Elecciones casi definidas en México: ¿Qué puede cambiar?
El pasado martes se efectuó el tercer debate presidencial. No hubo sorpresas. Todo siguió en la misma tesitura de los dos anteriores. No hubo vencedor claro como en los otros dos. Cada simpatizante ve ganar al suyo. Pero eso indica que el puntero es el que conserva la ventaja, en este caso Andrés Manuel López Obrador. Durante tres meses se esperó que cayera una bomba en algún debate que cambiará el curso de la elección. Nunca pasó.
Cualquier politólogo bisoño conoce que los debates cambian muy poco el panorama electoral. La información está más dirigida al círculo rojo pero este representa una muy pequeña parte del electorado. Las preferencias suelen moverse muy poco. El debate más memorable es el de Nixon versus Kennedy, que fue el primero en ser televisado en la historia de Estados Unidos en 1960 y que gracias a su actuación inclinó la balanza a favor de Kennedy. Algo similar ocurrió en México cuando en el primer debate televisado en 1994, el candidato de la derecha, Diego Fernández de Cevallos, generó la impresión de ser un gran polemista lo que le valió ser recordado siempre por esa actuación. Fuera de esas primeras veces o por alguna cuestión extraordinaria, los debates en general no influyen en la decisión del electorado, a menos que la votación se encuentre en un empate técnico, que esto no es el caso mexicano.
Si salieron como entraron, quiere decir que López Obrador abandonó el recinto con una ventaja de 20 puntos intacta, mientras que su perseguidor, Ricardo Anaya, candidato de la derecha, lo hizo con una tendencia a la baja y en un empate técnico con el candidato oficialista, José Antonio Meade. A quince días de las elecciones y con un mundial de futbol en marcha parece que la suerte está echada. Esta opinión encuentra un respaldo en la encuesta que realizó la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) donde AMLO tiene el doble de preferencias que el segundo lugar. La misma encuesta y otras que están en el mismo sentido señalan que MORENA, el partido de López Obrador, podría llevarse la mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores y la mayoría de las gubernaturas en disputa. Un carro completo como se le conoce en México. Hay que destacar que es una encuesta encargada por empresarios, que es el sector de la sociedad que podría tener una mayor discrepancia con la candidatura de López Obrador.
Cuando empezó este proceso electoral AMLO estaba 5-7 puntos arriba del segundo lugar. Ni los más optimistas lopezobradoristas presagiaban un desenlace con más de veinte puntos de ventaja. ¿Qué pasó? ¿Dónde estuvo el punto de quiebre? Se dice que las campañas electorales se tratan de crear una conexión entre cualquier candidato y la gente. En este caso, el último debate mostró la falta de conexión con la realidad del candidato de la derecha. En un país donde la mitad de la gente vive en la pobreza, con miles de comunidades sin electricidad o internet, su mayor aportación fue ofrecerles a campesinos celulares para que consulten apps para la venta de sus cosechas y para que hagan citas médicas o tablets para que la gente tome cursos en línea. Esta falta de sensibilidad nos recuerda la frase atribuida a María Antonieta en vísperas de la revolución francesa: "Si no tienen para pan que coman pasteles".
La campaña de López Obrador fue simple y sencilla, basada en un discurso de combate a la corrupción y a las desigualdades sociales. "Que se modere la indigencia y la opulencia" es la expresión que usa AMLO, tomada del caudillo de la independencia mexicana José María Morelos. El enojo legítimo que tiene la ciudadanía contra el régimen de corrupción y privilegios que impera en la actualidad encontró un cauce en la candidatura antisistema (más que de izquierda) que representa el exalcalde de la Ciudad de México. Más aun, López Obrador ha sido bastante exitoso en transformar ese enojo en esperanza. La gente va a votar con enojo pero también con la ilusión que exista una transformación nacional.
Faltan dos semanas para las elecciones presidenciales en México y hay poco margen de maniobra ya. Con un padrón de 90 millones de electores y una probable participación del 55-60 % (50-55 millones de votos) la diferencia entre AMLO y sus adversarios políticos representa algo más de 10-12 millones de votos. Demasiado a estas alturas. En eso coinciden no solo los seguidores del lópezobradorismo, sino también los empresarios o los intelectuales de perfil más conservador. La duda ya no es sobre la victoria del líder centro-izquierdista sino de cuál será el margen de ese triunfo y lo que podría pasar si obtiene la mayoría calificada en el poder legislativo.
Pero el oficialismo no se resignará hasta el final. En estos días donde la exposición pública de los candidatos disminuirá, el régimen implementará lo que lo caracterizó por decenas de años: compra del voto, amedrentar poblaciones rurales y promover el voto corporativo de los sindicatos oficialistas. Según información de un colectivo de organizaciones civiles, los partidos compran votos por un precio que oscila entre los 25 y los 150 dólares dependiendo de la zona geográfica. Y quien lo hace con mayor frecuencia, evidentemente, es el oficialismo que cuenta con un mayor presupuesto.
¿Pronóstico?
Las encuestas señalan que López Obrador está por arriba de los 50 puntos. Sin embargo, hay que considerar lo que mencionamos en el párrafo anterior que pueden reducir la ventaja el día de la jornada electoral. El oficialismo ya no busca el triunfo sino que hará todo lo posible para evitar que López Obrador tenga mayoría en el Congreso. A eso están dedicados los operadores políticos del régimen. Con ese panorama no sería raro ver que el resultado final fuera de 45% para López Obrador (5-7 puntos menos de las encuestas que es lo que se suele operar ilegalmente el día las elecciones), mientras que sus competidores estarían en un empate técnico en 25%.
En el legislativo (Diputados y Senadores) MORENA, el partido de López Obrador de reciente creación, será la primera fuerza electoral pero quizás no le alcance a tener la mayoría calificada. Pero no le sería difícil hacer alguna alianza con otra fuerza política y que sus iniciativas puedan transitar. En las gubernaturas en disputa que son nueve, la coaliciones políticas que tienen a López Obrador como candidato presidencial pueden obtener cinco (Ciudad de México, Morelos, Tabasco, Chiapas y Puebla), la derecha una (PAN-Guanajuato), el oficialismo una (PRI-Yucatán) y otra entidad verá la victoria de Movimiento Ciudadano, un partido nacional pero cuyo fuerza se encuentra concentrada en Jalisco. Veracruz, con el tercer padrón electoral más grande de las entidades federativas, habrá de definirse en los tribunales electorales casi con seguridad ante lo cerrado de la contienda y lo tramposo que es el gobernador actual y quien busca heredar el cargo a su hijo.
En caso que los pronósticos se cumplan, el 1 de julio será una jornada histórica en México. Después de casi ochenta años un candidato con agenda nacional-popular puede ganar la presidencia. Después de amplias irregularidades (fraudes) electorales en 1988 y 2006 a la centro-izquierda mexicana se le podría reconocer un triunfo en el poder ejecutivo. Después que la alternancia política de 2000 fracasó en una verdadera transición democrática y un cambio de régimen este proceso se podría completar con la victoria de López Obrador. Veremos en dos semanas que dice el electorado mexicano.
@BuenrostrJavier
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