Siria. Cuarto día. Testimonios
Uno de los viajes más contradictorios durante la cobertura informativa fue la visita a la ciudad de Al-Kisva. Quise redactar este artículo para por lo menos expresar mi punto de vista sobre la “población civil” de Al-Kisva y sus desgracias. Ya que la situación en Siria es en estos momentos increíblemente complicada. Por ejemplo, se ve aún hombres con un fusiles y la cara cubierta diciendo no les interesan las reformas y que están dispuestos a todo en su lucha contra el régimen, incluso a cometer delitos. A lo lejos se ven soldados del ejército sirio y el hombre se quita el pasamontañas, esconde el fusil y ¡magia! se convierte en un civil.
Mi intención era la de empezar el texto con esta y otras advertencias de cómo leer este artículo y lo que quiero decir con él. Pero después decidí que no valía la pena. Ante ustedes tienen la descripción de lo que vi, las conclusiones sáquenlas ustedes mismos.
Una gran masa de gente me rodeó y empezaron a gritar, me jalaban de las mangas y decían: “mira hacia acá”. Sin duda me tomaron por uno de los suyos. Explicarles que no hablo árabe es casi imposible: ellos siguen contándome lo que ha sucedido.
Nos encontramos en la ciudad de Al-Kisva. Nuestro carro es parte de una caravana y vemos cómo los observadores de la Liga Árabe supervisan la situación en Siria. Con nosotros viajan también representantes del gobierno, por lo que creemos que será una filmación aburrida y protocolaria.
Pero todo cambia cuando un joven de unos 16 años comienza a gritar a los carros de la caravana: “¡Yo quiero ver al presidente Assad en la horca! ¡Quiero que muera!”. La mujer siria que es nuestra guía por un momento se desconecta. Su mirada está pérdida y ella boquiabierta.
- What he was saying, Diana? What?(“¿Qué ha dicho Diana?”)
- I just cant believe I heard it. It´s imposible. (“No puedo creer lo que oí, es imposible”)
Esto significa que hemos entrado a Al-Kisva. En el instante en que nuestra caravana se detiene en una de las calles del centro de la ciudad y los observadores de la Liga Árabe se bajan de los carros la gente que está parada contra los muros se nos acerca impetuosamente. Se inicia un abucheo intimidante, en pocos segundos somos parte de un hormiguero, pero aquí las hormigas no son ellos, sino nosotros. Ellos son los osos hormigueros y son cientos.
Alguien me toca el hombro, me doy vuelta y veo a una anciana vestida de negro. Está llorando y me dice algo en árabe. Yo busco a Diana, nuestra traductora, pero ella no aparece. Yo logro llegar hasta donde está el camarógrafo, quien se encuentra filmando a la muchedumbre que ha empezado a lanzar algunas consignas:
-“Vamos, debemos filmar a esta mujer, ella está relatando algo”, le digo.
Ahora estamos de nuevo junto a la anciana. Ella le habla directo a la cámara y yo estoy delante de ella asintiendo con la cabeza sin entender ni media palabra, intentando expresar con mímica mi compasión por su pena.
Más tarde, al revisar el material en el hotel y con la ayuda de Diana, quien nos traducía las entrevistas, me enteré de lo que decía la mujer:
- “Uno de mis hijos fue baleado por los soldados frente a mis ojos, el segundo fue arrestado hace cuatro meses y medio y no sé nada de él. Yo quiero a mi hijo de regreso.”
En la lejanía se escuchan tiroteos. La multitud va aumentando, se inicia una procesión que nos empuja hacia el centro de Al-Kasiv. La gente no cesa de gritar consignas. Encuentro a Diana.
- Solo explícame una cosa, yo quiero entender, ¿ellos gritan a favor o en contra del régimen?
- Casi todos ellos perdieron familiares a manos del régimen, por supuesto que están en contra.
Un hombre me saca de la conversación a gritos, mientras gesticula fuertemente.
- Diana, ¿qué está diciendo?
- Dice que apenas se vayan los observadores, las tropas del gobierno vendrán a la ciudad y los fusilarán por haber salido a las calles. Dice que ustedes no deben irse, de lo contrario los mataran a todos.
Miro a mi alrededor y siento que necesito entender el idioma árabe para comprender lo que dicen. Veo a un muchacho de unos 14 años que grita a la cámara de la BBC, muestra como alguien dispara un fusil y repite todo el tiempo el nombre “Assad”. Yo lo traduzco hacia mis adentros: “Venga aquí, presidente Assad, máteme a mí, máteme a mí”. Veo a una mujer. Ella llora y se inclina ante un observador de la Liga Árabe intentando besarle la mano. Repite constantemente “Alá” y llora a borbotones. Yo la traduzco: “No se vayan. Ustedes se van y ellos matan a nuestros hijos”. Veo a un hombre. Él muestra la puerta de su casa, luego el callejón de enfrente, luego dice algo. Yo lo traduzco: “Ellos le dispararon a mi casa desde aquí, después entraron y se llevaron a un hermano y al otro lo mataron en el acto. No me dejaron siquiera enterrarlo”.
