El martes 6 de noviembre se van a celebrar las elecciones presidenciales estadounidenses que van a decidir no solo quién guiará el destino de EE.UU., sino posiblemente si la única superpotencia del planeta se verá envuelta en una nueva guerra en Oriente Medio que podría convertirse en guerra mundial, arrastrando así al mundo a su destrucción. Se ha visto la política exterior del presidente Barack Obama en los últimos cuatro años y se tiene una idea de lo que puede ocurrir en este sentido. En cambio, cabe analizar las posturas e intenciones en política exterior del candidato a la Presidencia por el Partido Republicano, Mitt Romney, en base a sus declaraciones y las de miembros prominentes de su partido en el Congreso de EE.UU.
Existe una firme voluntad por parte de Romney, secundada por prominentes políticos republicanos que incluyen a su candidato al puesto de vicepresidente Paul Ryan, miembro prominente de la Cámara de Representantes, de seguir una línea dura en las relaciones de EE.UU. con Irán, Siria, Rusia y China de ser elegido presidente. Aunque parezcan cada uno de estos países casos aparte, están hasta cierto punto relacionados unos con otros en cuanto a relaciones estratégicas y geopolíticas se refiere. En particular, la línea política que Romney seguiría como presidente con respecto a Irán se caracteriza por una dureza, falta de flexibilidad diplomática y amenaza de intervención militar que se centra en el convencimiento de que los iraníes persiguen en secreto el desarrollar un arsenal nuclear con el cual amenazarían a Israel, el aliado más estrecho de EE.UU., a Europa y a los mismos Estados Unidos.
El principal argumento de Romney, detrás del que afirma que el programa nuclear de Irán persigue obtener armas nucleares, es que la República Islámica está cerca de obtener una “capacidad de [desarrollar] armas nucleares” por su enriquecimiento de uranio. Otro argumento apoyado por Romney y su candidato a vicepresidente es que EE.UU. carece de credibilidad por la política de Obama hacia Irán, por lo que hay que demostrar dicha credibilidad y también imponer una fecha límite al progreso del programa nuclear iraní, límite ('raya roja') que de cruzar Teherán provocaría una intervención militar, tanto de Israel como de EE.UU., para destruir las instalaciones del programa nuclear de Irán. También Romney ha expresado su disposición a presionar a Rusia para forzarla a que apruebe sanciones incapacitantes contra Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU, dejando saber además que pediría a Israel que le informase como presidente estadounidense de su intención de atacar a Irán, en caso de tener la intención de hacerlo, antes de llevar a cabo su ataque. Esta última intención reflejaría no solo el deseo de Romney de saber cuándo atacaría Israel a Irán para así apoyar su ataque, sino también su falta de voluntad como futuro presidente de oponerse a un ataque israelí, dándole carta blanca a Israel contra Irán.
Es probable también que un presidente Romney adopte la línea dura expresada por la influyente presidenta del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, la representante republicana por la Florida Ileana Ros-Lehtinen, quien en un artículo de opinión del pasado viernes criticó al Gobierno de Obama por entablar conversaciones y “negociaciones sin sentido” con Irán acerca de su programa nuclear, tachando esta voluntad negociadora de “ingenua”. Esto se podría traducir en una política de rechazo a negociar con Teherán y de adopción de una política guiada por el ultimátum, como la amenaza dada por el anterior presidente George W. Bush al Gobierno afgano talibán antes de la invasión de Afganistán, de estar o “con nosotros o contra nosotros” al demandar la entrega a EE.UU. del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, sin antes haber dado pruebas de su complicidad en los atentados del 11 de septiembre de 2001, como primero pedía el Gobierno talibán de Kabul antes de entregarlo. Y ya se ha visto lo larga y costosa que ha sido la guerra y la ocupación militar de Afganistán –
y quizás también fútil– tras haber sido el país centroasiático invadido sin el Gobierno de Bush hijo haberlo pensado dos veces y haber prestado atención a las lecciones de la historia aprendidas por británicos y soviéticos.
Hay que recordar que Irán afirma que su programa nuclear es pacífico para generar energía eléctrica y producir isótopos radiactivos con fines investigativos y de tratamiento de cáncer. El enriquecimiento de uranio en un 20% al que ha llegado Irán es necesario para la producción de isótopos médicos. Por otra parte, el uranio tiene que ser enriquecido por lo general en un 80-90% para lograr hacer un arma nuclear efectiva. Pero enriquecer uranio a este alto nivel de enriquecimiento no es suficiente, pues hay que convertirlo en un arma que pueda ser lanzada en un misil o en una bomba aérea. Según las agencias de inteligencia de EE.UU., Irán abandonó la idea de desarrollar armas nucleares en 2003, no habiendo evidencia indiscutible de que actualmente tenga un programa de armas nucleares.
