Pinkerton alega que los siglos XV al XVII fueron "los años de gloria de riqueza y poder españoles" y añade que en los museos españoles se ven "pocas pinturas por no españoles de siglos más recientes" y que esto indicaría que ya no había dinero en España para comprar obras de arte extranjeras, como en los siglos mencionados arriba. Deseo en este sentido aclarar que parece omitirse el siglo XVIII, siglo de recuperación económica, de continuo flujo de oro y plata americanas, en el que los reyes Borbones españoles encargaron pinturas a artistas extranjeros de renombre como el italiano Corrado Giaquinto, el francés de ascendencia flamenca Louis-Michel van Loo, los italianos Jacopo Amigoni y Juan Bautista Tiépolo, el alemán Antón Rafael Mengs o el francés Jean Ranc. Y debe añadirse que no haría falta buscar artistas de fuera con las obras del gran pintor español Francisco de Goya y Lucientes de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Había dinero para invertir en arte en el siglo XVIII y ejemplos son la construcción del nuevo Palacio Real de Madrid, del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, del Palacio Real de Riofrío, la ampliación y terminación de la construcción del Palacio Real de Aranjuez o la remodelación y ampliación del Palacio Real de El Pardo.
Palacio Real de Madrid, en cuyo diseño y construcción participaron tres arquitectos italianos:
El comentarista de Fox News sostiene que por las pinturas holandesas y flamencas del siglo XVII que vio en los museos madrileños del Prado y Thyssen-Bornemisza, "muchas de las calles y plazas de la ciudad estaban pavimentadas [en Holanda y Flandes]; aquéllas en España no lo estaban". Ante esto me basta citar la obra del gran historiador Francisco Morales Padrón, de la Universidad de Sevilla, 'Historia de Sevilla. La ciudad del Quinientos. Volumen III', en la que revela en la página 36 que la ciudad de Sevilla tenía suelo de ladrillo y que en tiempos de los Reyes Católicos había un inspector que examinaba el que el enladrillado de las calles sevillanas estuviese en óptimas condiciones, pues si no lo estaban, el Cabildo pagaba por las reparaciones del enladrillado y después le pasaba la factura al vecindario. Pero las ciudades españolas de la Península Ibérica de los siglos XV al XVIII no eran las únicas pavimentadas. Como ejemplo, se habla que tras el saqueo por el pirata británico Henry Morgan de la ciudad panameña de Portobelo en 1668, los piratas se llevaron todo excepto las "tejas y piedras del empedrado" de las calles de la "desafortunada ciudad". Otro ejemplo era Ciudad de México, que desde ya el siglo XVI tenía calles empedradas. Y yendo más atrás, antes de la conquista romana de la Península Ibérica ésta tenía ciudades y poblaciones con calles pavimentadas. Así dice el historiador Ciriaco Pérez-Bustamante de la población ibérica hallada en el pueblo de Azaila, en la provincia aragonesa de Teruel, "que era una verdadera ciudad" que tenía "calles enlosadas, [y] aceras". La cultura ibérica se desarrolló desde el año 500 hasta el 133 antes de Cristo. Otro ejemplo fue la ciudad celtíbera de Numancia, que tuvo "calles rectas y simétricas, aceras y piedras para pasar de un lado a otro de las calles".
