México y Bolivia: un frente común contra el neoliberalismo y en defensa de la soberanía nacional
El presidente boliviano Luis Arce dispuso que su primer viaje sería a México, en una decisión inusual para un mandatario del país andino. La mayoría de los líderes mundiales escogen utilizar su primer viaje internacional para hacer una nítida declaración política o ratificar alguna alianza bilateral o regional que pudiera servir como eje de la futura política exterior.
En este caso fue diferente. Bolivia y México, debido a su lejanía, no tienen una interacción constante en casi ningún ámbito. A pesar de eso, Luis Arce decidió que su primer viaje tenía que ser a México, como una forma de agradecimiento al gobierno de López Obrador que asiló a Evo Morales, a Álvaro García Linera y a él mismo después del golpe de Estado en Bolivia.
En la tradicional conferencia mañanera que da todos los días el presidente López Obrador, Arce afirmó que el golpe de Estado de 2019 tuvo como una de las motivaciones principales la explotación de litio. El presidente boliviano no dudó en aseverar que mientras el gobierno del MAS tenía ya un acuerdo con una empresa alemana, el gobierno de facto y su candidato a la Vicepresidencia, Samuel Doria Medina, querían que fuera Tesla, la empresa de Elon Musk de autos eléctricos, la que explotara el preciado mineral en Bolivia. Esto hace más sentido cuando se complementa con las declaraciones de un alto ejecutivo de la empresa de Palo Alto (California), que escribió en redes sociales que ellos harían un golpe de Estado donde fuera necesario.
Esto tiene una fuerte correlación con lo que se vive en territorio mexicano con las mineras. México es el séptimo productor mundial de litio, algo nada despreciable, pero la relación con las mineras, especialmente las canadienses, va más allá de ese recurso. Las concesiones a las mineras son de más de 120 millones de hectáreas que explotan principalmente plata. Además de los daños ecológicos, la contaminación del agua, los bajos salarios, las mineras están envueltas en los últimos meses en problemas con el fisco mexicano. Tan solo una empresa canadiense, First Majestic, adeuda más de 500 millones de dólares de impuestos que pretenden no pagar recurriendo a arbitrajes internacionales.
Además de la coincidencia en el tema del litio y las mineras, México y Bolivia realizaron una declaratoria conjunta de 23 puntos que incluye promover el acceso universal y equitativo a medicamentos y vacunas para hacer frente al Covid-19; suprimir las visas turísticas; una mayor cooperación económica, científica y cultural y, trabajar conjuntamente para el Decenio Internacional de Lenguas Indígenas 2022-2032.
En medio de estos compromisos conjuntos, llamó la atención que se acordó hacer un llamado a la Organización de Estados Americanos (OEA) para respetar la democracia y no intervenir en asuntos internos de las naciones. Esto, debido al nefasto y tendencioso papel que Luis Almagro, secretario general de la OEA, jugó en las elecciones del 2019 y posteriormente apoyando el golpe de Estado en el país andino.
Es claro que la visita de Luis Arce tiene múltiples coincidencias con la que realizó hace un mes el presidente argentino Alberto Fernández a México. Es la búsqueda por formar un frente común de naciones hermanas latinoamericanas que luchan contra el modelo neoliberal, que tanta pobreza y sufrimiento ha diseminado en el mundo desde hace décadas, y que en Latinoamérica tiene sus raíces en el golpe de Estado que llevó a cabo Pinochet en Chile contra el presidente Salvador Allende.
Esa lucha contra el neoliberalismo lleva implícitamente una defensa de la soberanía nacional y de las instituciones democráticas. En ese sentido, López Obrador subrayó que la invitación a Luis Arce y extensiva al movimiento que lo hizo ganar en las urnas después del golpe de Estado, era debido a que "representan la dignidad de todo un pueblo que lucha por la justicia, por las libertades, por la democracia y por hacer valer la soberanía de los pueblos y de las naciones". La lucha contra el neoliberalismo es al mismo tiempo una defensa de la nación, de la soberanía y de la democracia, no solo política sino también social. Es una defensa de los pueblos contra las corporaciones y las privatizaciones de lo público.
No cabe duda que están soplando vientos favorables para la consolidación de un frente latinoamericano contra el neoliberalismo. El agotamiento del modelo y su fracaso es evidente, no solo en nuestros países sino alrededor del mundo. España conoce bien sus estragos económicos. Francia lleva dos años en una movilización permanente contra el neoliberalismo y sus secuelas. En Estados Unidos hay un movimiento incipiente, pero que cada día cobra más fuerza y tendrá que pasar de las calles a los asientos en el Congreso en algún momento no muy lejano.
El péndulo político parece venir de regreso, nuevamente en nuestro continente. Argentina, Bolivia y México representan hoy la punta de lanza contra el neoliberalismo y en defensa de la justicia social y las libertades democráticas. Los movimientos sociales que hay en Chile y Ecuador o los reveses que sufre la derecha brasileña y colombiana hacen pensar que solo es cuestión de tiempo para que el frente antineoliberal en Latinoamérica crezca más.
@BuenrostrJavier
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