Por fin se celebró en Ecuador la esperada reunión entre el Presidente venezolano Nicolás Maduro y su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos. Un encuentro como lo pidió Maduro: cara a cara y sin condiciones.
Dos mandatarios del sur, sirvieron como garantes de esta conversación: Rafael Correa, anfitrión en Quito; así como el uruguayo Tabaré Vásquez.
Es este un triunfo de la política exterior de la Venezuela Bolivariana que siempre ha abogado por la resolución pacífica de los conflictos y por su discusión en mecanismos de integración 'nuestroamericanos'.
Mientras algunos apostaban a dirimir estas diferencias a través de la decadente, tutelada y moribunda Organización de Estados Americanos, han sido los máximos representantes pro tempore de la CELAC y la UNASUR quienes sirvieron de mediadores en esta jornada.
Asumir la construcción conjunta de una frontera binacional marcada por la paz es ahora el reto que tienen ambas naciones.
El documento suscrito tanto por Maduro como por Santos y que fue leído por el presidente Correa, establece en primera instancia el retorno de los respectivos embajadores.
Expresa que se impulsará una investigación de la situación de la frontera para hallar una solución.
Adelanta que este miércoles 23 se reunirán en Caracas sendos equipos de ministros para avanzar en las exigencias de cada gobierno.
Establece, además, la "progresiva normalización de la frontera"; la coexistencia y respeto de los modelos económicos, políticos y sociales de ambas naciones.
El documento señala la necesidad de hacer un llamado al espíritu de unidad de los pueblos y finalmente expresa la voluntad de Venezuela y Colombia de seguir trabajando con el acompañamiento de Ecuador y Uruguay.
En Venezuela, el cuarto punto ha sido uno de los asuntos más controvertidos, pues muchos ven el cierre de la frontera como el torniquete aplicado a la hemorragia de combustible, alimentos, productos de primera necesidad y hasta de billetes de alta denominación.
En ese sentido, es de hacer notar que los diplomáticos usaron como adjetivo la palabra "progresiva" acompañando al sustantivo "normalización".
Según el diccionario de la Real Academia Española esto es "el acto o efecto de normalizar". Y de acuerdo con el mismo texto, el verbo "normalizar" implica: "regularizar o poner en orden en lo que no lo está".
Obviamente, la progresiva normalización de la frontera significa entonces "regularizar o poner orden en la frontera progresivamente" y no mantener el desorden y las condiciones previas a su cierre.
Según la posición expresada hasta ahora en cada escenario por el Gobierno bolivariano, para poner orden en la frontera, Colombia debe acabar con el contrabando de extracción. Ello pasa por derogar las leyes que regularizan la actividad en desmedro de Venezuela.
La acción de los llamados "pimpineros" colombianos se basa en la exportación ilegal de la gasolina más barata del mundo, obtenida en Venezuela y llevada en forma de trochas o caminos ilegales por la boscosa frontera entre los estados Táchira y Apure.
Estos contrabandistas se han constituido incluso en "sindicatos" reconocidos por el gobierno colombiano aunque han nacido al calor de una actividad totalmente ilegal.
Desde el Palacio de Miraflores, la Casa Amarilla y la Asamblea Nacional, se ha exigido que el gobierno de Santos, además, acabe con las resoluciones cambiarias lesivas contra el Bolívar y que ponga coto a las mafias cucuteñas que forman parte del entramado contrabandista.
Tal vez, el aspecto más importante de las exigencias de Caracas es que la Casa de Nariño entregue la lista de sus narcoparamilitares desmovilizados, con el fin de que los cuerpos de seguridad venezolanos verifiquen si se han o no infiltrado en su país, así como la adopción de medidas sociales de protección a los ciudadanos que viven dentro de su territorio, para evitar la diáspora a Venezuela que hoy asciende a 5.6 millones de colombianos.
Si estas prerrogativas se establecen, se podrá entonces ordenar la reapertura de los más de 2.000 kilómetros de frontera binacional.
Venezuela ha expresado la voluntad política de colaborar con la experiencia de más de 16 años al servicio de la causa de la erradicación de la pobreza, la reducción de las desigualdades y combate a la miseria mediante las misiones sociales que en repetidas ocasiones han sido puestas a la disposición del gobierno colombiano.
Queda ver si Juan Manuel Santos asumirá su responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de la Patria Grande: si seguirá los pasos de la conspiración septembrina santanderista impulsada hoy, como hace 200 años, desde el norte imperialista o si promoverá la unión de los pueblos de Nuestra América, como era el sueño del Libertador Simón Bolívar.