Cuauhtémoc Blanco y los límites de la democracia

Javier Buenrostro

Cuauhtémoc Blanco es reconocido internacionalmente por su etapa como futbolista. Jugador insignia de la selección de futbol de México, marcó goles en tres mundiales distintos. En el campo también fue polémico por determinadas actitudes antideportivas con los rivales, lo que lo hizo estar en varias trifulcas. El 'Cuau', como se le conoce popularmente, es un personaje que nunca deja indiferente.

Tal vez lo que no se sabe más allá del territorio mexicano es que Blanco comenzó una exitosa carrera como político. En medio de una candidatura polémica, en 2015 fue elegido alcalde de Cuernavaca (Morelos), una ciudad a una hora de la Ciudad de México. Ya en el cargo, sostuvo un diferendo público con el gobernador de ese estado, Graco Ramírez, en torno al Mando Único de la Policía y por disputas presupuestarias. Esa relación ríspida animó al deportista a postularse para ocupar el puesto de su rival —una iniciativa en la que compite con el hijastro del gobernador— y a declarar públicamente que meterá a la cárcel a Ramírez por corrupto.

El 'Cuau', que pertenece a la misma coalición electoral de Andrés Manuel López Obrador, adelanta por casi 20 puntos a su más cercano competidor y será muy probablemente el siguiente gobernador de Morelos, una región compleja por su alto índice de secuestros y narcotráfico, pero muy estimada por las clases medias como lugar de descanso por el clima. En cualquier caso, es un reto complicado en su carrera política.

Candidaturas como las de Blanco —futbolistas, cantantes, actores...— son cuestionadas, la mayoría de veces con razón, porque los postulantes no cuentan ni con la experiencia ni con los méritos para realizar labores en la Administración pública: los ejercicios en los congresos o los parlamentos pueden ser menos complicados, pero las responsabilidades de dirigir un lugar donde prevalece el crimen organizado son palabras mayores. ¿Cuáles deben ser los límites en el juego democrático? ¿Una candidatura debe cumplir ciertos criterios mínimos?

Dejando en claro que no soy partidario de candidaturas como la de Cuauhtémoc Blanco —precisamente, por su falta de experiencia—, me parece que cumple con todos los requisitos legales y democráticos, aunque falla en el terreno de la 'meritocracia'. ¿Es un mal candidato? Que sea juzgado en las urnas. El refrán popular reza que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, pero no es infalible. ¿Cuál es el límite, entonces? Debería ser la democracia misma. La opinión de la mayoría, con sus posibles errores y todo. O, quizás, corremos el riesgo de dejar de ser democráticos para volvernos aristócratas, que deciden quién debe estar en las boletas o gobernar. El argumento de un ejecutivo con 'los mejores' será siempre un criterio cualitativo y subjetivo que puede caer fácilmente en terrenos y expresiones de tipo aristocrático. Me explico.

En los últimos días, en México hemos visto distintas expresiones que llaman a evitar el triunfo de López Obrador a cualquier costo. Partidos políticos rivales, así como grupos empresariales e intelectuales hablan de iluminar el voto de los ignorantes, de 'orientar' a los ciudadanos en sus decisiones como si fueran menores de edad o, de plano, advierten de la irresponsabilidad de las mayorías cuyos arbitrios son destructivos, incluso para ellas mismas. Los argumentos y lenguaje que suelen utilizar son bastantes similares a los utilizados con anterioridad para negar derechos ciudadanos a los indígenas, las mujeres o los afroamericanos. La voluntad popular para estos grupos es producto de individuos que deben ser tutelados, gente tonta e ignorante o ciudadanos ontológicamente incompletos. A continuación, tres botones de muestra.

Bartra parece observar que nuestro entorno de muerte produce aburrimiento, y adolescentes eternos, poco demócratas y con escasas ideas. Difiero. En este punto, coincido con el filósofo italiano Giorgio Agamben, quien declaró que "un pensamiento radical siempre se coloca en la posición extrema de la desesperación. El pensamiento, para mí, es esto: el coraje de la desesperanza. ¿No es eso el colmo del optimismo?". Yo veo eso en muchos simpatizantes de AMLO: esperanza, optimismo, pensamiento radical para la acción y la innovación.

Vivimos un movimiento de transformación, no una candidatura presidencial. Eso deberían entenderlo sus opositores e incluso el mismo López Obrador. El movimiento de la ciudadanía trasciende el liderazgo. Por esto, difiero también con los empresarios que dicen que el voto por el candidato de Morena es estúpido o irracional o con sus adversarios políticos, que perciben a la ciudadanía como menores que deben ser auxiliados.

Dicen que los opuestos se tocan y todas estas afirmaciones recuerdan a las vanguardias revolucionarias de Lenin, solo que estas serían las vanguardias demócratas. Si la sociedad o las condiciones históricas no están dadas para la revolución, la labor será de una vanguardia cuya principal característica es de naturaleza pedagógica, nos diría Lenin.

Bueno, nuestra vanguardia democrática pretende enseñarnos por quién votar a la ciudadanía de carácter juvenil e irracional, y por nuestra inexperiencia o falta de facultades intelectuales nos educa y da pedagogía de la democracia. "La democracia soy yo", parecen decirnos nuestros demócratas de vanguardia, quizás inspirados por algún panfleto leninista.

Uno de los múltiples límites de la democracia son las formas y expresiones de 'sus' vanguardias. Todas las opiniones son válidas, pero atribuirse la pedagogía de las masas es demasiado aristocrático y no de verdaderos demócratas. Si Cuauhtémoc Blanco o Andrés Manuel López Obrador son malos candidatos que lo decida la mayoría en las urnas, no las vanguardias en sus cotos de poder.