Hay que defender al expresidente Mauricio Macri a toda costa.
Bajo esta premisa, el macrismo comenzó a movilizarse esta semana para enfrentar públicamente el escándalo de espionaje ilegal que no para de crecer en Argentina.
"Pongo las manos en el fuego por Macri". Esa ha sido la respuesta de varios personajes en una coincidencia declarativa que parece muy poco casual en medio de los avances de varias causas judiciales que investigan intervenciones de correos electrónicos, teléfonos, seguimientos personalizados y elaboración de carpetas informativas llevadas a cabo por la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), que comandaba Gustavo Arribas, uno de los mejores amigos de Macri, contra cientos de políticos aliados y opositores, periodistas, académicos, representantes de la sociedad civil, empresarios, dirigentes sindicales y hasta políticos presos.
La metáfora incendiaria la repitieron, por ejemplo, Darío Nieto, el exsecretario de Macri acusado de formar parte de la red de inteligencia clandestina y que ya fue allanado la semana pasada. También el exministro de Defensa Óscar Aguad y el senador Humberto Schiavoni.
Otros optaron por deslindar al expresidente, pero sin apelar a la alegoría fueguina.
Capaz tienen pirofobia. O nomás son precavidos.
"Confío en que esto no era una decisión de Macri ni nada por el estilo", dijo el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. "Quiero pensar que no era de su conocimiento", añadió el exlíder parlamentario macrista Nicolás Massot. "Creo que Macri no está involucrado, pero vamos a esperar", se atajó el vicejefe de Gobierno capitalino, Diego Santilli.
Los tres forman parte de la larguísima lista de personajes afectados. Porque uno de los ribetes más sorprendentes del caso es que había fuego amigo y que el macrismo espiaba a los macristas. Se ve que mucha confianza no se tenían, lo que explica, en parte, que solo hayan durado cuatro años en el gobierno nacional.
De todas maneras, hoy las papas queman y hay que mostrar algún intento de unidad. Ello explica que el macrismo haya sacado un comunicado un domingo a la tarde, en plena cuarentena, para asegurar que todas las denuncias en su contra son falsas.
En realidad fueron dos los boletines emitidos con el sello de la alianza Juntos por el Cambio, bajo la cual Macri se postuló el año pasado en su fallido intento por la reelección. El primero traía solo 26 firmas de exfuncionarios y exlegisladores. El expresidente encabezaba, pero entre las ausencias, la que más llamaba la atención era la de la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, lo que podría explicarse debido a que ella también fue una de las espiadas.
Pero no. Hora y media más tarde mandaron una segunda versión en la que ya se incluía a Vidal y a otros políticos. La lista había crecido, en total, a 61 firmas.
"No la conozco"
La desprolijidad de la estrategia y el apuro por dar a conocer el boletín fueron sorprendentes. Tanto como que varios de los dirigentes espiados, que incluso ya se presentaron como querellantes en la causa judicial, hayan firmado un escrito que defendía al exsecretario de Macri involucrado en el espionaje ilegal del que ellos mismos fueron víctimas. Demasiado enredo hasta para una película de James Bond.
El argumento central del macrismo es que las acusaciones forman parte de una campaña del actual gobierno peronista. A pesar de la derrota electoral, se ve que no perdieron el inigualable sentido de superioridad que los caracteriza. "Nuestro gobierno fue transparente y honesto", afirmaron. Habrá que esperar a ver qué dicen los tribunales que investigan los múltiples casos de corrupción relacionados con el macrismo y que exceden, por mucho, al espionaje.
Lo que sí hay que reconocer es el talento del expresidente para deslindarse. Hace años, cuando gobernaba la ciudad de Buenos Aires y fue procesado en una causa por espionaje (sí, ya tiene una larga experiencia en el tema) en la que uno de los principales imputados era el jefe de la Policía, Jorge 'Fino' Palacios, terminó reconociendo que había sido un error designarlo, pero les echó la culpa a las embajadas de Estados Unidos e Israel por habérselo recomendado, lo que luego fue desmentido por esos gobiernos. Del nulo concepto de autonomía, mejor ni hablar.
En el caso de Espionaje 2020, el expresidente ha evadido las declaraciones directas, pero a través de periodistas amigos dejó trascender que no conocía a Susana Martinengo, la exsecretaria de Documentación Presidencial que el martes fue detenida. Está acusada de recibir a los agentes que espiaban ilegalmente, quienes le entregaban la información recabada que, de acuerdo con las líneas de investigación que sigue la justicia, ella después le entregaba al presidente.
La amnesia de Macri fue contrastada con una foto en la que ambos aparecen charlando juntos plácidamente. La explicación fue que Martinengo se había 'colado' en los festejos del triunfo electoral de 2015. Rarísimo, porque ese día no cualquiera podía llegar al candidato que le había ganado al kirchnerismo. Más extraño aun es que ahora no se acuerde de Martinengo a pesar de que ella lo acompañó como funcionaria desde sus tiempos en la jefatura de Gobierno. Luego, durante sus cuatro años en la presidencia, compartieron oficinas en la Casa Rosada.
Periodismo militante
Un capítulo aparte merece la prensa macrista y opositora al gobierno de Alberto Fernández, que hace esfuerzos denodados por ocultar, desestimar o minimizar las denuncias por el espionaje ilegal, a pesar de que varios de sus periodistas fueron víctimas.
El martes, cuando detuvieron a Martinengo y a otros 21 acusados, no hubo cobertura pormenorizada, ni títulos catástrofe, ni editoriales indignados. Tampoco con el allanamiento al exsecretario de Macri ni con nada que tenga que ver con la causa.
Así evitan los shows mediáticos con los que se regocijaron durante el gobierno pasado al anunciar investigaciones o detenciones en los casos que involucraban a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y a sus exfuncionarios.
En esa época, la prensa anitperonista, la misma que se victimizaba y denunciaba inexistentes censuras y amenazas a la libertad de expresión, daba por ciertas las acusaciones antes que los tribunales. Condenaba de antemano.
Ahora, en cambio, repentinamente recuerda que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario y habla de presunto espionaje, presuntas listas, presuntas intervenciones ilegales, presuntos seguimientos, presuntas reuniones, presuntos delitos, presunto rol y presuntos acusados.
Si siguen así, en cualquier momento, vamos a empezar a leer que el de Macri fue un presunto gobierno o que él fue un presunto presidente al que, sin embargo, siguen apoyando porque, presuntamente, donde hubo fuego, cenizas quedan.