Opinión
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Daniel Bernabé
Daniel Bernabé (Madrid, 1980) es escritor y periodista. Además de sus libros de relatos y de haber prologado a autores como Gil Scott-Heron o David Peace, publicó "La trampa de la diversidad", uno de los ensayos más debatidos y vendidos del 2018 en España. Ha escrito sobre sociedad y política para medios como La Marea, Vice o Público, e impartido conferencias en universidades como la UNED, la Autónoma o la Jaume I. En twitter se le puede encontrar como @diasasaigonados.
Lo cierto es que pese a que los pormenores de este sainete trágico son apasionantes, ofreciendo al país unas jornadas de navaja y pandereta en las que el principal partido de la derecha se inmola en directo, el suceso trasciende a los protagonistas y los detalles. Sintetiza la dinámica del Partido Popular en estas últimas décadas, su verdadero leit motiv: saqueo de lo público y guerras intestinas por el control de estas operaciones.
Por sí solo el acoso a Iglesias y su familia ha traspasado todas las líneas deontológicas y de mero sentido común. Pero, que se haya dado en un país como España, donde gran parte de los medios que machacaron a Iglesias tuvieron una actitud cortesana con los desmanes del anterior jefe del Estado, Juan Carlos de Borbón, resulta aún más hipócrita y doloroso. De impío, al menos, que nunca te puedan acusar de cobarde.
La protagonista de este artículo, por contra, no es la derecha, ni siquiera la reforma laboral, una que apuesta por la contratación estable, que reforzará la negociación colectiva y que adaptará el sistema de protección frente a los despidos. La protagonista de este artículo será la izquierda que, en el debate en torno a la nueva legislación laboral, se ha enfrentado en facciones cuyos intereses trascienden la propia norma.
No ha sido la revolución del conocimiento. Está siendo una revolución que pone en peligro la democracia, la economía, la cultura y nuestra propia conciencia como seres humanos. Seguramente nunca fue el objetivo de los simpáticos informáticos, la mayoría ex-hippies, que fundaron la industria tecnológica californiana. Seguramente ninguno de ellos tuvo en cuenta la magnitud potencial de lo que se avecinaba, sólo si podían llevarlo a cabo.
Nadie parece destacar que en la mayor ciudad de California las estadísticas oficiales nos hablan de un millón y medio de pobres absolutos sobre una población total de casi diez millones de personas. Las zonas grises no aparecen, todos aquellos que aún teniendo trabajo e ingresos son incapaces de llevar una vida normalizada por la carestía de los bienes básicos como la vivienda
Los métodos de la ultraderecha son contagiosos y tiznan todo el debate social. Ya no se trata de tener mejores propuestas que las de tu adversario, sino de la capacidad que tienes para tergiversar las mismas.
La primera lectura es que es un triunfo político para el Gobierno, pero sobre todo un varapalo para el PP y Vox, que se quedan sin su principal argumento para desdeñar esta nueva legislación laboral: el discurso extremista que pretende ilegitimar a la izquierda se queda en fuera de juego con el calado de este acuerdo.
La diputada Macarena Olona tan sólo está siguiendo un guión que ya ha funcionado en Estados Unidos y que la ultraderecha utiliza como una herramienta más en toda Europa para lograr sus objetivos, esta vez con la potencia de lo digital como medio principal para sembrar el terror y la desconfianza. Cuiden a sus niños de Satán, también de Mi pequeño Pony. Pero cuídenlos más de esta nueva ola reaccionaria y descivilizatoria contra la ilustración.
Queremos comer sin engordar, amar sin contrapartidas y experimentar aventuras sin riesgo. Queremos líderes infalibles pero a la vez cercanos. Queremos vivir en sociedades cada vez más prósperas y seguras sin tener en cuenta ni las malas decisiones ni las contradicciones que las decisiones disponibles permiten. Queremos dinosaurios simpáticos y sin dientes. Y todo, ya es hora de decirlo, no puede ser.
Por supuesto que Díaz no debe dejarse arrastrar a la izquierda museística, identitaria, de soflama encendida pero de poca utilidad real. Pero dudamos de la conveniencia y utilidad de sumarse al fetiche ideológico de definirse fuera de "la derecha o la izquierda". Su mayor valor es demostrar que las medidas de izquierda funcionan.
En 2021, tras la Gran Recesión, mientras la Pandemia comienza su retirada, el neoliberalismo parece sentenciado a ser sustituido por otra cosa, no necesariamente mejor. Sin embargo, sus formas comunicativas están en su cúspide: que un incendio se agote en su origen no significa que no arda aún con fuerza en su periferia.
Pocas noticias refieren al mundo del trabajo, que suele ir como epígrafe inserto en las secciones de economía, como si en vez de ser el factor fundamental que crea la riqueza fuera una variable secundaria, y a menudo insidiosa, que hay que abaratar, flexibilizar y externalizar.