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Antipolítica como síntoma en España: el camino al precipicio

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Antipolítica como síntoma en España: el camino al precipicio

El Centro de Investigaciones Sociológicas ha publicado, como cada mes, un estudio demoscópico acerca de diferentes variables sociopolíticas. La más señalada suele ser la encuesta que habla sobre la intención de voto de los españoles, a medias entre la utilidad de un mapa electoral e ideológico del país y la sospecha de que el organismo siempre favorece al Gobierno de turno. No obstante, el CIS fue quien realizó los pronósticos que más se acercaron al resultado de las pasadas elecciones generales, contando con amplios recursos que le permiten trazar una imagen certera de las opiniones y tendencias que se dan en nuestra sociedad.

Este último estudio, aunque ha sido publicado el 30 de julio, fue elaborado antes de las sesiones de investidura en la que Pedro Sánchez no consiguió la confianza del Parlamento, por lo que sus resultados sin duda se habrán visto afectados por una semana de gran significado que ha concentrado toda la atención informativa. Como comentábamos por aquí, un sentimiento de decepción y abatimiento  se ha apoderado de muchos votantes progresistas que esperaban que el resultado de las urnas tuviera, por fin, una consecuencia en la formación de Gobierno.

Daniel Bernabé, escritor y periodista
Daniel Bernabé, escritor y periodista
"El 38,1% de los encuestados por el CIS considera que “los políticos en general, los partidos políticos y la política" son una de las principales dificultades a las que se enfrenta España".

Además de las perspectivas electorales, en el estudio también se pregunta a los españoles por los problemas que consideran de mayor relevancia. Un dato llama la atención: el 38,1 % de los encuestados por el CIS considera que "los políticos en general, los partidos políticos y la política" son una de las principales dificultades a las que se enfrenta España. De hecho, lo sitúan como el segundo problema tras el desempleo, por delante de otros como la economía, la sanidad, la corrupción o la vivienda. Además, es la primera vez que este epígrafe se acerca casi al 40 %, habiéndose situado entre un 20 y un 30 % en los años de la crisis y por debajo del 10 % antes del 2008.

La cifra es extraordinariamente alta teniendo en cuenta, además, que la encuesta se realizó antes de la sesión de investidura fallida, por lo que cabe imaginar que será aún mayor en estos momentos. Aunque esta contingencia explica parte del fenómeno, no hay que perder de vista que llevamos desde 2016 sin un Gobierno estable, por lo que denominar contingencia a algo extendido por cuatro años es ser demasiado generosos. Es cierto que las cifras inusualmente altas deben reafirmarse con una tendencia, como es cierto que esa tendencia lleva al alza desde hace diez años. Es decir, el dato necesita reafirmarse, pero no puede tomarse a la ligera como una simple curiosidad. De hecho, cuando un tema entra con fuerza como conflicto en el imaginario colectivo tarda meses en desvanecerse, aunque lo que lo haya provocado ya no esté presente.

Si debemos tomar entonces este dato con cautela pero sin alarmismo, ¿cómo debemos interpretarlo?

En primer lugar hay que entender que las encuestas sobre la preocupación por diferentes indicadores sociopolíticos no nos indican una opinión mayoritaria a secas, sino la opinión mayoritaria que queda después de que las mediaciones culturales hagan su trabajo. Es decir, lo que nos preocupa son temas susceptibles de ser tenidos en cuenta por nuestra experiencia directa más toda aquella información y entretenimiento donde se nos marcan una serie de elementos de importancia en la agenda pública.

En la encuesta de respuesta múltiple del CIS podemos ver cómo un 25,7% de los consultados considera a "los problemas de índoles económica" como algo que debemos tener en cuenta, pero sólo un 0,2 considera a "los bancos" o un 0,1 al "fraude fiscal" como elementos que merezcan la pena reseñar. Es evidente que en las encuestas de opciones múltiples tendemos a señalar a lo general, a lo que se supone que por otra parte es sentido común. Tanto como que señalar con precisión lo que demostraría es una especificidad ideológica que está ausente en la sociedad. 

Daniel Bernabé, escritor y periodista
Daniel Bernabé, escritor y periodista
"Señalar a la política y los partidos como un problema demuestra que existe una preocupación de índole directa por la situación real de inestabilidad del país, como que cuando no sabemos atribuir bien las responsabilidades de esa inestabilidad disparamos a discreción".

En este sentido, señalar a la política y los partidos como un problema demuestra que existe una preocupación de índole directa por la situación real de inestabilidad del país, como que cuando no sabemos atribuir bien las responsabilidades de esa inestabilidad disparamos a discreción para sentirnos a salvo en esa opinión mediática, que siempre florece cuando lo que interesa es enmarañar el panorama más que aclararlo. Echar la culpa a la política en general equivale a ser conscientes de unsíntoma, pero no de la enfermedad que lo causa.

La política, en esencia, no es más que una forma reglada de intentar dar solución común a una serie de retos mediante una ideología, es decir, una forma de emparejar problemas y soluciones con la legitimidad que previamente ha sido otorgada por un proceso electoral democrático. Si nos quedáramos aquí, como hacen la mayoría de análisis liberales, la respuesta a la decepción con la política sería que una ciudadanía caprichosa, impaciente y poco consciente de sus libertades elige la respuesta antipolítica frente a ejercer su obligaciones cívicas. Es, de hecho, la respuesta que se ha dado en la mayoría de medios progresistas a sucesos como el Brexit, la victoria de Trump o el ascenso de la ultraderecha en Europa. 