Irán no tiene la bomba atómica ni tiene intención de obtenerla, según sus declaraciones oficiales. En contraste, Israel tiene unas 200-400 armas nucleares, si no más, probablemente incluyendo ojivas a nivel de megatón, equivalentes a un millón de toneladas de TNT. También posee el nuevo misil balístico intercontinental Jericó-3, que puede tener alrededor de 10.000 km de alcance, siendo capaz según otra fuente de alcanzar 11.500 km. También se ha reportado que Israel tenía a la Unión Soviética como blanco para sus misiles balísticos desde mediados de los años 80, y es probable que Rusia siga siendo un blanco potencial de las fuerzas nucleares israelíes por su apoyo a Irán y Siria. Otro ejemplo es Japón, estrecho aliado de EE.UU., del que se informó hace siete años que poseía 45 toneladas de plutonio capaz de ser convertido en armas nucleares como parte de un plan secreto de Tokio de fabricarlas en caso de emergencia, teniendo la capacidad técnica para desarrollarlas en seis meses.
Un ataque israelí-estadounidense contra Irán, con el apoyo de los países de la OTAN, podría provocar la intervención de Rusia y China, aliados estratégicos que intervendrían para impedir la destrucción impune de su aliado por Occidente, pudiendo desencadenarse la III Guerra Mundial. Rusia en particular ha de ser tratada por los EE.UU. con el tacto de la Guerra Fría, el mismo tacto que tuvo Washington hacia el Moscú de la Unión Soviética, pero esto no parece estar en la mente de Romney, de los líderes del Partido Republicano en el Congreso y sobre todo de los gobernantes israelíes. Se equivoca el analista de la Institución Brookings Michael O’Hanlon al expresarse este lunes en una entrevista televisiva de Fox News de que no existe ahora una situación de tensión entre superpotencias que pueda desembocar en una guerra nuclear, como lo fue la Crisis de los Misiles de Cuba, cuyo 50 aniversario se acaba de cumplir. Más bien, sí que hay situaciones de tensión entre la superpotencia EE.UU. y la gran potencia que es la Federación Rusa por temas como el de la amenaza de un ataque contra Irán, la amenaza de una intervención de la OTAN en Siria o el tema de la defensa antimisiles europea. Un ataque contra Irán o incluso Siria sería la 'raya roja' que Rusia y China no estarían dispuestas a tolerar y pasar por alto.
El próximo presidente de los EE.UU. debe de impedir que estalle una guerra, guerra que puede evitarse de ser causada por un ataque israelí. No debe de olvidarse que la Primera Guerra Mundial le costó la vida a más de 16 millones de personas, de las cuales 10 millones fueron militares y más de seis millones civiles. Menos aún se debe olvidar la Segunda Guerra Mundial con sus casi 56 millones de muertos, de los cuales 30 millones fueron civiles, incluyendo seis millones de judíos exterminados en el Holocausto por Alemania. Una guerra nuclear fácilmente podría triplicar la cifra de muertos de la última guerra mundial y de originarse en Oriente Medio podría llevar a la destrucción de Israel y sus vecinos. La destrucción del Estado judío podría llevar a la aniquilación por medio de armas nucleares de buena parte de la humanidad, si la amenaza hecha por un prestigioso profesor de historia militar israelí se cumple en esa eventualidad. Así, según el autor David Hirst en su libro 'El arma de fuego y la rama de olivo' ('The Gun and the Olive Branch') en su última edición en la página 119, el famoso profesor israelí Martin van Creveld de historia militar en la Universidad Hebrea de Jerusalén dijo, al referirse al tema de cómo reaccionaría el mundo de Israel llevar a cabo la limpieza étnica de la población palestina durante la Intifada en 2003, lo siguiente:
“Nosotros poseemos varios cientos de ojivas nucleares y cohetes y podemos lanzarlos contra blancos en todas las direcciones, quizás incluso contra Roma. La mayor parte de las capitales europeas son blancos de nuestra fuerza aérea... Permítame citar al General Moshe Dayán: ‘Israel debe ser como un perro loco, demasiado peligroso para ser molestado’... Debemos de tratar de prevenir las cosas antes que lleguen a ello, si hace falta con todo lo posible. Nuestras Fuerzas Armadas, sin embargo, no son la trigésima más fuerte del mundo, sino más bien la segunda o tercera. Nosotros tenemos la capacidad de hacer caer el mundo con nosotros. Y yo le puedo asegurar que eso va a pasar, antes que Israel se vaya abajo”.
Con un alcance de 11.500 km, los misiles Jericó-3 pueden llegar a toda Europa, hasta Pekín en China, cubrir toda África, hasta Perth en Australia, toda la parte centro-este de EE.UU. hasta Houston, Texas o llegar hasta Caracas, Venezuela y São Paulo en Brasil. Es errónea la política de Romney de darle carta blanca a Israel para atacar a Irán, pues EE.UU. debe de demostrar liderazgo y presionar a los israelíes para que no ataquen para buscar una solución negociada al conflicto con Irán. La paz del mundo lo demanda.