Hace un año que iniciaron las conversaciones para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés), "el peor acuerdo jamás aprobado" en palabras del presidente Donald Trump. El convenio al que han llegado México y Estados Unidos este lunes –dejando de lado a Canadá–, parece mostrar que el trasfondo de esta renegociación fue, al final de día, más político que económico.
Trump fustigó reiteradamente el TLCAN en la campaña y los debates contra Hillary Clinton, al igual que habló de construir un "hermoso muro" en la frontera sur de su país. Tanto el muro como el TLCAN formaban parte de la narrativa antimexicana que Trump promovió en su campaña. La idea del TLCAN era, además, un dardo particularmente dirigido a su adversaria electoral, ya que su esposo Bill Clinton fue quien firmó el acuerdo comercial.
Así, Trump creo una narrativa catastrófica sobre el TLCAN. En pocas palabras, tanto México como Canadá se aprovechaban de la buena voluntad del vecino de en medio. El arreglo debía renegociarse para revertir las "inequidades que sufría" Estados Unidos. Después de un año de estirar la cuerda, las cosas se complicaron para Trump en el ámbito local hace unos días ya que surgió el escándalo en el que está involucrado el que fuera su abogado, Michael Cohen, quien se declaró culpable de varios cargos, abriendo también la posibilidad de un proceso de destitución (impeachment) contra Trump.
Así, la peor semana del presidente estadounidense tiene como colofón la oportunidad de reivindicarse con sus bases de apoyo al llegar a un acuerdo comercial "realmente fantástico" con México y que ya lo ha empezado a vender como si fuera un triunfo épico. Trump creó un problema de la nada en su campaña electoral y lo resuelve "satisfactoriamente" en tiempos de crisis. Una estrategia y ruta de escape de muchos políticos.
El nuevo acuerdo entre México y EE.UU.
Ahora bien, entrados en materia, ¿en qué consiste exactamente este nuevo acuerdo?. Todavía no se dio a conocer el texto, así que lo que hay hasta ahora son trascendidos pero que han sido divulgados por los propios negociadores. Una de las principales cláusulas que defendió Estados Unidos fue la que tiene que ver con el sector automotriz y las reglas de origen.
Se ha pasado del 62,5 % al 75%en el valor de contenido regional para que los vehículos automotores puedan evitar el pago de aranceles. También se acuerda que el 40 y 45 por ciento del contenido de las unidades debe ser producido por trabajadores que tengan un salario de al menos 16 dólares por hora. Con esto, Trump le hace un guiño a sus electores del Midwest, que es donde se encuentran las principales armadoras de autos en Estados Unidos, limitando el outsourcing y forzando a México a mejorar sus salarios si quiere seguir funcionando como un cluster automotriz.
Estados Unidos cedió en lo que se refería a la vigencia de los acuerdos (cláusula Sunset) que buscaba quedar establecida en cinco años con posibilidad de renovación. Esto hubiera generado una mayor incertidumbre para las empresas trasnacionales que consideraran establecerse en México, ya que dejarían de ser rentables si pierden su acceso al mercado estadounidense. Se negoció que el tratado comercial tenga una duración de 16 años, con la posibilidad de revisarse cada 6. Al final de cada revisión existe la posibilidad de prorrogar el acuerdo otros 16 años o, si hay desacuerdos, tener un espacio de diez años para solucionarlos. Por el lapso de tiempo acordado, la negociación involucraría al menos los periodos de dos presidentes estadounidenses, para evitar caprichos como los del presidente Trump. Así, el acuerdo disminuye la incertidumbre para empresas que quieran asentarse en territorio mexicano aunque no lo elimina.
Hubo otros sectores que permanecen casi sin cambios o los que se introducen son menores en beneficio o perjuicio de ambos países, como lo que se refiere a la estacionalidad de las exportaciones agrícolas ya que eso afectaba a productores estadounidenses y mexicanos por igual. También se establece que la solución de controversias entre empresas y gobiernos debe ser en paneles internacionales y no dependiendo de los sectores, como venía funcionando. De igual forma, llama la atención el capítulo respecto a la propiedad intelectual, donde los derechos de autor estarán protegidos a cabalidad. Esto puede funcionar como punto de partida en futuras negociaciones como las del Acuerdo Trans-Pacífico (TPP) o aquellas que involucren a China.
De forma general, no hubo grandes cambios en términos económicos ni para México ni para Estados Unidos, aunque quizás Estados Unidos ganó ligeramente. Lo que sí es muy claro es que el fin de la negociación representa una victoria política para Trump. Con el acuerdo comercial con México, ha quedado bien con su base electoral con miras a las elecciones intermedias de noviembre y logró darle un giro positivo a su peor semana como presidente donde se manejó la posibilidad de llevarlo a juicio. Trump ha ganado tiempo, que en política significa mucho.
¿Y Canadá?
Por otro lado, también ha servido para poner contra las cuerdas a Justin Trudeau y a Canadá, que tienen cuatro días para llegar a los acuerdos que no han podido en cinco meses. La noticia fue tan sorpresiva que Chrystia Freeland, Ministra canadiense de Relaciones Exteriores, tuvo que suspender una gira europea y regresar de Berlín a Washington para retomar las negociaciones que se habían abandonado.
De no llegar a un acuerdo con Canadá pronto, Trump buscará aumentar los aranceles a sus productos en el sector automotriz y el agrícola a la vez que se desvanecerá el acuerdo trilateral. El acuerdo comercial entre México y Estados Unidos podría estar discutiéndose en el Congreso la próxima semana dejando a Canadá de lado y como un visible damnificado de la negociación bilateral que ha terminado.
La moraleja para México también debe ser clara: su comercio y las exportaciones (70-80 por ciento del total) no puede depender tanto de los Estados Unidos o estará maniatado en cada negociación, como sucedió ahora. México debe diversificar su economía y sus mercados o siempre estará expuesto a los vaivenes de la economía estadounidense o, peor aún, a los caprichos de algún político, perdiendo mucha soberanía en el camino.