Las expectativas eran bastante altas para el líder libertario ultraconservador Javier Milei el 22 de octubre, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina. Hasta ahora ha logrado lo impensable: quedar primero en las elecciones primarias del país con la promesa de poner fin al duopolio de los dos bloques principales: un frente peronista unificado, ahora encabezado por el rival de Cristina Kirchner, Sergio Massa; y la coalición de republicanos y radicales, encabezada por Patricia Bullrich, rival del expresidente Mauricio Macri.
Casi todas las encuestas lo mostraban como el favorito con un 33-38 % de los votos totales, e incluso se especuló con una posible victoria absoluta en la primera vuelta. Sin embargo, los resultados de esos comicios fueron como un "jarro de agua fría sobre espalda" para Milei, ya que Massa recuperó impulso al conseguir el 36,68 % de los votos, dejando al ultraderechista con solo el 29,98 % y echando a Bullrich de carrera con el 23,83 %.
Poco después, la candidata de Juntos por el Cambio declaró su apoyo al líder libertario, quien lo aceptó felizmente, pese a llamar a su agrupación parte de "la casta" y a Bulirch personalmente "montonera asesina".
El león en el invierno
Milei se ha acostumbrado a utilizar la motosierra como símbolo de sus intenciones políticas: cortar todas las instituciones estatales que considera derrochadoras y acabar con los cimientos de "la casta". Su imagen y sus campañas están llenas de tácticas de marketing político poco convencionales. Entre algunos ejemplos destacan su apariencia de rockero de finales de los 70, el uso de imágenes en redes sociales con Goku de 'Dragon Ball Z', videos virales de sus agresivos discursos y declaraciones donde ataca a feministas, al papa Francisco, a Cristina Kirchner, a la política de JxC y a gente de izquierda en general, así como el uso de muñecos de acción y disfraces. Para una persona promedio que mira desde afuera, Milei parecería más un meme de Internet que un candidato presidencial.
Pero Argentina no vive una época promedio. La inflación ha superado el 100 % y el valor del peso argentino se ha desplomado a 1.100 por un dólar en el mercado negro (en comparación con el cambio a 340 por dolar de principios de 2023), mientras que la tasa de pobreza ha aumentado a alrededor del 40 %, la más alta en casi dos décadas.
Milei ofreció una mezcla de curas milagrosas que podrían revitalizar el país. Estas incluyeron la adopción del dólar estadounidense como moneda oficial (citando el controvertido éxito de Ecuador), la abolición de la mitad de todos los ministerios del país para reducir el gasto público y la burocracia, y el corte de relaciones formales con Brasil, China, Rusia, Venezuela y Cuba, en un intento de reorientar el comercio con los países que, a su juicio, abrazan la libertad y el libre mercado. Además, su firme oposición al aborto y su entusiasmo por la legalización de armas atrajeron fuertemente a la base social conservadora del país. Esta mezcla de imágenes antielitistas, una fórmula económica completamente nueva y un atractivo social conservador le dio a Milei una victoria clave en las primarias, pero lo decepcionó en la primera vuelta. Entonces, ¿qué salió mal para el político?.
En primer lugar, las elecciones primarias actúan como una consulta popular entre la población votante y, como tales, son una medida del estado de ánimo político del país. Para muchos de los que eligieron a Milei, fue una oportunidad para expresar su enojo y decepción, sin que su voto tuviera consecuencias graves. Parece que Milei no había logrado ampliar su alcance más allá de esta parte descontenta y, en palabras del analista político Alfredo Serrano, no fue más allá del "techo electoral" del 30 % de los votos.
En segundo lugar, Milei se vio obligado a afrontar sus propias contradicciones tanto durante la campaña como en los distintos debates presidenciales. Tuvo un fuerte atractivo entre la juventud argentina por su versatilidad comunicacional y el uso de las redes sociales, sin embargo, su atractivo para "despertar a los leones" entre el pueblo descontento comenzó a decaer a medida que iba moderando su lenguaje en la campaña. Esto resultará aún más difícil ahora que Bullrich y Mauricio Macri le han declarado abiertamente su apoyo, y su imagen de 'outsider' comienza a debilitarse.
