A principios de los años 30, una chica menor de edad de Alabama llamada Virginia Hill estaba empezando su carrera como mesera en un bar de Chicago frecuentado por gente de la Mafia, incluido el mismo Al Capone. En cuestión de meses, Hill ya se había ganado un lugar en la organización no solo como amante de los mafiosos, sino como alguien confiable para llevar mensajes dadas sus habilidades sociales para relacionarse con gente nueva y adaptarse a distintas circunstancias.
Virginia Hill en apenas poco más de una de década pasó de mesera a amante para luego ser mensajera y pareja de Bugsy Siegel, un importante jefe de la Mafia y precursor de sus negocios en Las Vegas, como queda asentado en la película Bugsy (1991) de Barry Levinson. Después del asesinato de Bugsy, Virginia Hill emprendió una nueva vida en México durante el sexenio de Miguel Alemán (1946-1952) como embajadora de la Mafia. Hill se paseaba lo mismo en los bares de moda en la Ciudad de México con políticos, artistas, banqueros y periodistas que viajaba a Acapulco, donde participaba con los empresarios favoritos del alemanismo para hacer de este puerto mexicano un nuevo Montecarlo y el epicentro del jet set hollywoodense en México, como se lee en las páginas de La Cosa Nostra en México (1938-1950) de Juan Alberto Cedillo.
La otrora chica adolescente de Alabama, fue una de las primeras mujeres que tuvo un peso real y propio dentro de la estructura de la Mafia italo-americana de Chicago y Nueva York en los años treinta y en el México moderno y mafioso que construyó el alemanismo a mitad del siglo pasado, casi siempre fungiendo como una mensajera de confianza o embajadora entre grupos rivales o entre el hampa y los empresarios y políticos. Y su nombre viene a colación en este momento debido a la detención en Estados Unidos de Emma Coronel, esposa de Joaquín 'Chapo' Guzmán, acusada de ser en algún momento, precisamente, la conexión entre el líder del Cártel de Sinaloa y el resto de la organización.
Emma Coronel nació en California pero se crió en la zona del Triángulo Dorado, donde convergen los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, uno de los núcleos históricos del narcotráfico mexicano. Según distintas crónicas, conoció al Chapo cuando ganó un concurso de belleza local a los 17 años en 2007, pero su encuentro con Guzmán Loera no era ni de lejos el primer contacto con el narcotráfico. Como mucha gente del Triángulo Dorado, el padre de Emma era un operador del Cártel de Sinaloa y su tío, Nacho Coronel, era un destacado jefe de la misma organización en Guadalajara.
Apenas cumplió la mayoría de edad, Emma Coronel y el Chapo Guzmán contrajeron matrimonio y la chica nacida en California se convirtió en la tercera esposa del capo mexicano. Coronel ha dado conocer una vida de lujos, dejándose ver en sus redes sociales siempre con ropa de marca, comidas en restaurantes de lujo o viajes alrededor del mundo. En 2014 se dio a conocer que registró la marca 'El Chapo Guzmán' para lanzar una línea de ropa alrededor de la figura del narcotraficante. Las cirugías estéticas, el glamour y la dedicación que le pone a su imagen hacen que Wikipedia se refiera a ella como "modelo estadounidense".
Hasta aquí, Coronel pudiera pasar por una víctima por la corta edad con la que se relacionó con el Chapo o una simple "muñeca de la mafia" para hacer referencia a la serie colombiana que retrata la vida de las esposas de los capos. Pero la realidad es que Emma Coronel es más una especie de Virginia Hill en la estructura del Cártel de Sinaloa. Desde su origen familiar hasta su forma de hacer negocios, Emma, que siendo adolescente fue reina de belleza de un certamen local, ya como mujer se convirtió en un engranaje clave en el funcionamiento del Cártel de Sinaloa.
Según un testimonio de 2019 en el juicio que se llevaba a cabo en Nueva York contra Joaquín Guzmán Loera, Coronel participó activamente junto a los hijos del Chapo en la segunda fuga de la cárcel que llevó a cabo en 2015 el líder del Cártel de Sinaloa. Durante este juicio, la esposa del capo estuvo varias veces sentada entre la audiencia escuchando las comparecencias de los testigos. Intercalaba su presencia en el juicio con viajes a México o a destinos turísticos como Venecia, subiendo fotos de su estilo de vida a las redes sociales y hasta participando en algún reality show. Parecía que la reclusión del Chapo no afectaba su cotidianeidad en lo más mínimo.
Todo cambió este lunes cuando Emma Coronel fue detenida en el aeropuerto de Virginia bajo cargos de participar en la distribución de heroína, cocaína, mariguana y metanfetaminas en los Estados Unidos. A pesar que se ha declarado inocente de los cargos que se le imputan, es evidente que no hay inocencia en la relación que sostuvo con el Chapo. Creció en una familia vinculada al narcotráfico y estableció una relación no solo de noviazgo, sino de complicidad con un estilo de vida criminal.
Este giro en el juicio del Chapo Guzmán abre un debate sobre el papel que juega la familia en el caso de los criminales de alto perfil. Es imposible para la madre, los hermanos, la esposa, los hijos no conocer que hace un miembro del crimen organizado. ¿Qué debe hacer la familia? ¿Denunciarlo, no denunciarlo? Siempre se puede argumentar que el familiar no tuvo participación directa, pero es claro que no hay desconocimiento de este tipo de delitos. Ahora, llevar una vida de fantasía con un dinero sucio, obtenido ilícitamente, ¿no es una complicidad manifiesta?
Pensemos por un momento que no se trata de un narcotraficante famoso sino de un político corrupto. ¿De verdad la familia ignora que las propiedades, los viajes de lujo, los gastos excesivos, las cuentas de las escuelas privadas más caras son imposibles de pagar con un sueldo honesto de servidor público? ¿Estos familiares no son cómplices de un delito al gastar el dinero mal habido? Puede ser que un niño pequeño no se dé cuenta pero hasta un adolescente sabe que una situación así está podrida y tiene relación directa con la corrupción de su progenitor.
Hay manchas que no se lavan ni con toda el agua de los océanos. En eso deben pensar los delincuentes, sean del crimen organizado o de cuello blanco. Las familias que se acostumbran a vivir del dinero sucio, sea del narcotráfico o de la corrupción, deben saber que no son inocentes sino cómplices de un delito. Y eventualmente también serán juzgados, ya sea por los tribunales o por la sociedad. Y no podrán clamar inocencia si nunca hicieron nada para terminar con conductas criminales o, como en el caso de Emma Coronel, hasta participaron activamente en la comisión de delitos.