En 2016, Donald Trump declaró a la veterana periodista del canal CBS en Estados Unidos, Leslie Stahl, que él atacaba "estratégicamente a los periodistas para desacreditarlos y degradarlos", y así, cuando escriben "reportajes negativos" sobre él, "nadie los va a creer". Trump también se ha referido frecuentemente a la prensa crítica como 'el enemigo del pueblo', y ha señalado a varios periodistas como 'malos', 'terribles', 'estúpidos', 'flojos' y 'payasos'. Sin embargo, ese estilo de ataque contra la prensa no fue inventado por Trump. Ni él es el primer presidente de emplearlo.
Fue Richard Nixon quien armó la hostilidad contra los medios como una estrategia de defensa y táctica de guerra, frente a las acusaciones de criminalidad en la Casa Blanca y su exposición en la prensa. Muy parecido a la actitud de Trump hoy, Nixon calificó a la prensa que exponía su criminalidad como 'enemigos del pueblo'. Como recordó un asesor de Nixon, H.R. Haldeman, el polémico presidente creía que era necesario a "combatir a la prensa a través de ataques brutales y viciosos, y así crear su propia narrativa".
Años después, la misma estrategia fue empleada por el gobierno de Ronald Reagan, frente a las revelaciones sobre una brutal masacre en El Salvador —en El Mozote— efectuada por las fuerzas gubernamentales apoyadas por Washington. Recientemente, el periodista que había investigado y publicado la exclusiva sobre esa horrífica masacre, Raymond Bonner, fue vindicado cuando un general retirado en El Salvador admitió ante un tribunal, hace días, que las fuerzas militares de su país habían masacrado a más de 800 civiles en El Mozote ese diciembre del 1981.
Sin embargo, cuando Bonner publicó su reportaje sobre la masacre en El Mozote en primera plana del New York Times, donde trabajaba, no solamente fue desmentido por el gobierno de El Salvador, sino que también el gobierno de Ronald Reagan lanzó una campaña publicitaria para desacreditar a Bonner y denegar que había ocurrido la masacre. Bonner pagó el precio en aquel momento con su trabajo y su reputación. El New York Times suspendió su cobertura en Centro América y poco después, él renunció.
El gobierno de Ronald Reagan invirtió millones de dólares en la creación de una Oficina de Diplomacia Pública, liderada por el neoconservador Otto Reich, arquitecto de la guerra sucia en Centroamérica y contra Cuba y la expansión del comunismo en la región. Documentos desclasificados han evidenciado como Reich y Reagan diseminaron mentiras en la prensa para promover su guerra anti-comunista en América Latina, justificando la entrega de armas y apoyo a mercenarios y paramilitares en la región, que luego fueron responsables por la masacre, tortura, detención arbitraria, y desaparición de decenas de miles de personas inocentes.
Bonner comentó recientemente que aunque aquella época de los ochenta fue muy fuerte para la prensa, "hoy está peor". En la era de Trump, "los funcionarios públicos simplemente mienten con plena impunidad".
Un caso puntual ocurrió en estos días, después de una entrevista realizada por una veterana reportera de la Radio Nacional Pública (NPR) en Estados Unidos, Mary Louise Kelly, con el Secretario de Estado Mike Pompeo. Kelly comentó después de la entrevista con Pompeo, que el Secretario la gritó con obscenidades y se quejó de los temas y las preguntas de la periodista. Además, Kelly dijo que luego de concluir la entrevista, Pompeo la llamó a solas en su sala privada para agredirla verbalmente y degradarla. Luego la desafió a conseguir a Ucrania en un mapa sin nombres, lo cual ella hizo sin problema. Además de ser una veterana del periodismo, Kelly tiene una maestría en estudios europeos y fue profesora de seguridad nacional y periodismo en la prestigiosa Universidad Georgetown en Washington durante varios años.
Luego de hacer público el agresivo maltrato de Pompeo contra Kelly, el Departamento de Estado, bajo nombre de Pompeo directamente, publicó una nota de prensa llamando a Kelly 'mentirosa' y acusándola de manipular la entrevista y la conversación de Pompeo. Además, la declaración oficial de Pompeo insinuó que Kelly no sabía como ubicar a Ucrania en un mapa, lo cual es una acusación absurda e infantil de su parte. Para el colmo, el presidente Trump felicitó a Pompeo por su maltrato a la periodista de NPR unos días después, declarando públicamente que Mike "le dio uno bueno a ella", agregando que estuvo muy impresionado con él.
Muchos gobiernos consideran a Estados Unidos como un ejemplo en el mundo, por bueno o por malo. Y la administración de Trump no ha sido diferente. Los ataques contra la prensa desde los gobiernos del hemisferio occidental están aumentando dramáticamente. Cuando la Casa Blanca formalizó cargos criminales contra el periodista y editor de Wikileaks, Julian Assange, y pidió su extradición de Londres, donde está encarcelado en condiciones consideradas inhumanas según las Naciones Unidas, puso en marcha una cadena de eventos contra periodistas críticos a los gobiernos corruptos y/o autoritarios. El precedente creado por Washington con el caso de Assange es fatal para el periodismo y su ejercicio libre. Acusado de hacer periodismo por publicar información en el interés público, el asalto contra Assange es un ataque contra la libertad de prensa, nada más y nada menos.
Esa criminalización de la prensa con base en la Casa Blanca ahora ha servido como justificación y plataforma para otras naciones, como Brasil, para acusar y acosar a periodistas críticos que exponen sus abusos y corrupción. El gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil ha formalizado una acusación contra el periodista estadounidense Glenn Greenwald, por su publicación de reportajes exponiendo la expansiva corrupción en el gabinete de Bolsonaro. Según Greenwald, él y su familia han recibido tantas amenazas a sus vidas que tuvieron que contratar a guardaespaldas privadas para protegerlos. "En los últimos nueve meses, desde el comienzo de la publicación de estos reportajes, hemos recibido amenazas de muerte que contienen detalles e información personal y no-pública, solo conocida por el estado brasileño. Muchas amenazas han sido dirigidas a nuestros dos hijos, con sangrientos detalles".
No pueden salir de la casa sin las guardaespaldas. Y aún con esa protección, recientemente cuando Glenn apareció en vivo en un programa de televisión, un congresista del partido de Bolsonaro lo golpeó físicamente en vivo. Según Glenn, el gobierno de Bolsonaro y sus partidarios lo quieren matar, lo quieren silenciar. Algo que dice que jamás pasará. No va a caer bajo sus amenazas y su campaña de terror, ha reafirmado el periodista estadounidense.
Por toda la región latinoamericana, hay gobiernos siguiendo los pasos de Trump y sus ataques contra la prensa. En Ecuador, el gobierno de Lenín Moreno sacó a TeleSUR y RT de sus cadenas y servicios de cable. En Bolivia, el regimen de facto que asumió el poder después del golpe de estado contra Evo Morales, en noviembre 2019, hizo lo mismo —sacó a TeleSUR y RT—, y también cerró muchos medios independientes y públicos que criticaban el golpes.
El rol del periodista no es ser subordinado a un gobierno o a los intereses poderosos. Es cuestionar sus acciones y motivos, aclarar las dudas sobre sus posturas y decisiones, y exponer sus abusos ante la opinión pública cuando sea necesario. Este es un momento crítico para la prensa, los medios y los periodistas a nivel mundial. Los ataques contra los medios al estilo de Trump están expandiendo como un virus. La libertad de prensa solo existe si la defendemos y de manera unida. Como dijo Glenn Greenwald, 'el coraje es contagioso'.