Como ejemplo de que las calles de Madrid, la capital española, no estaban pavimentadas en el siglo XVIII, Pinkerton presenta como prueba una pintura de ese siglo en la que carruajes de caballos levantaban el polvo de la tierra en el Paseo del Prado. Esto no ha de sorprendernos, pues el Paseo del Prado al estar en los límites del Madrid de aquel entonces era considerado un paseo campestre, un jardín urbano, de ahí su nombre, 'Prado'. No lejos de su famosa Fuente de la Cibeles se halla la Puerta de Alcalá, también construida en el siglo XVIII para marcar los límites de Madrid, estando cerca también el Palacio del Buen Retiro, residencia real medio campestre de recreo del siglo XVII fuera del bullicio del viejo casco urbano madrileño y del antiguo Real Alcázar de Madrid. Y según el número XV de 'La Ilustración Española y Americana', de abril de 1888, la villa de Madrid en 1778 tenía "sus calles empedradas", poseía "alumbrado público", un "cuerpo de serenos" para proporcionar seguridad por las calles de Madrid durante la noche, "grande y espacioso paseo [del Prado] con fuentes monumentales y frondoso arbolado", etc. Y no nos olvidemos de Ciudad de México, la capital del Virreinato de Nueva España, que en el siglo XVIII era tan magnífica que viajeros franceses la elogiaron como mejor que París, resaltando si bien recuerdo entre otras cosas su limpieza.
¿El presidente John F. Kennedy reaccionario durante la Crisis de los misiles de Cuba?
Los prejuicios antiespañoles de la Leyenda Negra se aprecian en el argumento del artículo de 'The American Conservative' que las sociedades burguesas de los Países Bajos, católicas y protestantes, experimentaron un progreso político, económico y social que las elevó por encima –dice él– "de los gobernantes feudales y reaccionarios de España", ignorando que los burgueses católicos de los Países Bajos españoles en los siglos XVI y XVII prosperaron bajo la protección y gobierno de quien en la mayor parte de aquellos siglos (excepto por el periodo de 1598-1621) fue su señor temporal, el Rey de España. Y nada más alejado de la realidad histórica lo de "gobernantes feudales y reaccionarios". Los Reyes Católicos establecieron las bases de uno de los primeros estados modernos de la Europa de su tiempo. Acabaron, por ejemplo, con la rebeldía y descontrol de la nobleza feudal española, llegándose por ejemplo a la demolición de castillos en Galicia para impedir que los usasen los nobles para rebelarse contra la Corona. Estos monarcas más bien transformaron a los nobles, que hasta ese entonces eran señores feudales, en miembros de una nobleza cortesana, presente en la Corte junto a los Reyes y dedicada al servicio del Estado. Los Reyes Católicos introducen con fuerza la idea del estado moderno caracterizado por la centralización administrativa para sostener el poder absoluto de la Corona, por la unidad política y religiosa, por el establecimiento de un ejército permanente reemplazando el basado en obligaciones feudales, etc. Bajo los reyes Carlos I y Felipe II se desarrolla el gobierno a base de consejos, como el Consejo de Castilla, el de Estado, el de Indias, basados en expertos que antecedían y quizás superaban en especialización a los ministerios posteriores. Y en cuanto a reaccionarios, la defensa de la fe católica por monarcas como Felipe II equivalía a la defensa del capitalismo y la democracia liberal por EE.UU. y presidentes como Ronald Reagan durante la Guerra Fría, pues el comunismo del siglo XX por su militancia y desafío del orden establecido occidental equivalía al protestantismo del siglo XVI. Si los reyes españoles de los siglos XVI y XVII fueron reaccionarios, entonces también lo fueron los presidentes Harry S. Truman, Dwight D. Eisenhower, John F. Kennedy y Ronald Reagan o antes Abraham Lincoln, al reaccionar este con la fuerza militar contra la independencia de los estados sureños de la Confederación.