En tercer lugar, con la consolidación de las fuerzas peronistas en torno a Sergio Massa y los acuerdos en todo el frente político, se forjó un nuevo mensaje unificado y central: impedir el retorno del neoliberalismo duro tanto de Bullrich como de Milei, al tiempo que se defienden los logros sociales de los últimos años y el legado histórico del peronismo, proponiendo crear un "gobierno de unidad nacional" para afrontar la crisis económica. Mucho de esto tuvo atractivo entre las bases del peronismo en todo el país y revirtió el resultado de las primarias en Santa Cruz, Tucumán, La Rioja y Tierra de Fuego, considerados los bastiones tradicionales del movimiento.
El "hombre gris"
Sergio Massa es uno de los nombres más conocidos de la política argentina moderna. Si hay un personaje ficticio con el que podríamos comparar a Massa, ese sería Frank Underwood de la serie de televisión 'House of Cards'. Es el perfecto "hombre gris" de la política nacional: maniobra a través de los diferentes bloques y facciones políticas dentro de un movimiento amplio como Partido Justicialista, mientras que siempre mantiene su propia identidad política y su círculo de poder.
A lo largo de los años, ha sido amigo y enemigo del kirchnerismo, ocupando varios cargos ministeriales tanto para Néstor Kirchner como para Alberto Fernández. Se convirtió en un archirrival de Cristina Kirchner durante su segunda presidencia e incluso se postuló contra su candidato preferido en las elecciones de 2015, obteniendo un sólido 21 % del voto total. Con la victoria de Alberto Fernández y la formación de la nueva coalición del Frente de Todos (ahora Unión por la Patria) que incluía tanto a Massa como a Kirchner en el liderazgo, la posición y el poder de Massa comenzaron a crecer considerablemente.
Habiendo sido presidente de la Cámara de Diputados del Congreso durante casi tres años, su habilidad para gestionar el debate político nacional entre el bloque peronista y la oposición de derecha sin duda mejoró. Con su nombramiento como "superministro" de Economía, se convirtió prácticamente en el segundo al mando, en medio de la creciente retirada de Kirchner de la política. Esto lo colocó en los escalones superiores de la dirección del partido gobernante. Curiosamente, a pesar de ser llamado el "ministro de la inflación del 140% ", ha logrado (paradójicamente) mantener cierta distancia con la Presidencia de Alberto Fernández y sus conocidas deficiencias y fracasos.
El resultado del 22 de octubre fue la prueba definitiva de su capacidad para unificar en torno a él y su programa a las facciones peronistas, muchas de ellas cansadas de su pasado conservador. Lo consiguió con gran éxito. Su llamado a la unidad nacional, particularmente a las facciones liberales y radicales de la oposición de JxC, también parece haber funcionado. Con la reelección de Axel Kicillof como gobernador de Buenos Aires, Massa también gana un aliado importante que lo asistirá en la campaña en la provincia más decisiva del país, y donde Milei tiene muy pocos amigos.
Y aunque el tablero parece inclinarse a su favor, el pasado incierto de Massa y su legado como ministro de Economía durante la presidencia de Fernández aún pueden perjudicarlo en la ronda final contra Milei, quien ahora busca polarizar la política argentina entre la "libertad" del futuro liderado por él y el "kirchnerismo" del presente liderado por Massa.
Demasiado cerca del sol
En una de mis columnas anteriores, comparé algunas de las travesuras y gestos de Milei con los del emperador Calígula y su caótico reinado. Se podría comparar su fracaso en la primera vuelta con la caída de Ícaro, quien se sintió abrumado por el orgullo durante su huida de Creta. Por supuesto, el hecho de que Milei no cumpliera con las grandes expectativas de un primer lugar en la primera ronda está lejos de ser fatal.
Sin embargo, es una severa advertencia desde amplios espacios de la sociedad argentina de que tal vez no sea el mesías elegido que aparenta, y que para derrotar a Sergio Massa tendría que hacer algo que prometió durante muchos años no hacer: negociar recompensas y tratos con representantes de "la casta", disfrazados de Bullrich, Macri y otros líderes de JxC. De hecho, la promesa de su campaña ha sido abolir casi la mitad de todos los ministerios del Estado argentino, pero sus ofertas de convertir a Bullrich y a la candidata de extrema izquierda Bregman en ministras en su nuevo gabinete ahora lo hacen parecer más bien un mendigo que busca votos donde puede, que un león que intenta desafiar al 'establishment'.
En conclusión, Milei preside una coalición política cuyo mensaje número uno solo parece ser una animosidad común hacia el kirchenrismo y su legado. Tiene buenas posibilidades de ganar, pero al igual que Calígula, su mayor enemigo puede ser él mismo y sus contradicciones profundamente arraigadas.