Alianza de Estados del Sahel: un bloque diverso con rasgos en común para retos estructurales

Carmen Parejo Rendón

Con la firma de la Carta de Liptako-Gourma, el pasado 16 de septiembre de 2023, las juntas militares de Mali, Burkina Faso y Níger anunciaron la creación de la Alianza de Estados del Sahel (AES), una coalición defensiva de carácter regional que está abierta, según su artículo 11, a la inclusión de otros Estados que compartan las mismas realidades geográficas, políticas y socioculturales, y que acepten los objetivos de la Alianza.

El Sahel ha sido históricamente una zona de frontera entre el desierto del Sáhara y el sur de África, 5.400 kilómetros que atraviesan una decena de países actuales. Su propia condición geográfica, acontecimientos de carácter histórico como el colonialismo europeo y una posición económica dependiente  —consecuencias del neocolonialismo y de la división internacional del trabajo —, les relega como exportadores de materias primas y bienes de poco valor añadido. Así nos encontramos ante una región que, aunque diversa, mantiene una genuina homogeneidad interna en relación con las problemáticas que enfrentan tanto a nivel coyuntural como en sentido estructural.

"Por la soberanía y el desarrollo de nuestros pueblos, lideraremos la lucha contra el terrorismo en nuestro espacio común, hasta la victoria", señaló el líder burkinés, Ibrahim Traoré, tras hacerse pública la creación de esta alianza.

Las naciones resultantes de los procesos de descolonización en la zona, se desarrollaron como Estados poco sólidos, con incapacidad de control sobre todo su territorio y con líderes profundamente corruptos.

Problemáticas en el Sahel 

En sentido estructural, el Sahel –colonizado por Francia y en menor medida Gran Bretaña– se ha caracterizado por el desarrollo de una economía de exportación de materias primas, donde gran parte de la población trabaja en el sector primario (agricultura, ganadería, minería), poco rentables en sentido macroeconómico y con salarios bajos para los trabajadores, generando un escenario social dominado por la pobreza y el desarraigo territorial.

Las naciones resultantes de los procesos de descolonización en la zona, se desarrollaron como Estados poco sólidos, con incapacidad de control sobre todo su territorio, y con líderes profundamente corruptos, que se han enriquecido del intercambio desigual generado por este sistema neocolonial.

A su vez, como zona fronteriza histórica y en un contexto de pobreza estructural, en el Sahel se han desarrollado todo tipo de actividades económicas informales, también de carácter ilícito, que, ante un Estado no consolidado, han generado escenarios propicios a la violencia interna constante, motivando desplazamientos de población y agudizando aún más el desarraigo territorial. Este clima, a su vez, ha favorecido el surgimiento de enfrentamientos de carácter étnico y religioso.

La alianza entre estos tres países busca reforzar la capacidad efectiva para combatir a grupos yihadistas y mafiosos.

Yihadismo y grupos criminales

Los múltiples grupos yihadistas que actualmente actúan en el territorio, enfrentados entre sí y con habituales cambios de líderes y de tácticas, se mantienen, pese a sus inconsistencias, compartiendo con los anteriores grupos mafiosos el uso de las mismas vías y del propio descontrol territorial dentro de los Estados, pero también del descontrol existente entre las fronteras de los distintos Estados. En ese sentido, la alianza entre estos tres países busca reforzar la capacidad efectiva para combatir a estos grupos, coordinando su actividad.

Hay un refrán que dice que "a río revuelto, ganancia de pescadores". La situación de inestabilidad constante, producida e inducida, ha tenido dos consecuencias que sirven para apuntalar aún más la idea de "Estados fallidos": por un lado, sometiendo a estos Estados a una fuerte presión económica a través de deudas con organismos internacionales, que aumentan la dependencia y que no han facilitado un proceso de desarrollo; por otro, garantizando, al menos en apariencia, la necesidad de una "tutela" constante por parte de las potencias anteriormente colonizadoras.

Solo asumiendo esta última idea, se puede concebir, la intervención francesa en Mali en 2013, conocida como Operación Serval, o la Operación Barkane que afectaba a todo el Sahel en 2014. Al igual que las distintas misiones de Naciones Unidas, que hoy en día son cuestionadas en el continente, debido a su demostrada incapacidad para resolver sus problemáticas estructurales o conflictos actuales. Si no eres parte de la solución, automáticamente serás identificado como parte del problema.

Sin embargo, las cosas están empezando a cambiar en África. "Incluso Britney Spears logró liberarse de una tutela indigna, ¿son los presidentes africanos los que no pueden?", escribió el 18 de septiembre en X la activista camerunesa Nathalie Yamb, muy activa en redes sociales y con muchos seguidores, sobre todo entre la juventud del continente africano.

Este acuerdo entre Mali, Burkina Faso y Níger, al igual que los golpes de Estado que llevaron al poder a sus actuales autoridades, no se pueden comprender sin atender a la polarización política y social que está viviendo el continente.

Panafricanismo

"El combate que hemos empezado es por la liberación de África", señalaba el líder opositor senegalés, Ousmane Sonko, actualmente en prisión.

En sentido ideológico, un elemento fundamental para comprender el actual proceso es el resurgir del pensamiento panafricanista. Uno de los motores que facilitó distintos procesos revolucionarios de independencia colonial que, si bien no busca una unificación en un solo Estado, sí defiende la unidad africana para garantizar su desarrollo, soberanía y para resolver sus conflictos internos. Incluso cuestionando organismos de carácter regional como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que consideran sometida a los intereses de las antiguas potencias colonizadoras.

En sentido ideológico, un elemento fundamental para comprender el actual proceso es el resurgir del pensamiento panafricanista. 

A su vez, podemos observar una vinculación con la propia historia de lucha del continente, reivindicando a líderes históricos de la revolución social y política africana, como Thomas Sankara o Muamar el Gadafi. Recordemos que el expresidente libio inició procesos de integración africana que muchos consideran el motivo fundamental para su derrocamiento, liderado por fuerzas francesas en 2011.

Finalmente, el 'leitmotiv' principal está siendo el rechazo a la 'Françafrique' (Francáfrica). Es decir, a la estructura de dominación y dependencia económica que impide el desarrollo y fomenta la pobreza.  

Ousmane Sonko explica este sentimiento antifrancés como un sentimiento proafricano. Un rechazo al control que la anterior potencia colonial sigue ejerciendo sobre gran parte de sus antiguas colonias y que favorece un escenario de corrupción y subdesarrollo.

En África se está produciendo un enfrentamiento político integral, como consecuencia de la desigualdad estructural que padece el continente y que ha condicionado su desarrollo, soberanía y paz. Ante un nuevo escenario y unas nuevas necesidades, veremos cómo surgen nuevas alianzas u organismos o, en su caso, como son reformulados los ya existentes.