Paradójicamente existe un reverso de esta postura encarnada por el activismo de la indignación, movimientos de protesta transversales que hacen una enmienda a la totalidad del sistema político normalmente desde posiciones que pretenden quedar fuera de la política, no sabiendo bien precisar si a lo que se refieren es alejarse de los partidos existentes o de una respuesta ideológica. Al final, lo que realmente tienden a expresar es un enfado abstracto, basado en problemas reales, pero cuya respuesta suele ser una radicalización de aquellos aspectos más positivos de la ideología dominante.

Daniel Bernabé, escritor y periodista
Daniel Bernabé, escritor y periodista
"El ejercicio político no flota en el vacío, sino que está relacionado con un sistema económico que lo moldea de acuerdo a sus necesidades".

En último término, ambas respuestas obvian que el ejercicio político no flota en el vacío, sino que está relacionado con un sistema económico que lo moldea de acuerdo a sus necesidades. La política en los países regidos por una democracia liberal tiene una relativa autonomía en todas aquellas cuestiones que afectan a su juego interno, como también en aquellas acciones que no afectan directamente a la estructura económica. Un candidato puede juguetear con sus pactos y acuerdos, siempre que no traiga una inestabilidad que resulte perjudicial para los negocios. Un parlamento puede aprobar las medidas que le vengan en gana, siempre que no afecten ni de forma dramática a los beneficios ni, por supuesto, atenten contra la propiedad de los medios de producción. 

Daniel Bernabé, escritor y periodista
Daniel Bernabé, escritor y periodista
"La política es una herramienta de regulación social pero también una forma de justificar el orden de clase, de ahí que la izquierda que se integra en las instituciones no sepa nunca donde empieza su labor transformadora y dónde acaba su función de engranaje".

Es decir, la política es una herramienta de regulación social pero también una forma de justificar el orden de clase, de ahí que la izquierda que se integra en las instituciones no sepa nunca dónde empieza su labor transformadora y dónde acaba su función de engranaje de la propia estructura institucional. La respuesta, al menos históricamente, no ha venido de ninguna discusión teórica y estrategia parlamentaria, sino del nivel de confrontación social que el sistema económico ha provocado en sus cambiantes necesidades de mantener sus cotas de beneficio.

Pero la situación actual no pasa, ni mucho menos, por la posición que la izquierda ocupa en el parlamentarismo, eso que la mayoría de la sociedad entiende en términos restrictivos como la política, sino por la radicalización de la derecha en todo el ámbito europeo. Ya también en el caso español, que durante los últimos años se pensó a salvo del ambiente ultra que está impregnando a todo el continente. Mientras que el enemigo a batir en las pasadas elecciones han sido los ultraderechistas de Vox, una vez pasada la cita electoral, tanto el Partido Popular como Ciudadanos han elegido echarse al monte en un ejercicio que husmea el ambiente antipolítico.

Daniel Bernabé, escritor y periodista
Daniel Bernabé, escritor y periodista
"La derecha en España ya no va a situarse a un nivel propositivo sino a uno destructor. Algo así como que, una vez asumido que el juego parlamentario empieza a causar rechazo en los ciudadanos, es mucho mejor para sus intereses sumarse al ruido que al concierto".

El nombramiento como portavoz en el parlamento del PP de Cayetana Álvarez de Toledo y la cadena de dimisiones y nombramientos en la ejecutiva de Ciudadanos, lo que vienen a confirmar es que la derecha en España ya no va a situarse a un nivel propositivo sino a uno destructor. Algo así como que, una vez asumido que el juego parlamentario empieza a causar rechazo en los ciudadanos, es mucho mejor para sus intereses sumarse al ruido que al concierto. De ahí las apelaciones constantes de Albert Rivera llamando "banda" al resto del hemiciclo, con la intención de situarse fuera del escaño mientras que lo ocupa. 

El riesgo que conlleva esta apuesta es uno bastante contradictorio: mientras que los que supuestamente defienden este orden social se esfuerzan en desautorizar a su expresión política, quienes se supone que vinieron a enfrentar a las instituciones se ven absorbidos por el juego parlamentario y la necesidad de ganarse la credibilidad de dirigirlo. Mientras la ciudadanía se halla en un punto entre la percepción correcta de notar que algo no funciona y la tensión de no saber cuál es el motivo de esa fractura. De ya no confiar en los que vinieron a cambiarlo todo, pero tampoco en aquellos que se supone que debían conservarlo. 

Puede que todo acabe encajando al final, más por la inercia de lo que ha funcionado otras veces que por el deseo de que así suceda. Puede que en este interregno de confianza, estabilidad y certezas, lo que se ponga en cuestión por parte de una gran mayoría no sea el desigual reparto de la riqueza y su expresión institucional, sino la propia idea de democracia. No se engañen, en el contexto actual no habrá ni siquiera escapada hacia delante, sino una profunda y oscura búsqueda en lo regresivo.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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