Sebastopol: un nuevo caso de la deshumanización mediática de Occidente
El verano ha llegado al hemisferio norte, y el pasado fin de semana, las costas se llenaron de numerosas personas que querían refrescarse, ante el creciente calor, y pasar un día divertido con familia o amigos junto al mar.
En Sebastopol, las temperaturas rozaban los 30 grados, y muchos aprovecharon el pasado domingo para pasar una tarde en la playa. En ese momento, Ucrania iniciaba un ataque con misiles tácticos operativos ATACMS —suministrados por EE.UU.— equipados con ojivas de racimo, en esta ciudad rusa.
El escudo antimisiles de la ciudad consiguió frenar la mayor parte del ataque, sin embargo, uno de estos misiles acabó impactando en dos playas, dejando como resultado cuatros civiles muertos, incluidos dos niños, y 151 heridos.
La frialdad con la que los medios en Europa han tratado esta tragedia, aunque comienza a ser práctica habitual, demuestra de nuevo cómo la política de la deshumanización está plenamente instalada.
Sin embargo, la memoria —ese pequeño espacio que nos queda tras el empeño de los vencedores en reescribir, una y otra vez, la historia— nos permitirá recordar a estas víctimas y a tantas otras que solo fueron números sin rostros y relatos sin contexto al servicio de la propaganda de la prensa occidental.
Tragedias recientes
En julio de 2014 se celebraba en Brasil el Mundial de Fútbol. En Palestina, muy aficionados a este deporte, los niños trataban de hacer vida normal, pese a que entre el 8 de julio y el 26 de agosto de ese año, Israel había invadido la Franja de Gaza mediante la operación denominada Margen Protector. El 16 de julio, una veintena de niños jugaban al fútbol en la playa, y según testigos, la Marina israelí estuvo un tiempo persiguiendo a los pequeños, hasta que finalmente disparó, asesinando a cuatro de ellos.
La memoria nos permitirá recordar a estas víctimas y a tantas otras que solo fueron números sin rostros y relatos sin contexto al servicio de la propaganda de la prensa occidental.
Aunque se abrió una investigación interna en Israel, esta causa se cerró alegando que los pequeños habían sido confundidos con militantes de Hamás. Los cuatro chicos se llamaban Ismail, Ahed, Zakaria y Mohammed, tenían entre 10 y 11 años y eran todos primos entre sí, de la familia Bakr. Durante la operación de 2014 de Israel en Gaza, fueron asesinados 2.251 palestinos, 547 de ellos eran niños.
También en 2014, un caluroso 13 de agosto, varias familias descansaban refrescándose en la orilla del embalse de la ciudad de Zugres, en Donetsk, cuando la aviación de las Fuerzas Armadas de Ucrania bombardeó con bombas de racimo esta localidad. Trece personas fueron asesinadas en este ataque, entre ellas dos niños: Anya Kostenko, de dos años de edad y Danya Protasova, de cinco años.
El pasado 15 de marzo, casi diez años después, el alcalde de la ciudad de Donetsk reportaba que tres menores de edad habían muerto a causa de uno de los constantes bombardeos sobre las zonas residenciales de esta ciudad por parte de las fuerzas ucranianas. Una niña nacida en 2007, otra nacida en 2021 y un niño nacido en 2014. Los dos más pequeños murieron sin poder conocer una realidad distinta a la de los ataques incesantes de Ucrania, pero, sin embargo, siguieron siendo niños. Niños que juegan al fútbol, que van a la playa o a refrescarse junto a sus padres a las orillas de un embalse.
No hubo noticieros en Occidente contándonos sus historias, y mucho menos aún, algún tipo de sanción o condena internacional que tratase de hacerles justicia.
Llevar a cabo parecidas prácticas criminales no es lo único que asimila al actual régimen de Kiev con el régimen israelí, también están unidos por la impunidad de la que gozan para llevar a cabo tales acciones, siendo el reflejo tanto del apoyo occidental a estos regímenes, incluido el apoyo militar, como de su instrumentalización geopolítica. Pero, sobre todo, escenifica que un mundo unipolar siempre será incompatible con todo principio de aplicación de una justicia verdaderamente universal.
