Es posible afirmar que las dos últimas masacres de Niza y Múnich fueron realizadas por personas con un evidente intento de asesinar, aunque en ambos casos no se ha encontrado vinculación directa con el grupo terrorista Daesh (Estado Islámico-ISIS).
En Francia el franco tunecino Mohamed Bouhlel, autor reciente de 84 muertes, había mostrado un "interés cierto pero reciente" por el movimiento yihadista. Tenía en su ordenador fotos del que fuera el 'terrorista número uno', Osama bin Laden, y del líder de un grupo terrorista afiliado a Al Qaeda, Mokhtar Belmokhtar, así como videos de crímenes perpetrados por el Estado Islámico (EI). Los resultados del análisis siquiátrico de Bouhlel, su pasado delincuencial, el consumo de drogas, alcohol y carne prohibida, la inexistencia de un comunicado del grupo violento, derribó el mito de afiliado a los takfiríes.
El asesinato de 9 personas en el Centro Comercial Olympia de Múnich, también fue ofrecido en primera instancia como “seria amenaza terrorista”. Posteriormente se ha confirmado por la policía alemana que el autor, el germano-iraní de 18 años Ali David Sonboly, no poseía vínculos con el ISIS, tenía en su casa el libro “Amok, por qué matan los estudiantes” sobre matanzas masivas, estudiaba y se encontraba en tratamiento por depresión.
Las autoridades, además, han establecido una posible relación con el quinto aniversario de la masacre neofascista de Anders Breivik en Noruega que se celebraba dicho día, calificándola como "conducta violenta clásica".
¿Por qué se intenta vincular toda masacre con terrorismo?
Al respecto, lo primero que hay que asegurar es que los atentados producidos en Paris (condenables desde todo punto de vista), que produjo una consternación inmensa y la solidaridad internacional, es absolutamente desproporcionado en comparación con los sucesos en Irak o Siria donde han muerto más de cuatrocientas personas en sólo dos acciones de takfiríes y se continúa con estos abominables actos. Por tanto, la prensa occidental e incluso la alternativa destacan la muerte de unos despreciando en la práctica el atentado contra miles en Medio Oriente u otros lugares del orbe.
En segundo lugar, el proyecto político mediático de las potencias vinculadas a la Coalición es incentivar el miedo al Estado Islámico tanto como a la “amenaza” rusa o china, haciéndolas similares con el fin de crear una conciencia colectiva de temor que genere odio hacia el otro de tal modo que se exprese en la violencia colectiva, la búsqueda de armas personal o familiar y, finalmente, la creación de una tendencia armamentística global.
En tercer lugar, además de lograr alta sintonía por obra de situaciones macabras que genera atención y rentabilidad, se ha construido desde hace dos décadas como mínimo un programa controlado para difundir a través de series televisivas una propuesta que identifica el terrorismo con árabes, especialmente iraníes, o rusos que desde el gobierno intentan destruir EE.UU., junto a narco terroristas latinos que invaden de droga y teorías pseudo revolucionarias los regímenes democráticos, lo que conforma una exitosa propaganda revestida de recreación. La extraordinaria serie “24 horas”, con un reparto estelar y una misión antiterrorista, demuestra el impacto causado y la creciente tensión con comunidades, utilizando mensajes en código subliminal de indudable efecto.
Junto a otros elementos analíticos, lo evidente es que el terrorismo se ha agudizado en Europa debido en gran parte a que las potencias occidentales están en relación directa con su creación y desde su propio seno han permitido que extremistas hayan viajado a luchar con estas organizaciones delincuenciales. Sin embargo, la razón táctica es que Daesh y Al-Qaeda han perdido terreno militar considerable obligándolos a mantener su “prestigio” por medio de actos que cause conmoción y a los cuales los medios de comunicación responden concertadamente mostrando lo que logran y difundiendo su mensaje gratuitamente. No sin fundamento, la prohibición de exponer públicamente a quienes invaden un campo deportivo tiene sentido pues quien lo haga pasará desapercibido y no tendrá la cobertura que ansía, limitando su espectro e impacto.
Afortunadamente algunas naciones se han opuesto en la práctica al terrorismo combatiendo su centro en Irak y Siria principalmente y conociendo que, al desalojarlos de dichos territorios, estos mutarán o se trasladarán a otros países vecinos, especialmente esperando el apoyo gubernamental en algunos de ellos. Los atentados serán una forma de existir.
¿Qué ocurrirá próximamente?
Se puede afirmar que sucederá lo siguiente: 1, se continuará alertando del peligro mundial que supone el terrorismo en Occidente pese a que pueden ocurrir atentados imposibles de controlar; 2, se seguirá exponiendo que se han prevenido ataques aunque sin especificar la validez real de ello; 3, la Coalición informará de éxitos militares pese a que en realidad el número de civiles exterminados irá en aumento; 4, los centros de poder insistirán en las amenazas internacionales sin realizar lo correcto que son políticas de paz internas y ante la guerra inmisericorde como técnica de expoliación.
Seguramente los gobiernos proclives a tratados que superen la vía militar ratificarán, como lo están haciendo, una diplomacia persistente basada en la confianza y los propósitos conducentes al equilibro que deseche las amenazas nucleares puestas en escena. No obstante, deberán luchar con tesón por derrotar definitivamente a Daesh lo que permitirá establecer regiones de serenidad social donde la tranquilidad sea la constante decisiva. Así, los esfuerzos se concentrarán en confrontar definitivamente a las élites cuyo único interés es la confrontación y el comercio humano para su propia rentabilidad. De finalizar las guerras de intervención seguramente el mundo podrá respirar un aire que le proponga la esperanza esencial como camino de vida sustentable.