Felipe Calderón sabía que su amigo y exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, tenía vínculos con el narcotráfico. Pero no hizo nada para detenerlo.
La denuncia, realizada de manera insistente por periodistas desde hace años, fue confirmada ni más ni menos que por la exembajadora de Estados Unidos, Roberta Jacobson. Una voz difícil de desacreditar y fundamental, sobre todo ahora que García Luna está detenido en ese país acusado de haber trabajado con el Cártel de Sinaloa y a la espera de un juicio en el que la incógnita es si denunciará o no a sus cómplices. O jefes.
El escándalo que agitó el clima político en México estalló el sábado, cuando la revista Proceso publicó una entrevista titulada: "Conocíamos las andanzas de García Luna… pero debíamos trabajar con él: Roberta Jacobson".
La breve cita textual alcanza para demostrar con gran amplitud la hipocresía de las estrategias falsamente antinarco aplicadas por Estados Unidos desde los años 70 y que fracasaron tanto, que sólo lo consolidaron como el primer país consumidor de sustancias ilegales en el mundo. ¿Así que los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama sabían que había sospechas de que el súper secretario de Calderón fuera socio del Cártel de Sinaloa y, sin embargo, siguieron organizando operativos con él y firmando acuerdos con el gobierno mexicano? Impresionante.
Pero no hay autocrítica alguna. Ya en la entrevista, Jacobson se explaya para defender a su país. Dice que no se puede culpar a Estados Unidos porque es imposible pensar que el gobierno de Calderón no tenía la misma información contra García Luna.
"El gobierno mexicano sabía tanto como nosotros, si no es que más, y nunca tomó acciones en su momento y por ello encuentro un poco ingenuo culpar a Estados Unidos por no tomar medidas", afirmó la exembajadora que, además, fue la responsable del Plan Mérida que permitió que EE.UU. enviara a México, desde 2008, más de 2.000 millones de dólares en "ayuda" para combatir el narcotráfico. Parece un chiste. Un mal chiste. Porque desde entonces México sólo padeció un reguero de sangre, una crisis humanitaria que ha dejado cientos de miles de asesinados, desaparecidos y desplazados. Y una dispersión de cárteles que sólo mutan y cambian de líderes, porque el multimillonario negocio permanece intacto.
Desmentir a una diplomática estadounidense es mucho más difícil que a un periodista. Por eso, Calderón, frenético tuitero, mantuvo un inédito silencio en sus redes sociales durante un día. En esas horas, las reacciones ciudadanas oscilaron entre la sorpresa por la confirmación de una sospecha que hace mucho ronda en la clase política y en parte de la sociedad mexicana, y la burla hacia los simpatizantes calderonistas que también permanecían callados. Sí, todavía existen y son enemigos y críticos a ultranza del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El domingo, el expresidente reapareció con un largo hilo de tuits en el que, por supuesto, rechazó las acusaciones. "Es falso que mi gobierno tuviera información sobre nexos de Genaro García Luna con el narcotráfico. Actué con determinación contra el crimen organizado y recibí amenazas por ello, jamás hubiera permitido que ningún funcionario con vínculos como esos siguiera en el gobierno", escribió.
Calderón alegó que Jacobson sólo repitió lo que él ha dicho siempre: que había información no confirmada por fuentes confiables e imparciales, apenas rumores sobre la relación de García Luna con el crimen organizado. El expresidente tiene razón cuando dice que sería "absurdo" que las autoridades de Estados Unidos supieran de vínculos ilícitos del exsecretario y aun así entregaran los millonarios recursos del Plan Mérida que, en gran parte, eran manejados por García Luna. Sería algo así como dotar de fondos y apoyo logístico a los delincuentes que dice combatir.
Sí, suena absurdo, pero no inverosímil, porque es algo que Estados Unidos ya ha hecho en varias ocasiones en aras de sus ambiciones geopolíticas.
Cómo olvidar el "Irangate", cuando el gobierno de Ronald Reagan vendió armas de manera clandestina a Irán, y con esos millonarios recursos financió, sin autorización del Congreso, a la contrainsurgencia nicaragüense que quería derrocar al presidente Daniel Ortega, en un plan que incluyó el envío de armas a Nicaragua en aviones que volvían a Estados Unidos cargados con drogas ilegales. O los casos del dictador panameño y narcotraficante Manuel Noriega y del asesor de inteligencia del expresidente Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos. Ambos fueron amparados por la CIA hasta que cayeron en prisión, mismo destino que corrió García Luna después de trabajar estrechamente con todas las agencias estadounidenses.
"Si el gobierno de los Estados Unidos hubiera tenido información procesable contra cualquier alto funcionario mexicano, esa información debería haberse comunicado a mi gobierno a través de alguno de los robustos canales de comunicación que teníamos. Eso no ocurrió", advirtió Calderón en sus tuits y en una carta que envió a la revista Proceso.
El deslinde de culpas y responsabilidades lo continuó un rato más tarde Jacobson. Con el clima político alterado en México gracias a sus declaraciones, la exembajadora respaldó, también por Twitter, la versión del expresidente: "Nunca vi ninguna información CORROBORADA de participación (de García Luna) en el tráfico de drogas".
Así que había sospechas, rumores y denuncias contra el poderoso exsecretario, pero ninguna confirmación. Ese es el descargo de Calderón y de Jacobson. ¿Y entonces, qué hicieron para averiguar? ¿Quiénes, cuándo, cómo, dónde investigaron? ¿A qué conclusiones llegaron? ¿En qué momento y por qué descartaron las acusaciones? ¿O acaso no investigaron nada? ¿Nadie se enteró de las millonarias propiedades que García Luna estaba comprando en Estados Unidos y que no podía justificar de ninguna manera con sus ingresos? ¿Por qué Calderón dejó que siguiera haciendo montajes televisivos para presumir éxitos inexistentes en la falsa lucha contra el narcotráfico? ¿Alguna autoridad siguió la pista que demostraba que, con García Luna a cargo de la seguridad, el Cártel de Sinaloa incrementaba su poder? ¿Es cierto que agentes de la DEA, el FBI y la CIA lo siguen protegiendo?
López Obrador se sumó al debate. Reiteró que es "muy lamentable" que un secretario de Seguridad Pública haya estado al servicio de un grupo de la delincuencia organizada. "Eso fue terrible, independientemente de si había complicidad hacia arriba", dijo en referencia a Calderón, ya que era el único superior de García Luna. Su jefe, el que dice una y otra vez que no sabía que el narco estaba metido en su propio gobierno.
El presidente convocó a las autoridades estadounidenses a ir a fondo en el caso porque representa una época en la que se violaron derechos humanos con asesinatos, masacres, desapariciones y "escenas deleznables", como el operativo "Rápido y furioso", a través del cual el gobierno de Estados Unidos, en una acción ilegal, violatoria de la soberanía, traficó más de 2.000 armas a México durante el sexenio de Calderón, supuestamente con el fin de rastrearlas y seguir la ubicación de los narcotraficantes. La paradoja es que, además de las víctimas mexicanas, dos funcionarios estadounidenses fueron asesinados con esas mismas armas.
"Estados Unidos debería investigar también a los funcionarios de la DEA, de la CIA, del FBI, a todos los que intervinieron durante este periodo, porque sin duda hubo cooperación, trabajaron juntos", convocó López Obrador.
Ojalá eso ocurriera. Pero si Estados Unidos jamás ha aceptado su responsabilidad en el negocio narco como primer país consumidor, mucho menos investigará delitos cometidos por sus propios agentes y funcionarios de todos los niveles. Equivaldría a reconocer que esta guerra ha sido una farsa.