El relato sobre lo ocurrido en Sebastopol se ha presentado en los medios occidentales como una amenaza de Rusia, donde el temor real se lo debemos tener al Kremlin que ha acusado a EE.UU. de facilitar el operativo solo porque en efecto se usó armamento y capacitación estadounidense. Los dos niños, los cientos de heridos, la playa, la población civil, no existen… ni siquiera se justifican como daños colaterales.
La deshumanización del ruso en los medios occidentales llegó hasta tal punto que se puede hablar de muertos y heridos civiles sin ni siquiera sentir la necesidad de plantear una excusa.
Llevar a cabo parecidas prácticas criminales no es lo único que asimila al actual régimen de Kiev con el régimen israelí, también están unidos por la impunidad de la que gozan.
"En Crimea no hay ni puede haber 'playas', 'zonas turísticas' y otros signos ficticios de 'vida pacífica'", declaró Vladímir Zelenski a través de Telegram en relación al ataque contra las dos playas en Sebastopol.
Recordemos que hace menos de una semana, el líder del régimen ucraniano señaló la importancia estratégica de la península de Crimea, que decidió en referéndum anexionarse a Rusia en 2014.
La deshumanización solo tiene una cura: la humanidad. Del mismo modo, la desinformación solo se puede contrarrestar con información.
La transferencia de Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania, habiendo pertenecido a Rusia hasta 1954, se produjo debido, por un lado, a que en ese momento existía la Unión Soviética y que por lo tanto pertenecían al mismo país; y por otro, a que Rusia no tenía acceso por vía terrestre a la península y Crimea ya era abastecida de electricidad, agua, carreteras y vías férreas desde Ucrania, es decir, por motivos puramente pragmáticos. Aun así, la mayor parte de la población siguió siendo rusa.
Crimea obtuvo su independencia tras la disolución de la Unión Soviética. Después de un referéndum en 1991 adquirió, no obstante, una autonomía dentro de Ucrania, reforzado por la Constitución de 1992.
El caso de Sebastopol es diferente, ya que esta ciudad quedó bajo soberanía rusa hasta 1997, que fue cedida a Ucrania a cambio de mantener la base militar rusa en la ciudad hasta 2042. De nuevo, la mayor parte de la población siguió siendo rusa.
Tras los eventos del Maidán y el aumento del nacionalismo ucraniano y la represión contra las diferentes culturas, etnias y lenguas en el país, en estos territorios se llevó a cabo un referéndum, que contó con observadores internacionales, por el que los ciudadanos pudieron elegir si querían negociar un nuevo acuerdo de autonomía con Ucrania o volver a integrarse en la Federación de Rusia.
El resultado fue abrumador por la anexión a Rusia, y los festejos populares tanto en Crimea como en Sebastopol, sirvieron de colofón del reflejo del sentimiento mayoritario de su población. Posteriormente, desde la Unión Europea y EE.UU. han cuestionado la legitimidad de este referéndum, pero nunca las garantías democráticas del mismo. Es decir, la voluntad mayoritaria de la población de Crimea y Sebastopol no están en cuestión, como constataron sus propios observadores.
La venganza contra la población de Crimea se está llevando a cabo con armamento estadounidense, la complicidad de Europa y la deshumanización del pueblo ruso.
Los ataques de Kiev a Crimea han sido constantes, desde aprovechar en la fase inicial la dependencia de la península para su abastecimiento de energía y agua, a múltiples ataques armados contra su territorio.
En ese sentido, cabe destacar que Crimea no fue un asunto presente en las negociaciones de los Acuerdos de Minsk, ni tampoco ha estado planteado de forma seria dentro de ningún tipo de diálogo para poner fin al conflicto.
Ucrania nunca va a recuperar Crimea, así lo decidió su pueblo, y las continuas acciones criminales contra éste, solo aumentan la distancia con Kiev.
Sin embargo, la venganza contra su población está servida y esta se está llevando a cabo con armamento estadounidense, la complicidad de Europa y la deshumanización del pueblo ruso.
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