Echo un vistazo, efectivamente todas las paredes y las puertas están agujereadas por las balas.
Hay agujeros brillantes en todas las superficies metálicas. Ventanas rotas por los disparos. Fueron militares sirios, no cualquier “grupo armado”. ¿Por qué?
Encuentro a un hombre que puede responder esta incógnita sin necesidad de traductor. Algo le dice a nuestra cámara. El camarógrafo le hace una pregunta en inglés, o sea que el hombre habla este idioma. Yo me acerco a él entre la muchedumbre.
- Ellos llegaron por allá, muestra el callejón, los soldados del presidente Bashar Assad. En este muro fusilaron a diez. Todos fueron disparos a la cabeza. Señala las huellas de las balas en la pared de enfrente, pero debido a los cientos de cabezas y hombros que nos rodean es imposible contar hasta diez.
-¿Por qué? ¿Por qué los mataron?
- Ellos nos matan porque queremos libertad. Nosotros no queremos nada más, simplemente libertad. Usted es ruso, ellos nos disparan con armas suyas. Todo el ejército sirio usa armas rusas
Entonces comprendí que aquí nadie nos dice “gracias Rusia”. Entendí por qué unos minutos antes un hombre se me acercó y me preguntó: “¿Rusia al-Yaum?”, y al asentir se pasó la mano por la garganta.
A pesar de ese gesto, a mí me hizo mella el comentario sobre las armas rusas y me forzó a hacer uso de una carta que yo creía era mi “as bajo la manga”
- ¿Ustedes quieren que aquí en su territorio haya soldados de la OTAN?
Estaba seguro de que a tal pregunta nadie podía responder de manera afirmativa. Lo que yo no sabía era que dentro de pocos instantes mi concepción del mundo recibiría uno de los golpes más radicales:
- Después de la muerte de tantos compatriotas a manos de los soldados de presidente Assad, sí. Nosotros queremos a la OTAN.
- We want NATO.
Por mi reacción el hombre se da cuenta de que yo no estoy convencido de lo que dice. Entonces grita con todas sus fuerzas, usando sus manos como megáfono:
- ¡WE WANT NATO!
Estaba seguro de que en ese momento el hombre quedaría como un tonto. Pero mi “as” resultó inservible. Un coro se une al llamado de este hombre gritando: ¡WE WANT NATO, WE WANT NATO!Miro a mi alrededor y veo que todos gritan ¡WE WANT NATO, WE WANT NATO, WE WANT NATO! Me encuentro en medio de la plaza, rodeado por cientos de personas, los veo a todos por primera vez. ¡WE WANT NATO! Son gente pobre, mal vestidos, de apariencia poco saludable y ellos gritan al unísono: “WE WANT NATO”. Y sé que Hillary Clinton no les ha pagado por hacer esto.
Al irnos de Al-Kasiv, la gente corre a encerrarse en sus casas tan rápido como aparecieron en las calles. En el espejo retrovisor se ve la ciudad, la misma que estaba antes de nuestra llegada y la misma que se queda tras nuestra partida. Una ciudad en la que vive gente olvidada por todos. Gente sobre la cual los observadores de la Liga Arabe escribirán en sus informes y nosotros filmaremos en nuestros reportajes, pero que al fin de cuentas a nadie le interesan ya que nadie está dispuesto a quedarse con ellos. Nuestro trabajo es viajar al siguiente destino y el de ellos es esconderse y sobrevivir, o ser arrestados o torturados en las cárceles, eso si antes no los matan.
Así es nuestra cobertura informativa, que terminaremos de grabar sin dormir bien, a veces arriesgándonos frente a las cámaras, entregándonos por completo a nuestra labor para después, cenando en algún restaurante publicar la información en nuestros blogs antes de irnos a dormir en una cama confortable sabiendo que al día siguiente se repetirá lo mismo. Y esta gente se queda allí, con su propio “lo mismo”. Y si hay algún sentido en el periodismo sería únicamente el de lograr que ese “lo mismo” de ellos fuera un poquito mejor. Pero este pensamiento no nos consuela, simplemente crea una sensación de vacío.
Yo miro en el espejo retrovisor y veo la ciudad que dejamos atrás y en mi cabeza queda grabado como un disco rayado: “WE WANT NATO”.
P.S. De Al-Kasiv partimos hacia un encuentro con el gobernador de la región. Al terminar su encuentro con los representantes de la Liga Árabe, nuestro equipo consiguió que su jefe de prensa nos permitiera hacerle unas preguntas.
Le preguntamos ¿cual será el futuro de la población civil de Al-Kasiv que teme por su vida y la de sus familiares?
- El ejército árabe se enfrenta solo contra los grupos armados.
Este fue el fin de la entrevista.
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