Para probar su argumento de que los gobernantes españoles no invertían en el bienestar de su pueblo, Pinkerton dice entre otras cosas que Holanda en el siglo XIX tenía más de tres veces el índice de alfabetismo de España. A esto hay que decir que para 1900 Holanda tenía una población de unos 5.100.000 habitantes mientras que la población española ese año era de unos 18.600.000. El índice de alfabetismo de los holandeses en 1900 era de un 85%, mientras que en España lo era de cerca de un 44%. Ciertamente que las diferencias porcentuales son significativas, pero no hay que olvidar que a la pérdida de la mayor parte de su imperio americano con sus minas de plata y oro, hay que añadir en el siglo XIX la Guerra de Independencia española contra la Francia de Napoleón, la segunda invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis (130.000 soldados), tres guerras civiles carlistas, levantamientos y golpes de Estado militares, inestabilidad social y política con un cambio de monarquía a república y otro de vuelta a la monarquía, etc., mientras que Holanda experimentó un período de relativa estabilidad, paz y prosperidad durante el siglo XIX. Más aún, Holanda tiene un área y población mucho menores a los de España, teniendo Holanda una densidad poblacional mucho mayor, lo que facilitaría para 1900 la educación de su más pequeña población. España en cambio poseía para 1900 como posee actualmente una distribución poblacional muy irregular, además de sufrir de una densidad poblacional menor a la de la mayoría de los países de Europa Occidental, lo que habría dificultado en el siglo XIX la educación de la población. Con todo, el número total de alfabetizados en España fue en 1900 de unos 8.170.000, mientras que el de la población holandesa, más pequeña, era de más de 4.300.000.
Contando España con una población de 10.536.000 en 1797, según el historiador y economista Gabriel Tortella en su libro 'El Desarrollo de la España Moderna' (versión en inglés), su índice de alfabetismo entre 1750 y 1805 habría sido -incluyendo el 11,69% de semialfabetizados- de alrededor del 49,94% (aproximadamente unos 5.260.000 en 1797), habiendo un 50,04% de analfabetos citando cifras del trabajo de Jacques Soubeyroux titulado 'Niveles de alfabetización en la España del siglo XVIII'. En comparación, para fines del siglo XVIII la población de Inglaterra era de unos 9 millones, teniendo un índice de alfabetismo del 63% (unos 5.670.000). En contraste, Francia, con una población más de tres veces mayor que la de Inglaterra, tenía para fines del siglo XVIII un índice de alfabetismo de alrededor de un 37% (más o menos unos 10.360.000 si su población total era de 28 millones).
La masacre de Wounded Knee ('rodilla herida') de diciembre de 1890 cometida por el U.S. Army contra los indios Sioux. 20 soldados recibieron la Medalla de Honor del Congreso:
Pinkerton alega que los casi 800 años de guerra de la Reconquista cristiana en España contra los musulmanes dejó una "mancha roja sangrienta" en la "cultura española", creando en esta un "virus" de aventuras militares que infectó a los españoles, contrastando ello, según este autor, con los "solo" 130 años de guerras de religión en Europa, las que realmente duraron 166 años desde 1524 hasta al menos la batalla del Boyne de 1690 en Irlanda, incluyendo la guerra polaco-sueca de 1655-1660 entre la luterana e invasora Suecia y las católicas Polonia y Lituania. Realmente toda Europa y no solo España ha estado en guerra desde los buenos tiempos del Imperio Romano cuando imperaba la Pax Romana. No olvidemos por ejemplo: las guerras de los francos de Carlomagno en los siglos VIII y IX contra los paganos sajones, contra los vikingos, contra los ávaros (turcos descendientes de los hunos de Atila) en la actual Hungría, contra los navarros de Pamplona y los moros españoles de Zaragoza antes de establecer la Marca Hispánica; los ataques vikingos por toda Europa Occidental desde fines del siglo VIII hasta el siglo XI; los ataques de los húngaros a caballo por la misma extensión geográfica durante la primera mitad del siglo X; las Cruzadas (unas nueve en total) protagonizadas mayormente por franceses (francos), flamencos, alemanes, ingleses e italianos en el Levante entre los años 1095 a 1291; las numerosas guerras feudales en Europa en las que señores feudales asediaban el castillo del contrario y la Guerra Anglo-Francesa de 1202 a 1214 entre el Rey de Inglaterra Juan Sin Tierra y el rey de Francia Felipe II Augusto; las guerras de conquista del siglo XIII de los Caballeros Teutones alemanes contra los pueblos bálticos y contra los rusos, habiendo estos últimos derrotado bajo el mando del príncipe Alexander