La desaceleración económica mundial, el Brexit, la guerra comercial entre China y Estados Unidos y otras cosas han afectado a lo largo y ancho del planeta. Muchas economías han entrado en recesión, siendo Alemania el caso más notable, pero ya con Reino Unido en la fila también. Eso se ha dejado sentir en Latinoamérica, donde la mayoría de la ciudadanía ve cómo las promesas del neoliberalismo han sido puras mentiras, que la economía no va también como les presumían y que, en todo caso, cuando algo funciona no permea hacia abajo.
México no es la excepción en el mundo ni el continente. Además de la desaceleración económica mundial hubo un cambio de gobierno y de régimen. Históricamente, los inicios de cada gobierno suelen ser muy difíciles ya que la nueva administración tenía que pagar los platos rotos de la precedente: cifras maquilladas, desvío de recursos para campañas electorales, dobles contabilidades, deuda pública escondida, etc. Todo esto daba como resultado cíclicas depreciaciones de la moneda y crisis económicas.
Encima, el nuevo gobierno de López Obrador no representa solo un cambio de administración sino es un cambio de régimen. Y así como hay un gran porcentaje de la ciudadanía que está viendo con buenos ojos lo hecho hasta ahora, con márgenes de aprobación del 70%, hay grupos que lo desaprueban o tienen sus dudas. Principalmente las élites económicas beneficiadas en el pasado se han mostrado con cautela y, en algunos casos, los menos, afortunadamente, han llegado al punto de amenazas (como el caso del millonario Claudio X. González), chantajes (industria farmacéutica) y hasta sabotajes legales.
A pesar de eso, la inflación bajo (3%), las tasas de referencia del Banco de México también (7,5 %, aunque todavía medio punto arriba de lo razonable) y el salario tuvo su alza en más de tres décadas (16 %). Sin embargo, no es su suficiente. Es un mérito que no haya habido la crisis ya clásica ni la recesión que hay en otros países pero México necesita crecer y generar empleos bien pagados para su población joven, que es mayoría en estos momentos. Es por eso que en vísperas de cumplir un año en el gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció junto a la iniciativa privada un programa de inversiones, principalmente en infraestructura, por casi 45.000 millones de dólares que prometen reactivar la economía mexicana.
¿Cuál es la importancia del anuncio? Hay que recordar que el de López Obrador es un gobierno identificado con la izquierda y que durante la campaña electoral no pocos agoreros del desastre hablaban sobre una fuga de capitales masiva. No hay tal. Los chantajes y amenazas de grupúsculos que querían jugar a las vencidas con el gobierno y ponerlo de rodillas han resultado infructuosas. Los capitales, sobre todo los nacionales, que querían tratar al presidente como si fuera su gerente o su empleado, como lo hicieron en el pasado tantas veces, fracasaron. Se trata de un acuerdo de cooperación y trabajo conjunto por una necesidad mutua, pero quien pondrá las reglas es el gobierno. Pareciera que tardaron un año en entender los empresarios algo tan básico, símbolo de cómo se manejaban las cosas en el pasado.
Después del manotazo en la mesa que significó la cancelación del aeropuerto en Texcoco, y que fue en contra de los intereses de varios grupos empresariales, la relación había quedado tocada entre el gobierno y la iniciativa privada mexicana. Pero López Obrador se siguió reuniendo con los fondos de inversión internacionales, como el de BlackRock de Larry Fink. Cuando las farmacéuticas nacionales chantajearon, se compró medicamento a laboratorios internacionales de Francia y Argentina, y se ha puesto en la lista a la India. Cuando Trump se pone difícil, salen los empresarios que están interesados en invertir en múltiples proyectos de infraestructura.
Los grandes capitales tampoco se pueden dar un balazo en el pie. Menos los nacionales. ¿Dónde van a invertir? ¿En Europa, con una economía completamente estancada, con los dos principales economías completamente estancadas o en franca recesión? ¿En China, con suficientes millonarios y un gobierno de capitalismo de Estado que está dispuesto a una guerra comercial con Estados Unidos y Trump? ¿En Turquía, con un gobierno completamente inestable? ¿En la estancada economía japonesa y con salarios altos? ¿Latinoamérica, que está pasando por ajustes en los dos lados del péndulo?
Quedan pocas opciones: Brasil, las economías de Asia-Pacífico y México. India y África pudieran ser atractivas también, pero hay demasiado dinero chino ahí como para poder ser competitivos. ¿A dónde se podrían ir los capitales? Los internacionales quizás a otros lados (pocos) y no quieren o ya los tienen cubiertos. Los nacionales no pueden ir a ningún lugar porque no hay condiciones a nivel mundial y en donde hay tendrían muchas dificultades para ser competitivos.
Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo y de los principales perjudicados por la cancelación del aeropuerto, estuvo en primera fila durante el anuncio del programa de infraestructura (80% inversión privada, 20% inversión pública) y al terminar el evento declaró: "no importa si crecemos poco, lo que importa es que están dadas las condiciones de estabilidad para la inversión privada", refiriéndose a las finanzas públicas sanas y la estabilidad macroeconómica. Y detrás de Slim se forman todos, eso ya lo sabemos. Excepto Claudio X. González, que tiene una obsesión contra López Obrador desde hace años.
México está estable pero necesita crecer para crear los empleos de calidad que la gente demanda. El gobierno está brindando la estabilidad necesaria para las inversiones. Es tiempo de que los inversionistas dejen de jugar a las vencidas. De cualquier forma, no tienen ningún lugar a donde ir y lo saben, aunque les gusta amenazar con pararse de la mesa, es la única manera que saben hacer negocios. Pero no lo harán porque no les conviene. Y el país también necesita de esas inversiones.
Todo parece indicar que México podrá crecer en 2020. Quizás llegué al 2 %. Eso es lo que dicen los analistas económicos o miembros del Banco de México. Ojalá que así sea y se aprovechen los cimientos de este primer año. A todo el mundo le convendría: al gobierno, a la iniciativa privada y a la ciudadanía que espera una mayor generación de empleos de calidad. Esto último es lo verdaderamente importante.