El (im)posible cierre de la frontera entre EE.UU. y México

Javier Buenrostro

En los últimos días Donald Trump ha amenazado con cerrar la frontera con México si este país no endurece las políticas migratorias de contención de indocumentados centroamericanos que atraviesan por el país para llegar a Estados Unidos. No es la primera amenaza que lanza Trump contra México o contra otros países en canales poco diplomáticos como su cuenta de twitter. Y como tantas otras veces esta declaratoria parece más una fanfarronada típica de las que le gustan al mandatario estadounidense antes que una probable acción de gobierno.

Empecemos por lo básico. El cierre de la frontera es físicamente imposible. Por eso es que Trump ha prometido por años construir una "hermosa pared" entre ambos países. Sí, lo ha prometido por años de manera reiterativa. Lo ha anunciado a los cuatro vientos, en twitter, en mitines proselitistas, en la Oficina Oval, en programas de televisión y ¿qué ha pasado?: NADA. Se ha comprobado que no es difícil decir cualquier tontería en redes sociales como candidato, incluso como presidente, pero no es lo mismo que llevarla a cabo. El primero en desechar y criticar estas medidas ha sido el Congreso estadounidense, principalmente los demócratas pero también algunos republicanos. ¿Por qué? Estados Unidos es una potencia económica, no cabe duda, pero ya no es la potencia económica de treinta años atrás, y ciertamente no tiene recursos ilimitados. Ya no pueden gastar en cualquier ocurrencia y tienen que calcular y decidir a dónde van los recursos. Es el pleito por el presupuesto que ha dado origen al histórico veto de Trump al Congreso pero que ha paralizado la administración pública.

Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University.
"Aunque México se vería muy afectado por el cierre de la frontera, las pérdidas no recaerían solo en el lado sur de la frontera".

Si físicamente es imposible, ¿cuál es la alternativa? Parece que Trump tiene en mente "sellar la frontera" y cerrar las vías legales de entrada. Muy poco probable que esto pudiera pasar ya que son 48 cruces fronterizos (border crossings) con más de 330 puntos de entrada (ports of entry) en los que se dan más de 350 millones de cruces legales (personas y mercancías) al año y en términos comerciales representa alrededor de 1.500 millones dólares diarios. Aunque México se vería muy afectado, las pérdidas no recaerían solo en el lado sur de la frontera. En noviembre del pasado año, en solo cinco horas que estuvo cerrada la garita de San Ysidro, cerca de 650 empresas del lado estadounidense del cruce entre San Diego y Tijuana perdieron, según cifras de la Cámara de Comercio local, más de cinco millones dólares. Si físicamente es imposible cerrar la frontera, sellarla en sus puntos de entrada es económicamente inviable para los propios estadounidenses.

La necedad y prepotencia de Trump podrían desembocar en el cierre de un par de cruces fronterizos por unas horas, quizás un par de días, pero muy improbable algo más allá de eso. Subirían los precios del tomate o del aguacate que provienen en su gran mayoría de México, además de otras frutas y verduras. Se vería afectada la industria automotriz estadounidense ya que muchas piezas se fabrican en el lado sur de la frontera, lo que provocaría que la línea de producción se tuviera que detener. No, Mr. Trump, lo que usted propone no es nada fácil y si muy improbable.

La política y diplomacia que Trump ejerce en twitter están lejos de la realpolitik. La migración mexicana no representa un problema en la actualidad para Estados Unidos (índices bajos y altas tasas de retorno), es la centroamericana el inconveniente principal y no por sus altas tasas de migración, sino por la manera en que lo han hecho últimamente. El giro ha consistido en que no son solamente jóvenes que buscan entrar ilegalmente para encontrar trabajo y mandar dinero a sus hogares, tampoco son exclusivamente delincuentes tratando de introducirse al país (como dice Trump) o gente ligada al narcotráfico. Los últimos años han viajado familias completas, mujeres y hasta niños solos que no intentan cruzar la frontera de ilegales, sino que piden asilo humanitario de forma legal ante la crisis de violencia que se vive en sus países de origen. Deportar a un miembro de alguna pandilla que se interna al país de forma ilegal no es lo mismo que deportar a un niño que pide asilo. Aceptar a estas mujeres y niños sería un acto de humanidad pero que al presidente Trump no le interesa esto ni tampoco a sus partidarios más radicales, que son a los que ha cultivado por años en su carrera política y con los que finalmente se identifica.

Para enfrentar el problema, Estados Unidos necesita tener a Mexico como aliado y no tratarlo como un enemigo o un simple subordinado. En un gesto histórico, la administración de López Obrador había otorgado hasta marzo pasado más de 13.000 visas humanitarias a migrantes centroamericanos. Pero aunque es muy loable como el gobierno mexicano encaró esta problemática, no es posible sostener esta cantidad de visas por tiempo indefinido, ya que debe mantenerse un flujo migratorio seguro, ordenado y regular. Para lograr esto, López Obrador considera que un eje central debe de ser la cooperación para el desarrollo y ayudar a crear las condiciones laborales y de seguridad en Centroamérica y en el sureste mexicano para que los migrantes puedan encontrar alternativas a la precariedad y violencia en la que viven en sus países de origen.

Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University.
"México y EE.UU. están en el mismo saco en el tema migratorio centroamericano, a los dos les afecta y les compromete. Pero mientras EE.UU. busca que México se subordine a sus políticas punitivas, México quiere e intenta construir una gran alianza con Estados Unidos, Guatemala, Honduras y El Salvador".

Trump vocifera de forma autoritaria en twitter pero en realidad son gritos de auxilio, algo típico de quien está acostumbrado a dar órdenes de forma despótica antes que a solicitar ayuda de manera amable. Por eso el gobierno mexicano ha hecho un mutis e ignorado las peroratas de Trump. El silencio se trata, como lo ha dicho el canciller Marcelo Ebrard, de una estrategia para no hacerle el juego político al presidente estadounidense, que es lo que el pretende para mostrarse fuerte e implacable con sus bases. De esa forma no solo se mantiene la dignidad de México, tampoco se pierde de vista ni se sacrifica a las personas, a las mujeres y niños que se encuentran en medio de la discusión. No se trata de ser más macho que el oponente, sino de ser más cuerdo y principalmente más humano.

México y Estados Unidos están en el mismo saco en el tema migratorio centroamericano, a los dos les afecta y les compromete. Pero mientras Estados Unidos busca que México se subordine a sus políticas punitivas, México quiere e intenta construir una gran alianza con Estados Unidos, Guatemala, Honduras y El Salvador, basada en la cooperación para el desarrollo con perspectiva de ayuda humanitaria a los miles de centroamericanos que sufren de una violencia endémica en sus países.

Una alianza fundamentada en la cooperación es posible y deseable entre países vecinos como son México y Estados Unidos, los dimes y diretes sin sentido o la subordinación no son el camino para una relación diplomática entre naciones. Parece que México ha entendido esto y por el momento ha puesto a chillidos de cerdo oídos de carnicero.  Ya llegará la hora en que la realidad ponga a Trump en su lugar (como en el caso del muro o del presupuesto) y se pueda construir en torno a una solución de la problemática regional y no solamente unilateral.