Mauricio Macri es un mentiroso que empobreció a Argentina, pero vive en otra realidad, y Alberto Fernández, un soberbio que "levanta el dedito", un político agresivo que quiere fingir que es moderado.
Este fue el eje de las acusaciones que se lanzaron los dos principales candidatos presidenciales durante el primer debate previo a las elecciones del 27 de octubre. De manera previsible, ambos se declararon ganadores después de una noche que difícilmente tendrá impacto en la intención de voto que, según más de 15 encuestas, encabeza Fernández, el candidato del Frente de Todos que lleva como candidata a vice a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Macri, quien busca la reelección debilitado por la crisis económica provocada por su gobierno, sorprendió al mostrar una estrategia defensiva, ya que se preveía que atacaría con denuncias sobre la corrupción de los gobiernos kirchneristas, el flanco más débil de la fórmula opositora. En cambio, se limitó a repetir su actuación de los últimos meses, en la que parece más un candidato opositor y no un presidente que gobierna.
La táctica de Fernández también tuvo aspectos inesperados. Durante la semana, su equipo insistió en que el ex jefe de Gabinete no le daba importancia al debate ni requería demasiado asesoramiento previo, pero sus intervenciones, su gestualidad, los datos que ofreció y el ajuste a los tiempos establecidos en cada bloque dejaron en claro que sí hubo una preparación especial. Lo más destacable fue su invitación a último minuto para que lo acompañara Daniel Scioli, el ex candidato presidencial que hace cuatro años debatió contra un Macri que terminó ganando las elecciones después de hacer innumerables promesas que incumplió.
Las diferencias entre ambos candidatos quedaron en claro en dos temas en particular: con Venezuela, Macri insistió en denostar al gobierno de Nicolás Maduro ("o se está con la dictadura o con la democracia"), mientras que Fernández rechazó políticas intervencionistas ("yo quiero que los venezolanos resuelvan el problema. Espero que ningún soldado argentino termine en Venezuela"). Con respecto al aborto, Fernández apostó por primera vez abiertamente por la legalización, pero Macri evitó definiciones en el atril a pesar de que convirtió su campaña de actos masivos "Sí, se puede" en un tour a favor de "las dos vidas", es decir, en contra de la interrupción voluntaria del embarazo.
Más allá de las críticas al formato del encuentro, a los datos erróneos de varios candidatos y las acusaciones cruzadas, lo preocupante es que Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert, dos políticos filofascistas que reivindican crímenes de lesa humanidad y que eliminarían derechos sociales básicos como la educación universitaria pública y gratuita, hayan logrado postularse a la presidencia.
Lo que sigue
El debate se realizó en un contexto de alta politización en un domingo a la noche y de feriado largo en Argentina.
A la misma hora en que los seis candidatos presidenciales se mostraban por primera vez juntos en la Universidad Nacional del Litoral, en la provincia de Santa Fe, cientos de miles de personas marchaban en la ciudad de La Plata como parte del 34 Encuentro Nacional de Mujeres, una cita que cada año demuestra el creciente poder del movimiento feminista en el país sudamericano y que, en aras de respetar, reconocer e incluir la diversidad sexual, ahora se llama Encuentro Plurinacional de Mujeres Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No Binaries. En la provincia de Chaco, en tanto, terminaba la elección para gobernador con el triunfo del ex jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien afirmó que el resultado era "un espaldarazo a Alberto y Cristina".
La ex presidenta, quien recién la semana pasada volvió de Cuba, en donde su hija Florencia Kirchner se atiende por una enfermedad, se mantuvo en un estratégico silencio durante el debate, pero retomará las presentaciones públicas y masivas de su libro "Sinceramente", que ha sido su forma de hacer campaña. El jueves, Día de la Lealtad, la gran fiesta anual del peronismo, ella y Fernández encabezarán un acto en un clima de optimismo. Las noticias para ambos son más que alentadoras.
El días después de post debate, la consultora Gustavo Córdoba, que fue la que más se acercó a los resultados de las elecciones primarias del pasado 11 de agosto que ganó el Frente de Todos, dio a conocer su estudio más reciente que confirma las tendencias: rumbo al 27 de octubre, Fernández tiene una intención de voto del 52,2 % y Macri, del 32,7 %. Un dato llamativo es que el presidente arrastra una imagen negativa del 60,5 % contra una positiva del 38%. En cambio, la ex presidenta goza de una imagen positiva superior a la negativa: 51,3% contra 46,9%. Hace solo dos años, la proporción de simpatías entre ambos líderes políticos era inversa.
Macri, sin embargo, no se da por vencido. Su principal apuesta es llenar el próximo sábado el centro de Buenos Aires en lo que ha bautizado como "La marcha del millón", una movilización que también se replicará en otras ciudades argentinas y en el extranjero con la esperanza de lograr un efecto contagio que evite la victoria de Fernández en primera vuelta. Es parte del radical cambio de estrategia que aplicó después de la derrota en las elecciones primarias, y que le permitió acceder por primera vez al contacto directo con los ciudadanos en actos masivos que antes despreciaba.
El domingo vendrá el segundo y último debate en el que las principales incógnitas serán si ahora sí Macri enfatiza la corrupción y se muestra más provocador, y si Fernández dejará de "levantar el dedito" índice para que su rival deje de usar el gesto como pretexto para criticarlo.
Mientras el presidente refuerza la acusación de que los peronistas/kirchneristas son "agresivos", su candidato a vice, el senador peronista Miguel Ángel Pichetto, y la diputada Elisa Carrió, continúan la radicalización de sus discursos. "Dios, para que vos puedas servirlo, te despoja de todo, y a mí me despojó de todo, hasta me puso una panza así enorme para que nadie crea que yo era linda, si no, no iba a ser gorda, iba a ser puta", dijo la aliada de Macri en uno de sus tantos eventos de campaña que ha reconvertido en 'stand up' recargados de violencia verbal.
Pichetto prefiere centrar sus dardos en Axel Kicillof, el candidato del Frente de Todos a gobernador en la provincia de Buenos Aires y que arrasó en las elecciones primarias al vencer a la gobernadora macrista, María Eugenia Vidal. "El kirchnerismo lleva a un comunista como candidato", dijo a modo de denuncia como si el mundo siguiera en Guerra Fría. La semana pasada, volvió al ataque: "Si (Kicillof) tolera que vendan drogas, también podría alentar el saqueo, el robo a bancos y a matar gente". Todavía cuenta con un par de semanas para acusarlo de que capaz come niños o golpea a ancianos y mujeres.
Es la campaña del miedo en su máxima expresión, pero no impacta en gran parte de los votantes de un país que padece altos niveles de pobreza, inflación, desempleo, recesión y endeudamiento, como resultado de una grave crisis económica de la que responsabilizan al presidente. Parece que se lo reclamarán en las urnas.