Nevsky de Novgorod la invasión de los Caballeros Livonios de la Orden de los Caballeros Teutones en 1242; la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra desde 1337 hasta 1453 con sus sangrientas batallas de Crécy, Poitiers y Angicourt, que se extendió a la guerra civil de Castilla (entre el rey Pedro I el Cruel y su medio hermano y futuro rey Enrique II Trastamara) y que además incluyó la guerra civil francesa entre el partido de los Armagnac y los del duque de Borgoña; las guerras de los condotieros mercenarios de los siglos XIV y XV en Italia; la Guerra de las Rosas, la guerra civil inglesa tras la Guerra de los Cien Años; las guerras entre el duque Carlos de Borgoña y la Confederación Suiza también de la segunda mitad del siglo XV; las guerras de Italia de fines del siglo XV y del primer tercio del siglo XVI; las guerras de religión ya mencionadas y ya en el siglo XVII la Guerra de los Veinticuatro Años (o Guerra Franco-Española de 1635-1659) iniciada por Francia contra España, la Guerra Civil Inglesa, las tres guerras navales angloholandesas, las guerras contra la Francia de Luis XIV; la Guerra de Sucesión de España a comienzos del siglo XVIII y en este siglo la Gran Guerra del Norte entre Rusia y Suecia, la Guerra de Sucesión de Polonia, la Guerra del Asiento (o de la Oreja de Jenkins) iniciada por Gran Bretaña contra España, la Guerra de Sucesión de Austria, la Guerra de los Siete Años, la Guerra de la Revolución Americana, las guerras de la Revolución Francesa y Napoleón de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, etc., etc., etc… Europa ha estado en guerras constantes, culminando en las dos guerras mundiales y las guerras de la ex Yugoslavia del siglo XX, así que no se puede decir que España ha sido la única en hacer la guerra o el país que lo ha hecho con más frecuencia en Europa.
Escena de la película 'Hidalgo'. En la matanza de Wounded Knee el U.S. Army masacró a 90 hombres y a 200 mujeres y niños indios Sioux, muriendo después otros 7 por sus heridas:
Añade Pinkerton que, debido a su belicismo, "muchas generaciones de hombres jóvenes querían ser el próximo Cid" en España y que una vez que la reconquista se acabó en la Península Ibérica "los españoles todavía sentían la necesidad de combatir musulmanes en otra parte; España nuevamente trató de probar la suerte en la invasión del Norte de África". La respuesta a esto es que Portugal, y sobre todo España, llevaron a cabo campañas militares y navales en el Norte de África como guerras preventivas contra los piratas berberiscos que operaban desde las costas de Berbería, o sea, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia contra el tráfico mercantil marítimo cristiano del Mediterráneo Occidental. Además, los piratas berberiscos atacaban con frecuencia también las costas cristianas peninsulares del sur de España y del Mediterráneo, las costas del sur de Portugal, las Islas Baleares y las costas de Italia, incluyendo las de Sicilia, del Reino de Nápoles, de Cerdeña, Córcega, Génova, Toscana, el Lacio y Malta, llevándose a veces los piratas moros poblaciones enteras de la costa como esclavos, hombres, mujeres y niños. Se estima que de los siglos XVI al XIX, de 800.000 a 1,25 millones de europeos, la mayor parte de España, Italia y Portugal fueron capturados como esclavos por piratas berberiscos y turcos operando desde Berbería. España llevó a cabo campañas de conquista de puertos del Norte de África para negárselos a los moros como bases desde las que lanzar sus incursiones de piratería. Además, ya en el siglo XVI Libia, Túnez y la ciudad de Argel eran parte del Imperio Otomano, la gran amenaza de la Cristiandad Occidental, y sus puertos servían de base para llevar a cabo ataques navales y anfibios turcos y, potencialmente, para una nueva invasión turca en el Mediterráneo Occidental. El famoso escritor español Miguel de Cervantes, autor de 'Don Quijote de la Mancha', fue capturado en el mar por piratas argelinos cerca de las costas catalanas, permaneciendo como esclavo en Argel durante cinco años. Las expediciones portuguesas y españolas en el Norte de África estaban motivadas también por la lucha de estas potencias cristianas contra el Islam, ya que la región norteafricana había sido cristiana (y también parte de Occidente por haber sido parte del Imperio Romano) antes de la invasión árabe de la región de Berbería, iniciada en el año 647. Portugal incluso tuvo motivos económicos para conquistar la ciudad marroquí de Tánger en 1471 después de tres tentativas, una conquista que le negó a los moros el puerto por el cual vendían el oro del África Occidental (proveniente de Ghana y de Timbuktú en Malí) a los estados italianos.
