Es un mayo francés, pero no es 1968. Es Paris, pero al ser 15M también es Madrid, Londres, Milán, Berlín y otras ciudades, sobre todo de Europa. "Las iniciativas son locales, pero el movimiento es global", amplía la escala François, mientras lee un discurso en la pantalla de su iPhone. Lleva un abrigo universitario arremangado y 'jeans' y muestra la vehemencia de los líderes, más aún cuando utiliza imperativos: "Ahora todos hagan el gesto de que están gritando, saquen una foto y compártanla en Twitter". Pero François no es el líder, su intervención termina y se pierde entre la multitud; cuando se pregunta a la gente sobre él, no se lo ubica fácilmente. Nadie se erige como referente del movimiento llamado Nuit Debout (Noche de pie, en francés). Hace unos días, cuatro jóvenes fueron a la televisión en horario de máxima audiencia como representantes del colectivo, pero sus primeras palabras fueron: "queremos aclarar que solo hablamos en nuestro nombre".
Unas 5.000 personas se han reunido en la Plaza de la República en Paris (Francia); 4.000 participan en un acto central y las otras 1.000 se reparten por el contorno y discuten otros asuntos en círculos, ven un documental sobre la crisis de refugiados o, simplemente, se unen en pequeños grupos de cuatro o cinco personas para tomar algo que, por lo general, es cerveza. Los controles policiales en los accesos a la plaza supervisan los bolsos de quienes llegan. "Debemos controlar que nadie traiga explosivos ni alcohol", afirman los efectivos que forman parte del operativo, pero la Plaza de la República está rodeada de típicos bares parisinos que venden codiciadas cervezas belgas.
Se organizan en comisiones: la de arte, la audiovisual, la de relaciones internacionales y la 'coordinadora' (que articula a las demás) son las principales, pero todas las noches surgen ideas para armar otras nuevas. Una de esas que proliferaron es la de Boicot al Estado de Israel y armaron un 'stand' al costado de la plaza, en el que difundían imágenes de las tropas israelíes en la Franja de Gaza. Pero no todos los que van son antisionistas, la consigna del Nuit Debout es que cada uno vaya a reclamar lo que le parezca. Si los movimientos políticos son una articulación de demandas e intereses, este movimiento se originó como un fenómeno de agregación de decepciones.
Todo comenzó a principios de abril de este año, cuando 50 estudiantes de diferentes universidades, como forma de protesta, empezaron a pernoctar de pie al borde del monumento central de la Plaza de la República de París. Se trata de un lugar cada vez más emblemático. Tras los atentados contra la revista 'Charlie Hebdo' en febrero de 2015 se transformó en un memorial de las victimas del yihadismo y se consolidó como tal luego del ataque en el Teatro Bataclán, en noviembre de ese año, y de Bruselas, el pasado marzo.
Empezaron a tuitear con el 'hashtag' #NuitDebout y comentaron que en el corazón de París estaba naciendo una manera de rebelarse al estado de emergencia decretado por el Gobierno de François Hollande, que condiciona las reuniones públicas de personas. Como contexto de la protesta, desde un principio estuvo el rechazo a la ley de flexibilizacion laboral, conocida como Ley Khomri por el nombre de la ministra, Myriam El Khomri, una gota que rebasó el vaso de la disconformidad con la clase política y cristalizó en una fuerte crisis de representatividad.
Desde aquella primera noche no han dejado de reunirse. Habitualmente, esa etiqueta es 'trending topic' en las redes sociales. Cada noche son cientos y siempre predominan los estudiantes, algunos muy jóvenes, aunque es gente de todas las edades la que se hace presente. Fueron desalojados y golpeados por la Policía nacional en más de una ocasión.
Lo que los convocó esta vez fue el quinto aniversario del primer gran movimiento de indignados, el de Madrid, que tuvo su jornada histórica en cuanto a lo masivo y lo significativo el 15 de mayo de 2011. Cinco años después, Paris quiere seguir el ejemplo.
Hay una llamada y se escucha en altavoz por los parlantes. Es con Madrid, una indignada de la Puerta del Sol saluda a todos los 'compañeros', aunque la encargada de traducir dice 'camaradas', y se despide pidiendo estar "todos juntos en la lucha". Llama Berlín, cuenta que París es una inspiración para ellos. Llama Milán y su representante habla de reivindicar a "la gente común". Llama Belem, en Brasil, pero se corta la comunicación. Nadie menciona la caída de Dilma del poder, a pesar del intento fallido; tampoco en la plaza brasilera le dieron importancia: el eje es europeo. Llama Londres. "¿Alguien puede venir a traducir del inglés?", pregunta la moderadora, y un hombre llamado Hector se ofrece como voluntario. La inglesa que tomó la palabra dio un discurso sin tomar aire, de seis minutos, hablando (en resumidas cuentas) de "lo importante que es que cada uno se exprese como quiera". Hector intenta traducir palabra por palabra y se apabulla. Lo interrumpe alguien del público pidiendo una moción para discutir qué decir en el próximo llamado, a Barcelona. La moderadora dice que no hay tiempo para una asamblea y propone "cinco minutos de discusión con el de al lado". Todos obedecen y debaten con los que tienen cerca. Al cumplirse el tiempo se llega a una conclusión: se cantará el feliz cumpleaños en español. En Barcelona agradecen, pero en su plaza se habla más catalán que español. No todas las plazas son iguales y en Cataluña sobrevuela el pedido de autonomía respecto de España. En Madrid, predomina la influencia de Podemos, el partido político surgido del 15M. En Londres se pide sobre todo "por la paz".
Se puede leer con facilidad que lo que tienen en común los indignados de cada plaza entre sí y respecto a las otras plazas es la disconformidad, el deseo de cambiar el mundo, transformarlo en un lugar más justo, el rechazo a la política tradicional y la supremacía de la horizontalidad sobre la verticalidad. Pero, en la mayoría de los casos, no queda claro cómo. Además, en Londres, Berlin y Milan la gente no participa de manera masiva y las reuniones no llegan a ser regulares. En París, la constancia existe y el número es grande, los que asisten hablan de "pertenencia al movimiento". Las discusiones se dan en una espesa generalidad, hay una notable escasez de demandas y conceptos particulares que articulen, como nodo, todo lo demás. Hubo algo así desde la negativa, en el rechazo a la ley de trabajo de flexibilización, pero no todavía por la positiva, en una propuesta concreta.
Para cerrar el acto central de Republique toma la palabra un miembro de la comisión audiovisual y pide un último ejercicio: "¡Hagamos catarsis! Lo que nos reúne son las ganas de gritar y nuestro grito se escucha cada vez más; por eso, que cada uno de nosotros grite bien fuerte lo que quiera proponer, subiremos el video a las redes sociales y ¡todos lo compartiremos!". Con mucho esfuerzo se llegan a dilucidar en el medio del griterío frases como "fuera Hollande", "más amor", "mejor educación" “viva el pueblo”. Al rato son, otra vez, 'trending topic'. El ruido, por ahora, es virtual.