo que va más allá del Sáhara y la Cabilia, y es que tiene raíces mucho más profundas que han ido creciendo durante todos los años que este conflicto se ha estado gestando. Para entender este resentimiento tenemos que viajar varias décadas al pasado; a los años 50 y 60. Marruecos había logrado su independencia y estaba ayudando a que Argelia consiguiese también la suya frente al colonialismo francés. Pero la ayuda marroquí estaba envenenada, y Hassan II quería cobrársela reclamando territorios de Tinduf y Béchar en su ambición de construir el Gran Marruecos.
Ante la negativa del presidente argelino Ahmed Ben Bella, de la línea revolucionaria, a entregar territorio a sus vecinos, los marroquíes empezaron a incitar la insurrección de los movimientos independentistas de las regiones en disputa con Argelia. Una estrategia de incitación a la insurrección que todavía hoy siguen apoyando mediante el Movimiento para la Autodeterminación de la Cabilia, pero que en la época forzó el estallido de la Guerra de las Arenas (ya había habido un intento de insurrección sospechoso en la Cabilia) con casi un millar de muertos. Y siguiendo la estrategia de su rival, desde el 75 Argelia empezó a apoyar la independencia del Sáhara Occidental. Un apoyo que todavía continúa a día de hoy.
Hay que tener en cuenta que la disputa entre los jóvenes Estados de Marruecos y Argelia fue y es una mini guerra fría dentro de la guerra fría, por lo que Rabat no dudó en aliarse con el bando occidental para hacer frente a una república de Argelia de carácter socialista que pertenecía al bloque soviético y siempre tuvo amistad con Cuba. Pero tras la disolución de la Unión Soviética y la caída del bloque socialista, las relaciones no mejoraron, y la frontera de ambas naciones terminó cerrándose temporalmente.
Entre medias ha habido crisis internas, guerras civiles y atentados, pero ningún acontecimiento ni nacional, ni regional, ni internacional ha acercado a las dos potencias militares del norte del África. Y es que lejos de acercarse, con los años se han alejado hasta 2020; el peor año para las relaciones marroquí-argelinas en varias décadas después de que el Frente Polisario decidiese re-activar la lucha armada. Marruecos también ha estado haciendo "sus deberes", mejorando las relaciones con EEUU hasta el punto de que Donald Trump reconociese el Sáhara Occidental como marroquí y restableciendo la diplomacia con Israel.
La crisis entre Rabat y Argel más bien parece un conflicto interminable sin solución aparente a corto y medio plazo. Quién sabe si siquiera a largo plazo sin un incidente que remueva los cimientos y la esencia misma de alguna de las dos naciones. Pero es un conflicto regional que afecta a todos sus vecinos. No solo en el precio y suministro de combustibles, sino que también tiene su impacto en la cooperación de inteligencia para hacer frente al yihadismo en el Sahel; donde al-Qaeda y Estado Islámico siguen actuando con una fuerza a tener en cuenta. También puede ser la excusa para mayores enfrentamientos por el control de minerales, y es que el Sáhara Occidental es una mina (en el sentido literal, además) de materias primas para Marruecos.
La escalada de tensiones entre Argelia y Marruecos no es una novedad ni una sorpresa, pero sí que deteriora una situación ya de por sí frágil. La realidad es que a las puertas de Europa, en la frontera con España, sin apenas hacer ruido, hay dos países que están peleando por convertirse en la potencia que domine el Magreb.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.