Las Malvinas, la Argentina y la amenaza nuclear inglesa

Dr. Lajos Szaszdi analista político

En enero de este año se cumplieron 179 años desde que los ingleses tomaron posesión militar e ilegalmente de las Islas Malvinas en 1833 a costa de las Provincias Unidas del Río de la Plata que pasarían a ser la Confederación Argentina. Dicho archipiélago, por el cual la Argentina y Gran Bretaña tuvieron una guerra en 1982, sigue siendo causa de fricciones entre ambos países ante la constante negativa de los ingleses de desconocer los legítimos derechos argentinos sobre las Malvinas, basados en la historia por la herencia de España y por la proximidad de las islas al estar en la misma plataforma continental.
 
La Guerra de las Malvinas que duró de abril a junio de 1982 estuvo según informes cerca de que hubiese un ataque nuclear inglés contra territorio argentino, indicándose la ciudad de Córdoba, centro de la industria militar argentina, como objetivo seleccionado por Londres a destruir. Según los informes, la primera ministra británica Margaret Thatcher amenazó con desencadenar un ataque nuclear con un misil balístico Polaris A-3 lanzado desde un submarino del Royal Navy de propulsión nuclear y misiles balísticos de la clase Resolution, que según se ha dicho habría estado operando por la Isla de Ascensión en espera de la orden de lanzamiento. Cada misil Polaris A-3 llevaba una ojiva nuclear de 800 kilotones de potencia, comparado a la bomba atómica que destruyó a Hiroshima en 1945 de unos 20 kilotones. Un kilotón equivale a 1,000 toneladas de TNT.
 
De acuerdo al psicoanalista del ex presidente de Francia François Mitterrand, jefe de estado del país galo en aquel entonces y según lo que le contó como su paciente, la primera ministra británica llamó por teléfono a Mitterrand durante la Guerra de las Malvinas para amenazar que lanzaría el ataque nuclear contra Argentina si no le proporcionaba la información técnica necesaria para confundir con guerra electrónica al sistema de guiado y radar de dirección del misil francés antibuque Exocet, después que uno en posesión del arma aérea de la Armada Argentina hubiese averiado seriamente al destructor de misiles teledirigidos inglés HMS Sheffield, lo que le llevó a su hundimiento días después. Ante esto Mitterrand dio a los ingleses lo que la Thatcher le exigió. Se ha reportado también que el Gobierno del presidente Ronald Reagan intervino a su vez para que Thatcher no ordenase el ataque nuclear.
 
Aparte, la BBC en español reportó que un alto funcionario francés criticó a los ingleses durante la Guerra de las Malvinas diciendo que en el Reino Unido había "un profundo desprecio por los latinos" y que el Gobierno inglés actuaba con "arrogancia de superpotencia". Y el embajador francés en Londres durante el conflicto dijo de la Thatcher que era "victoriana, imperialista y obstinada". No es por ello imposible ni increíble que la primera ministra británica haya estado dispuesta a cometer un crimen de guerra y destruir una ciudad aniquilando de paso a su población civil, como lo hizo su ilustre predecesor durante la Segunda Guerra Mundial bombardeando ciudades alemanas como Dresde, donde unos 100.000 murieron. Lo que es increíble es que de ser cierto el que la Thatcher estaba lista a usar armas nucleares durante la Guerra de las Malvinas, que no haya trascendido esto al ser una clara violación del Tratado de Tlatelolco, en vigor desde abril de 1969 y por el cual se proscriben las armas nucleares en América Latina y el Caribe. 
 
Específicamente, de acuerdo al artículo 3 del Protocolo Adicional II del Tratado de Tlatelolco, el Reino Unido como firmante se comprometió y compromete "a no emplear armas nucleares y a no amenazar con su empleo contra las Partes Contratantes del Tratado", una de las cuales es la Argentina. Otra violación del tratado sería el que los ingleses llevaban cargas de profundidad nucleares antisubmarinas en algunos de sus navíos de guerra en las Malvinas, para usarlas -según se explicó- contra submarinos de propulsión nuclear soviéticos en caso de que estos atacasen a los barcos del Royal Navy operando en el Atlántico Sur. Esto también de ser cierto sería una violación del Tratado de Tlatelolco, que prohíbe que haya armas nucleares en la zona de jurisdicción del tratado, que incluye a las Malvinas.
 
Tales violaciones del Tratado de Tlatelolco merecían una intervención de las Naciones Unidas, aunque el Reino Unido como miembro permanente del Consejo de Seguridad hubiese vetado cualquier resolución en su contra. Inclusive, en vista de lo sucedido en 1982, la comunidad internacional debería exigir la eliminación del arsenal nuclear británico, con unas 225 armas nucleares. En particular EE. UU. no debería darle mantenimiento rutinario a los actuales misiles balísticos de lanzamiento por submarino Trident II D-5, de fabricación estadounidense, que actualmente arman a los cuatro submarinos ingleses de la clase Vanguard, ni considerar venderles en un futuro el misil sucesor del Trident D-5. Realmente, Irán no representa una amenaza nuclear a Europa o Israel, pues no tiene armas nucleares y según su Gobierno no las desea tener. Pero el Reino Unido sí constituye una amenaza nuclear potencial contra la Argentina, en vista de los sucesos de 1982. La Gran Bretaña desarrolló su arsenal nuclear tras la Segunda Guerra Mundial cuando todavía tenía un imperio por motivos de prestigio, para disuadir a que Alemania no la bombardease como en las dos guerras mundiales y para disuadir a la Unión Soviética. Pero estas armas ya no se justifican porque Inglaterra ni tiene imperio, ni Alemania es una amenaza ni hay Unión Soviética.
                          
Un ejemplo de una amenaza puede ser que Inglaterra someta a chantaje nuclear a la Argentina, si ésta se opone con acciones a los reclamos hechos formalmente por el Gobierno inglés ante las Naciones Unidas por más de 386.000 millas cuadradas (más de 1 millón de kilómetros cuadrados) de fondo marino de la Antártida. El interés de los ingleses está en los depósitos de petróleo, gas natural y minerales de dichos fondos submarinos. Además, los ingleses reclaman 666.000 millas cuadradas de territorio del Continente Antártico, coincidiendo con reclamos de Argentina y Chile. Partes interesadas como Chile y la Argentina deben buscar a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y las Naciones Unidas y organismos internacionales como el BRICS apoyo para impedir que el Reino Unido establezca un nuevo imperio en la Antártida. La Argentina debe seguir promoviendo su causa por la soberanía de las Malvinas y otros territorios insulares adyacentes ante las organizaciones mencionadas, presionando por el respeto por el Tratado de Tlatelolco y la eliminación de las armas nucleares en potencias de bajo rango como el Reino Unido. La Argentina debe además estrechar sus lazos con la Federación Rusa, como contrapeso a Inglaterra en el Consejo de Seguridad de la ONU, y aumentar la cooperación bilateral y en particular en el Continente Antártico con Rusia. Los ingleses solo respetan a quien tiene fuerza.