La parte sur del continente americano busca un formato integrador intentando superar barreras ideológicas que afectan a su construcción.
Sudamérica es una referencia en el deporte más popular del mundo, el fútbol. El fútbol es el deporte que más pasiones levanta en todo el planeta. La pasión es una de las características identitarias de los sudamericanos. Turistas de todo el planeta que visitan Brasil o Argentina desean asistir a un encuentro de este deporte y ver el espectáculo que representa la pasión futbolística de los sudamericanos.
Pero cuando se trata de tejer políticas comunitarias que requieren respuestas a problemáticas transnacionales, también se vive con mucha pasión. Siempre emerge el discurso impulsivo y enardecido en algunos líderes. Con ligereza de términos, salen a buscar "adversarios-enemigos"; abriendo posturas de uno u otro lado según su enfoque. Mientras que el presente, demanda que los desafíos sean una convocatoria a unificar criterios y crear instituciones para todos. Apropiarse de tal o cual identidad institucional bajo determinado paraguas ideológico, solo aleja la posibilidad de contener masivamente a ciudadanos, el efecto es hacia la segmentación.
Modelo europeo, similitudes y diferencias
El proceso de integración en Europa ha sido algo muy costoso pero allí se pudo sortear el obstáculo de las ásperas heridas de la post-guerra. Con los activistas anti-integración, que militaron durante años frente a los integracionistas de diversos matices políticos que constituyeron desde sólidas instituciones los pilares del bloque comunitario del viejo continente.
Parte de este proceso se tejía en tiempos de la “guerra fría” con un mundo dividido ideológicamente en dos, pero con visionarios que siempre apostaron por un escenario “multipolar” porque siempre el horizonte era una Europa actuando como bloque.
Hoy la crisis del “Euro” muestra activos a los “euro-escépticos” que abogan por el fin de la moneda única, definiendo las dos posiciones que hacen una competencia en la arena política, los “Integracionistas” vs “anti-integración”. (pro europeos vs euroescépticos).
Aquí se visualiza un gran logro donde se han alcanzado destacados niveles de integración, desde el fortalecimiento de las instituciones para abrazar los intereses de todos los ciudadanos de las comunidades europeas. Donde se ha progresado superando las diferencias existentes de tinte político o ideológico, enfocando esfuerzos para la participación de todos y sin demonizar a aquellos líderes que más activamente se expresan a favor de propuestas que rompen con el formato comunitario.
Desafío de despolitizar
Para la parte sur del continente americano, el proyecto político integracionista más ambicioso y que ya ha dado los primeros pasos concretos por establecerse con autonomía es UNASUR (Unión Sudamericana de Naciones del Sur).
Pero hoy, en cualquier ciudad de los doce países miembros donde se pregunte a los ciudadanos, al margen de la distancia con la UNASUR, se expresarán a favor o en contra de esta entidad según su color político y la simpatía que tengan con algún dirigente político.
La iniciativa que prospera es UNASUR, pero la entidad está asociada a liderazgos políticos que no contentan a todos en la región. Y por ello, aplicamos esa 'pasión sudamericana' y se toman posturas a favor o en contra. Donde emergen aquellos que buscan imponer un pensamiento único en un monoenfoque que no contiene, un error sobre el cual habrá que madurar para comprender que UNASUR debe ser el pilar integracionista para todos.
No es imaginable el progreso integracionista sin existencia de instituciones que trasciendan a los políticos de turno y que eso sea percibido por la ciudadanía. Y si se asocia en la imagen colectiva que tal desarrollo institucional es un producto o una construcción ideológico/partidaria, estamos segmentando un proyecto necesariamente amplio y abarcativo.
Distancia y escepticismo
Un déficit de la dirigencia política es lograr que las instituciones tomen proximidad con el ciudadano. A esto se suma que los propios ciudadanos actúan manteniendo distancia con los temas de la agenda política internacional, a la vez de tener una visión negativa de toda la clase política que les aleja aún más de la participación y el compromiso de las comunidades en causas que demandan mucha cooperación y protagonismo del ciudadano.
Es un diagnóstico poco alentador, pero es la realidad cotidiana. Que marca aquellos factores que inciden en construir con solides, el tejido de un foro o un espacio donde interactúen representantes diplomáticos de los países de la región.
Ese espacio también es UNASUR para que se actúe políticamente en iniciativas que no tienen intereses contrapuestos entre los Estados miembros.
Superar distancia y escepticismo es un desafío para todas las partes, aquí debemos depositar nuestra “pasión” sudamericana en actitud constructiva.
Buenos objetivos, señales diversas
La reciente formalización del Arco del Pacífico, compuesto por Colombia, Perú, Chile, México y Costa Rica, donde los presidentes de estas naciones sellaron una nueva alianza estratégica con objetivo comercial, pero con numerosos capítulos en una agenda de trabajo a multinivel, que se superpone con lo que estos mismos presidentes se comprometen en el seno de la UNASUR.
Esto abre nuevos ensayos e interpretaciones geopolíticas que se orientan hacia Washington, frente a un papel de mayor autonomía decisoria como la que impera en esta década para los bloques regionales en pos de un mundo multipolar.
Hoy el pragmatismo es argumento válido para confeccionar la política exterior de cualquier Estado, pero en el caso del Arco del Pacífico es una noticia que no deja de confundir a las ciudadanías sobre el rumbo de integración para Sudamérica. Y por supuesto, la pasión. La grandilocuente definición de considerar “un hecho histórico en la modernidad de nuestro continente”*.
Con la gran facilidad con la que tomamos partida por tal o cual postura ideológica, el Arco del Pacífico despierta nuevas pasiones cuando mayor objetividad es necesaria para alcanzar políticas de consenso regional.
Existe un aporte académico a la conformación del tejido institucional y pilar del “Tratado de Lisboa” que se llamó el “Libro Blanco de la Gobernanza Europea”. Allí se interpreta que “el concepto de gobernanza se gesta en torno a los problemas políticos de los años 60 / 70 que vinieron a conceptualizarse y englobarse en la noción de gobernabilidad, cuya tesis central es que las expectativas sociales de los ciudadanos y sus demandas al Estado han aumentado considerablemente, mientras que la capacidad y los recursos de éste para satisfacerlas han disminuido, lo que genera frustración y rechazo”. En una clara definición que se ajusta al diagnóstico del presente.
Este trabajo significó una contribución a la moderación y entendimiento para las pasiones ideológicas muy predominantes en tiempos del mundo bi-polar.
Desafíos por delante para emprender con pasión, pero integracionista
Aquí nos falta multiplicar voces a favor de la integración en UNASUR, nos faltan expertos y observadores con más presencia en los medios de comunicación que expliquen las necesidades imperiosas de estos tiempos por conformar en Sudamérica una propuesta integradora para los pueblos vecinos. Nos hemos salteado el 'libro blanco' porque estamos en la bajada de un proyecto político a la adaptabilidad de las necesidades de la ciudadanía. Un proyecto para 360 millones de ciudadanos en un espacio único del planeta, con la ventaja de contar con antecedentes históricos de buena convivencia pacífica entre las naciones. Para seguir pasos en este sentido, nos faltarán aquellos líderes que contribuyan a orientar hacia la integración pero no nos faltará en Sudamérica la pasión necesaria para lograrlo.
*Presidente del Perú Alan García en “Declaración de Lima” en Abril del 2011 (http://www.youtube.com/watch?v=x0wm2oie42Y)