¿Sería acaso que cuando el Presidente de los EE.UU. Thomas Jefferson envió buques de guerra de la incipiente Armada de EE.UU. a la costa de Berbería como parte de la llamada Primera Guerra de Berbería de 1801 a 1805 y en la que es famoso el ataque naval americano contra la ciudad libia de Trípoli de 1804, que este 'padre fundador' de los EE.UU. pensó en querer ser como el Cid? O sería más bien el hecho de que EE.UU. tenía que pagar tributo a los estados de Berbería para evitar que sus barcos mercantes fuesen atacados por los piratas berberiscos y que, sometidos sus intereses a vejaciones, agresiones y la exigencia de mayor tributo a pagar, llevó a los EE.UU. a atacar Trípoli? Los mismos motivos que llevaron a España a combatir contra los piratas berberiscos tanto en la mar como en el Norte de África en los siglos XVI, XVII y XVIII se reflejan en la respuesta que el embajador libio de la ciudad de Trípoli, en palabras de los plenipotenciarios americanos, le dio en Londres a Thomas Jefferson y John Adams en 1785 cuando los negociadores estadounidenses le preguntaron por qué Trípoli amenazaba con hacerle la guerra a naciones que no le habían agredido, como los EE.UU.: "Estaba escrito en su Corán, que todas las naciones que no han reconocido al Profeta [Mahoma] eran pecadores, contra quienes era el derecho y deber de los creyentes [musulmanes] de saquear y esclavizar; y que cada musulmán que haya sido muerto en esta guerra estaba asegurado de ir al paraíso".
Los gobernantes de EE.UU. han alegado que invadieron Afganistán en 2001 para impedir que este país bajo control talibán siguiese siendo usado como santuario de bases de terroristas islamistas desde las que pudieran planear y atacar de nuevo a los EE.UU., después de los atentados de Al-Qaeda del 11 de septiembre de aquel año. Igualmente, España atacó y conquistó ciudades de la costa de Berbería para impedir que fuesen nidos de piratas y mercados de esclavos cristianos, puertos desde donde estrangulaban el tráfico marítimo europeo mediterráneo y devastaban y despoblaban las costas españolas e italianas.
Finalmente, antes de hablar de las tendencias sanguinarias y belicistas de los españoles del siglo XVI -tendencias que son producto de una visión prejuiciada antiespañola anglosajona en vista de las guerras que todos los europeos en general, y los ingleses en particular, practicaban (estos últimos contra Escocia, los irlandeses, Francia, España y después Holanda)– hablemos desde una perspectiva histórica y sociológica de la experiencia de la violencia en los EE.UU.
