Una mujer de larga y alaciada cabellera negra aparece en pantalla. Está de pie en la proa de un lujoso yate que navega por las soleadas costas de Miami. Viste un jean, blusa blanca escotada y sandalias de tacón. Sus lentes son espejados. La cuida un custodio que destaca en primer plano.
La figura de la mujer de bellos y finos rasgos es elegante. Acaba de cumplir 30 años y es muy famosa. Se trata de Emma Coronel, esposa de Joaquín 'el Chapo' Guzmán, ex líder del Cártel de Sinaloa. Su imagen en el yate forma parte de su debut en el reality show 'Cartel crew' que es protagonizado por ex narcos y sus familiares. La cadena estadounidense VH1 comenzó a emitirlo en enero pasado a pesar de las variadas y permanentes críticas por frivolizar el mundo narco sin tomar en cuenta a las víctimas.
El capítulo en el que aparece la esposa del 'Chapo' se estrenó esta semana en medio de una fuerte expectativa porque Coronel se volvió un personaje mediático a raíz de su fiel presencia en el juicio contra el capo, quien hace cuatro meses fue condenado a cadena perpetua por un tribunal de Nueva York que lo encontró culpable de múltiples delitos vinculados al narcotráfico.
Hasta entonces se sabía que Coronel, nacida en Estados Unidos en 1989, se había casado con 'el Chapo' en 2007 y era la madre de las dos hijas más pequeñas del capo, quien tiene por lo menos 15 hijos de diferentes mujeres. Desde niña vivió en Sinaloa. A los 18 años se casó con el narco luego de que este la ayudara a ganar un título de belleza en el estado de Durango. En febrero de 2014, cuando detuvieron al 'Chapo' por segunda vez, Coronel y sus hijas estaban con él.
A lo largo del juicio, la mujer terminó el silencio público mantenido durante más de una década y comenzó a dar entrevistas. En las audiencias, en las que llamaba la atención por su atractivo y esmerado arreglo, los periodistas la acosaban. En un esfuerzo de reivindicación de su imagen pública, ahora el paso siguiente es la fama televisiva. El glamour ayuda.
En su debut en el programa, Coronel se reúne con Michael Corleone Blanco, hijo de Griselda Blanco, la narca colombiana pionera en el tráfico de cocaína a Estados Unidos en los años 70 y maestra de Pablo Escobar. Él llega en un yate menos imponente que el de Coronel. Va acompañado de su novia Marie Ramirez-D'Arellano. Ya sentados en la comodidad del barco, se lamentan tanto del estigma criminal que los persigue que en algún momento la charla parece una sesión de terapia de autoyuda.
"Es muy lamentable que nos juzguen sin conocernos, porque somos normales, humanos, me pasa mucho que las personas me prejuzgan sin conocerme, me atacan", se queja Coronel. Luego les explica que los buscó porque quiere lanzar en Estados Unidos una marca de ropa que lleve el nombre del 'Chapo'. Michael Corleone es experto. Gana millones con la línea de indumentaria 'Pure blanco', creada en honor a su madre, cuyo rostro aparece en infinidad de camisetas.
En la escena hay música de suspenso, mar, sol, yates, risas, brindis, champagne, custodios, planes de viajes y de jugosos proyectos de negocios.
Lo que no hay por ninguna parte es una referencia a las cientos de miles de personas asesinadas, desaparecidas, desplazadas y perseguidas en Colombia y México a raíz del sangriento e ilegal comercio que explotaron Blanco y 'el Chapo', y que sigue generando ganancias multimillonarias ante la hipocresía de gobiernos empeñados en continuar una "guerra contra el narcotráfico" que se impulsó desde los años 70 y que, casi cinco décadas después, no ha tenido resultados exitosos.
Una prueba más del fracaso de esta estrategia es justamente la mediatización y fama que están adquiriendo narcos y familiares que siguen disfrutando de lujos y riquezas y que ahora, con la complicidad de importantes medios de comunicación, aspiran a dejar de ocultarse para convertirse en celebridades públicas.
Cómo explicar, si no, el éxito de programas como 'Cartel crew', la pre producción de una película sobre el juicio del 'Chapo' o la diversidad de documentales protagonizados por Jhon Jairo Velásquez, el ex jefe de sicarios de Pablo Escobar que finalmente el año pasado cesó su participación en programas de todo tipo gracias a una nueva detención. O los cientos de productos de ficción y de no ficción que emiten las plataformas audiovisuales pagas.
En 2008, en Argentina, este fenómeno todavía no explotaba. Por eso no tuvo tanto éxito la campaña publicitaria que en ese momento lanzó la familia de Jesús Martínez Espinosa, empresario mexicano acusado de narcotraficante, a través de un blog en el que se vendía "La camiseta de la justicia". El diseño incluía una bandera mexicana y una argentina en cada una de las mangas. En el torso se imprimió una imagen de Martínez Espinosa posando de frente, sonriente y con las manos apoyadas en las caderas. Se podía adquirir otra versión sin la foto, sólo con la leyenda: "Confiamos en la justicia. México y Argentina, países unidos". Costaba 17 dólares, IVA y gastos de envío incluidos, y se podía pedir en blanco o negro, en talla chica, grande y extragrande, para niños y adultos.
Pero, justo ese año, en Estados Unidos se estrenó 'Breaking Bad', la serie que glorifica a un productor y narcotraficante de metanfetaminas. La popularidad y el interés por los programas y por todo aquello que tuviera que ver con el mundo narco, se disparó, incluidos cientos de novelas, crónicas periodísticas y libros autobiográficos como los de la viuda, el hijo y la amante de Pablo Escobar, que fueron éxito de venta en varios países.
En enero de 2016, luego de que se transmitiera la entrevista que el actor Sean Penn le hizo al 'Chapo' cuando todavía estaba prófugo, las camisas que el capo lucía en la grabación se agotaron en tiendas de Estados Unidos a través de pedidos en la web. Costaba 128 dólares.
La naturalización de la narcocultura se tradujo también en los miles de seguidores que narcos confesos tienen en redes sociales en las que ostentan joyas, autos de alta gama, armas. Un estilo de vida aspiracional que atrae a jóvenes, hombres y mujeres, que se ilusionan con ganar dinero rápido, sin importar la vía. Quizá algún día hasta tengan sus propios programas de televisión.
¿Y las víctimas? No importan.
Los negocios siempre son prioritarios. Que sean legales o ilegales es sólo un detalle.