El debate político epistolar en México: ¿qué democracia añoran los privilegiados intelectuales opositores a López Obrador?

Cecilia González

Un grupo de intelectuales publicó una carta contra el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente les respondió.

No se me ocurre mayor muestra de ejercicio democrático que un intercambio público de puntos de vista totalmente opuestos, pero la polarización que anida en México incluye la sobreactuación de los actores de la vida política que, a su vez, es replicada por militantes que los aplauden o abuchean, según sea el caso. Que los convierten en héroes o villanos, sin matices. Y este caso no fue la excepción.

Todo comenzó cuando una treintena de escritores alertó contra "la deriva autoritaria" de López Obrador y convocó a defender la democracia, aunque la democracia mexicana, en realidad, no está en peligro, nomás que no les gusta porque gobierna un presidente al que defenestran por animadversiones ideológicas, y porque a muchos de ellos les dejó de financiar sus proyectos/negocios literarios.

Cecilia González, escritora y periodista.
La democracia mexicana, en realidad, no está en peligro, nomás que no les gusta porque gobierna un presidente al que defenestran por animadversiones ideológicas, y porque a muchos de ellos les dejó de financiar sus proyectos/negocios literarios.

La mayoría de los abajofirmantes forma parte de una élite intelectual que se formó, creció y fortaleció al amparo de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional. Sí, el PRI que gobernó durante 71 años ininterrumpidos, el que volvió en 2012 de la mano de Enrique Peña Nieto. El partido que jamás combatió la pobreza, que enraizó la desigualdad y que se resistió lo más que pudo a la alternancia democrática. Y que es uno de los máximos emblemas de la corrupción en América Latina.

Durante las décadas de gobierno del PRI, todo se institucionalizó en México. Hasta las letras. No cualquier autor o autora tenía acceso a ser publicado en editoriales o revistas, consideradas de prestigio, que funcionaban más bien como un exclusivo club de amigos. No tenían lugar en espacios literarios reservados para una selecta casta de escritores que alcanzaron fama y posiciones de privilegio que aprovecharon al máximo. Eran entrevistados recurrentes en los medios. Se hicieron famosos.

Más allá de su talento literario que, a fin de cuentas, siempre es subjetivo, eran los invitados fijos en ferias del libro nacionales e internacionales. Los representantes de la cultura mexicana. Conocerlos, escucharlos, leerlos era un deber. Cómo no, si eran los pensadores de la vida nacional.

Con escasas excepciones, quienes firmaron la carta, entre los que hay incluso exfuncionarios, no se caracterizaron precisamente por ser férreos críticos de los gobiernos del PRI y del PAN que devastaron al país, como sí lo son ahora de López Obrador. Están en su derecho, por supuesto. Forma parte de la libertad de expresión que debe ser defendida y respetada para garantizar la diversidad de pensamiento, aunque en su carta pretendan autoerigirse como los defensores de la democracia.

Cecilia González, escritora y periodista.
Con escasas excepciones, quienes firmaron la carta, entre los que hay incluso exfuncionarios, no se caracterizaron precisamente por ser férreos críticos de los gobiernos del PRI y del PAN que devastaron al país, como sí lo son ahora de López Obrador. Están en su derecho, por supuesto.

El mensaje fue duro. Acusaron que Morena, el partido del presidente, había comprado a diputados y senadores de otros partidos para quedarse con la mayoría de curules en el Congreso. Denunciaron la estrategia polarizadora de López Obrador, su desprecio a las instituciones autónomas, la ciencia, la cultura y las mujeres. Lamentaron su manejo de la pandemia de coronavirus y convocaron a "recuperar el pluralismo político y el equilibro de poderes que caracterizan a la democracia", a través de una alianza opositora que impida que en las elecciones legislativas del próximo año Morena obtenga mayoría parlamentaria.

La cultura como negocio

El acuerdo de los intelectuales invoca a los desprestigiados PRI y PAN, más el PRD, el partido que fue la esperanza y más grande decepción de la izquierda mexicana. Parece difícil que el próximo año pueda cambiar el rostro opositor a López Obrador que hoy es de desolación. Las y los votantes abandonaron a los partidos tradicionales por sus promesas incumplidas, sus incongruencias, su corrupción, sus estrellismos que se alejaron por completo de las necesidades de la sociedad mexicana.

