Siria. Sexto día, Daraa
Siria. Sexto día, Daraa.
20 de enero, 1:52 horas.
Dos horas de sueño y tomo el autobús a la ciudad de Daraa. El quinto día de una catastrófica falta de sueño, el quinto día de trabajo sin parar. La fatiga ya no se siente, pero en el autobús, por supuesto caigo rendido, casi de inmediato nos ponemos en marcha.
La carretera es terrible, eso se siente entre sueños y te hace traquetear como en una montaña rusa. Y después de nuevo todo es llano y el sueño es más profundo.
Traqueteó muy fuerte y me desperté. Afuera está nublado, llovizna. En el autobús hace mucho frío. Yo miro a otros periodistas alrededor, miro el desierto, el paisaje gris sirio y no entienden qué estoy haciendo aquí. Los sentimientos son muy fuertes: frío e incomprensión. Se van tan rápido como aparecieron. Hay que trabajar, el resto no es importante ahora. Entramos a Daraa.
Rumbo al centro de la ciudad pasamos cinco puestos de control. En cada uno hay 4 o 5 militares con kaláshnikov automáticos. Fortificaciones, sacos de arena y fortines de tierra en cada semáforo, ya no prestas atención a esto: no tienes más que dejar Damasco y lo ves en todas partes. Y los militares comienzan a aburrir la vista después de los primeros días aquí. Son como los árboles, una parte inevitable del paisaje. Pero cuanto más te metes, más te espera.
Estamos en el despacho del alcalde. Él nos dice que todo está tranquilo. Es como volver a Damasco.
- Señor alcalde, ¿y por qué entonces está el Ejército en la ciudad?
- Tenemos que defendernos.
- ¿De quién?
- De los que usan drogas y pueden hacer daño a nuestros ciudadanos.
- ¿Sabe usted que al inicio de las protestas en Libia, Gaddafi también decía que eran drogadictos?
En este momento hizo una pausa. El periodista de la BBC que hizo esta pregunta está mirando al alcalde en espera de respuesta, pero el intérprete dudaba. En un momento se atrevió a traducirlo.
- Nosotros protegemos a nuestra gente, contesta el alcalde.
- ¿Y qué acerca de Gaddafi? ¿Va a responder algo?, pregunta el traductor al alcalde en árabe, pero yo le entiendo.
- No. No, dijo el alcalde. Que le responda Gaddafi.
En la plaza central de Daraa se encuentra un pedestal vacío. Pedimos parar el autobús y que nos dejan salir, pero los representantes del Ministerio de Información y del Ministerio del Interior dicen como siempre: "Ahora tenemos que ir a un lugar y esto los pueden visitar en el camino de vuelta".
Esto significa que este lugar no lo visitaremos. Antes, en el pedestal había un monumento al ex presidente, el padre del actual presidente Bashar Assad. La oposición lo derribó en marzo del 2011. Desde entonces, las autoridades de Daraa no lo han restaurado. Y dudo que la razón sea la falta de ganas de hacerlo.
Mientras tanto, la vida aquí continúa. Las tiendas están abiertas, la gente camina por las calles. Siempre este contraste: hay un puesto de shawarma, las personas hacen fila, se ríen, pero al lado de ellas hay una casa totalmente quemada con las ventanas rotas y un puesto de control militar. Y así por todas partes. Siria es un país de contrastes.
El viaje a Daraa acabó con una comunicación exitosa con la gente local. Ellos, como todos los residentes dijeron que tienen todo en orden, la ciudad vive muy bien y que rezan a Alá por la salud del presidente Assad.
Cuando fuimos a esta comisión un representante del Ministerio de Información nos dijo:
- Ahora vamos a uno de los jardines donde pueden charlar con la gente local.
- Ellos ya les están esperando con el guión, agregó el periodista de la BBC.
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