El uso de la violencia se puede caracterizar en los EE.UU. por cuatro elementos: 1)Tendencia social a usar la violencia para resolver disputas. Esto se puede apreciar desde el recurso de los puñetazos para responder a desacuerdos en un entorno social como resolver a tiros de arma de fuego disputas personales, como se vio en el Lejano Oeste norteamericano o las disputas de clan entre los Hatfield y los McCoy en el siglo XIX. El uso frecuente de demandas judiciales en la sociedad americana ha sido ya desde el siglo XVII durante el periodo colonial inglés un medio para reemplazar con medios legales el recurso de la violencia para resolver disputas, pero la tendencia a la violencia suele resurgir hoy en día de vez en cuando; 2) La cultura de las armas de fuego en la sociedad estadounidense, nacida originalmente de los colonos fronterizos ingleses y después estadounidenses como medio de sustento a través de la caza para obtener alimentos o pieles para vender, como medio de defensa contra las fieras, los indios hostiles, los forajidos o los enemigos de potencias extranjeras en caso de guerra; 3) La cultura de la muerte que promueve la violencia en películas de Hollywood, programas de televisión y juegos de video y que, probablemente, satisfacen el gusto de muchos norteamericanos por la violencia. Dicho gusto se pudo ver en las masacres y genocidio de indios en Norteamérica desde los siglos XVII hasta fines del XIX y de filipinos desde 1899 hasta 1913 tras la conquista por los EE.UU. de las Islas Filipinas a España en 1898; en los linchamientos de estadounidenses negros en el Sur de los EE.UU., ocurriendo éstas bárbaras prácticas a veces como picnics y eventos sociales; en el ametrallamiento por parte de pilotos de caza estadounidenses de civiles alemanes al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando habían recibido órdenes de ametrallar todo lo que se moviese, ametrallando incluso a mujeres y niños; en celebrar las ejecuciones públicas de reos; en la práctica de los abortos legales, que fueron ya más de 55.613.000 desde 1973 a 2012 en los EE.UU.; y en el gusto de disparar a todo lo que se mueva por el hecho de matar, fueran raras iguanas de las Islas Galápagos tiroteadas por soldados americanos basados en la Isla Baltra durante la Segunda Guerra Mundial -poniendo a estos reptiles en vías de extinción-, bisontes americanos o búfalos, a los que desde los trenes en el siglo XIX disparaban los pasajeros por el placer de matar, llegando a haber hasta 30 millones de búfalos de los que millones fueron también muertos por motivos económicos, quedando al final sólo 541. Está también el gusto en los casos más extremos de masacrar personas con armas de fuego por parte de individuos inadaptados, como la matanza de diciembre de 2012 de 20 niños y 6 adultos en la escuela de Newtown, Connecticut por el antisocial Adam Lanza o la masacre de 29 civiles palestinos en Hebrón con 125 heridos cometida por el médico estadounidense Baruch Goldstein en 1994.
La cultura de la muerte de EE.UU. se percibe también en el gusto morboso de los soldados americanos de mutilar a sus víctimas, siendo ejemplos de esto la masacre de indios de Sand Creek de 1864 por el U.S. Army, cuando los soldados americanos le cortaron el cuero cabelludo no sólo a los indios varones muertos sino también a mujeres, niños y bebés, adornando sus armas de fuego, sus sombreros y su equipo no solo con los cueros cabelludos de sus víctimas sino también con fetos extraídos del vientre de las madres y con órganos genitales y sexuales de hombres y mujeres, mostrando en triunfo estos trofeos en Denver, Colorado en un teatro y varios bares; la masacre por soldados del U.S. Army en Mai Lai, Vietnám del Sur de 1968, donde mujeres vietnamesas antes de ser asesinadas fueron violadas por grupos de soldados y en donde los cuerpos de víctimas habían sido mutilados al ser marcados sobre sus pechos con bayonetas la letra 'C' de la Compañía C a la que pertenecían las tropas americanas que cometieron la matanza; o los asesinatos en 2010 de civiles inocentes del Distrito de Maywand en Afganistán por cinco soldados del U.S. Army, en los que estos coleccionaron partes mutiladas de sus víctimas como trofeos, incluyendo parte de un cráneo, una cabeza y dedos de la mano. Estos crímenes cometidos por soldados parecen indicar que hay americanos corrientes que nunca cometerían estos crímenes en la sociedad estadounidense por temor a la ley, pero que se desahogan haciéndolo en otras tierras donde esperarían actuar con impunidad y sin temor de la justicia. Así pues, ¿quién tiene realmente en Occidente una "mancha roja sangrienta" en su cultura?