Destaca, por ejemplo, el escritor Enrique Krauze, quien apenas el mes pasado salió a defender con ahínco a Enrique Alfaro, el gobernador de Jalisco, después de las protestas de estudiantes por el asesinado de Giovanni López, que fueron reprimidas con violencia por la policía estatal y que derivaron en denuncias por violaciones a derechos humanos. Enseguida se descubrió que Krauze recibía financiamiento del gobernador. Cómo no iba a salir a justificarlo. Tan solo el año pasado, el gobierno de Jalisco otorgó contratos directos, sin licitación, a las editoriales Vuelta y Clío, propiedad del escritor, por un monto de 5,3 millones de pesos (alrededor de 250.000 dólares).

La carta contra López Obrador la firma también Jorge G. Castañeda, el excanciller de Vicente Fox que es conocido por su elitismo, arrogancia y clasismo. A principios de julio, se metió en un nuevo escándalo al evidenciar su desprecio y sentimiento de superioridad con respecto a otros mexicanos. Dijo que un municipio de Oaxaca era "un pueblo horroroso" y "arrabalero". El Congreso estatal lo nombró persona non grata.

Y qué decir de Hector Aguilar Camín, uno de los intelectuales favoritos del expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien lo favoreció con millonarios contratos durante su gobierno que fueron documentados por el periodista Miguel Badillo.

Nada de ello, por supuesto, les resta a Krauze, Castañeda y Aguilar Camín, y a todos los firmantes, su derecho a criticar a López Obrador. Solo lo pone en perspectiva.

Pero López Obrador, ya lo sabemos, no suele quedarse callado. Respondió con otra carta pública que tituló "Bendito coraje", y en la que celebró que los defensores del neoliberalismo dejen por fin de lado la simulación y se reconozcan como opositores, así sea en medio de sus propias contradicciones.

"Quizá lo único que pueda reprocharse a tan famosos personajes es su falta de honestidad política e intelectual... No cabe duda que vivimos tiempos interesantes. Sea por interés o por puro coraje, los conservadores que fingían ser liberales por fin se están quitando la máscara", dijo el presidente.

Las cartas se pusieron de moda

López Obrador se maneja en un mundo binario dividido entre aliados y opositores. O estás con él o en su contra. No acepta la crítica. Para él, todo cuestionamiento convierte a su interlocutor en opositor. Su intolerancia y autoritarismo queda a la vista a diario, en sus conferencias mañaneras en las que una y otra vez repite sus obsesivos eslóganes contra la derecha, los neoliberales, "fifís" y conservadores del "antiguo régimen".

El tono presidencial promueve estigmatizaciones que ensucian la conversación pública, porque muchas veces deriva en discursos de odio y violencia verbal en un país que lo que menos necesita es más violencia. Ojalá se manejara con mayor responsabilidad. A veces incluso parece creer que la democracia mexicana comenzó con su triunfo en 2018. Pero aun así, el presidente también tiene derecho a responder a sus críticos. El problema es cómo lo hace.

Cecilia González, escritora y periodista.
El tono presidencial promueve estigmatizaciones que ensucian la conversación pública, porque muchas veces deriva en discursos de odio y violencia verbal en un país que lo que menos necesita es más violencia. Ojalá se manejara con mayor responsabilidad.

Después de su carta contra los intelectuales, desde otros sectores salieron a responderle también vía epistolar. El PRI, con su credibilidad destruida, defendió a los escritores antilopezobradoristas y, al igual que ellos, convocó a una alianza opositora para las legislativas del próximo año. Habrá qué esperar a ver si las y los votantes tropiezan de nuevo con la misma piedra priísta.

Un grupo marginal de comunicadores no quiso quedarse atrás y publicó su propio manifiesto. "No, señor Presidente: usted es el que quiere regresar al Antiguo Régimen", fue el título de una carta en la que acusaron a López Obrador de querer restaurar "una presidencia imperial" (como si algún día hubiera dejado de existir) o regresar "a un diseño constitucional de los tiempos de los ex Presidentes Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz", quienes quedaron marcados por las matanzas de estudiantes en los años 60 y 70.

No necesitaban irse tan lejos. Con recordar las masacres, la crisis humanitaria con cientos de miles de asesinados y desaparecidos durante los gobiernos de Felipe Calderón y Peña Nieto, alcanzaba.