Las elecciones intermedias en México, como en otros países del mundo, son una especie de referéndum o un plebiscito donde los ciudadanos aprueban el camino andado y las políticas públicas implementadas o expresan su inconformidad y demandan que se rectifique la hoja de ruta. En este sentido, los resultados de estas elecciones en México son agridulces y contradictorios, especialmente para MORENA, el partido del presidente López Obrador, quien sin estar en las boletas de votación se convirtió en el centro de las campañas electorales como el eje del proceso plebiscitario.
Lo que más le interesaba a López Obrador era mantener la mayoría en la Cámara de Diputados para poder desahogar iniciativas y no ser rehén de la oposición en temas tan relevantes como la conformación del presupuesto para los programas sociales. No era una tarea fácil ya que por el desgaste que significa ser gobierno, en la últimas cuatro elecciones intermedias el partido en el poder perdió en promedio 7% de la votación respecto a las presidenciales. Por lo tanto, una meta realista era obtener una votación con una pérdida menor a este porcentaje.
Los resultados indican que la coalición que encabeza MORENA volverá a obtener la mayoría simple de la Cámara de Diputados y mantendrá el mismo porcentaje de votación que obtuvo para el Legislativo en 2018 (44%). Sin embargo, MORENA tendrá alrededor de 40 diputados menos, debido a modificaciones que hizo el Instituto Nacional Electoral (INE) con dedicatoria especial para este instituto político. Esto podría complicar eventualmente alguna iniciativa que requiera mayoría calificada, es decir, dos tercios del quorum, pero considerando que mantuvo la votación de 2018 y la mayoría simple el resultado es positivo.
Donde claramente hay un triunfo para MORENA es a nivel territorial ya que va a ganar 11 de las 15 gubernaturas en disputa y de las cuales solo tenía una previamente. Gobernará por primera vez en 10 estados y pasará de gobernar 6 estados a 16 de un total de 32, además de ser mayoría en más de la mitad de los congresos locales. Cada año que pasa MORENA se afianza con más fuerza en el interior del país, que es donde hace más eco el mensaje de AMLO.
De esta manera, MORENA podrá reequilibrar el juego en Conferencia Nacional de Gobernadores (CONAGO), que en la primera mitad del sexenio de López Obrador fue uno de los espacios que controlaba la oposición y ahora ya no podrá usarlo como mecanismo de presión. Además, antes hay otras gubernaturas en juego en el futuro cercano donde MORENA tiene muchas probabilidades de ganar, y así tener bajo su mandato casi el 70% de la población y el territorio nacional lo que le podría dar una ventaja cualitativa para la sucesión presidencial de 2024.
La otra cara de la moneda fueron los resultados que MORENA obtuvo en la Ciudad de México, donde la izquierda ha gobernado desde 1997 y que ha sido su bastión desde entonces. De 16 alcaldías, solo ganó 7 y perdió 6 que estaban en su poder. Es el peor resultado que ha tenido la izquierda en la Ciudad de México desde 1994. Lo más curioso es que el mapa de la Ciudad de México quedo totalmente dividido: el poniente, de mayores ingresos, es de la oposición y el oriente, de menores ingresos, es de MORENA. Este mapa luce bastante similar al de 2006 a nivel nacional, donde todo la mitad norte más industrializada era de la derecha y todo el sur más campesino e indígena votaba por la izquierda.
¿Qué nos dicen estos resultados en la Ciudad de México? A primera vista parece que hubo un voto castigo de la clase media urbana, que no se siente tan identificada con un gobierno cuyo principal compromiso es con las clases populares. La pérdida de ciertos privilegios, la pandemia y la recesión económica ayudaron al desencanto, pero esto se tradujo más en un abstencionismo de los simpatizantes del obradorismo que un apoyo directo a la derecha. Esta vez hubo casi 30% de menor participación ciudadana respecto a 2018, eso significa casi un millón y medio de sufragios menos. La coalición de derecha tuvo apenas cien mil votos más que hace tres años, lo cual quiere decir que la derrota de MORENA se debe en mayor medida al hueco que dejaron sus votantes de 2018. Parece lo mismo pero no es igual, porque no son los conservadores lo que crecen sino los simpatizantes de izquierda que muestran abiertamente su recelo.
Esa apatía por salir a votar en esta ocasión representa una inconformidad con la poca autocrítica que ha habido en MORENA ante problemáticas eminentemente citadinas, como el colapso de hace unas semanas de la Línea 12 del Metro que provocó 26 muertos y decenas de heridos. El votante de izquierda de la Ciudad de México le está demandando a las autoridades que demuestren que no son iguales a las anteriores; piden acciones concretas para atacar la corrupción y la impunidad; reclama más administración y más gobierno. Piden más compromiso social y trabajo eficiente en vez de los lugares comunes en el discurso o la autopromoción descarada y permanente para el siguiente puesto que es lo que hace mucha de la clase política. Es cierto, hay molestia y desencanto pero la esperanza continúa viva, por eso la gente solamente se abstuvo de votar pero no salió en masa a volcarse en apoyo de la derecha.
El Partido Acción Nacional (PAN), que encabeza la oposición, tuvo un avance moderado. Ganó más diputaciones, pero de tres gubernaturas que tenía pierde una, aunque esto podría compensarse con lo ganado en la Ciudad de México. Ahora se encuentra en posición de imponer al candidato presidencial en caso de una eventual coalición para las elecciones de 2024. Otro que tuvo un avance es Movimiento Ciudadano, que se queda con la gubernatura de Nuevo León, sede principal del empresariado y la industria mexicana. También se alzó con la victoria en ciudades importantes como Monterrey o Guadalajara, que le permiten reafirmarse como la cuarta fuerza nacional que probablemente no tarde en ascender a la tercera.
El gran perdedor sin duda es el otrora poderoso PRI, que da un pasito más hacia la irrelevancia. En estas elecciones perdió 8 gubernaturas y ya solo tiene 4, de las cuales va a perder 3 en los próximos dos años y llegará a 2024 en una situación muy precaria, aportando cada vez menos a la coalición opositora.
¿Con los resultados en la mano, que podría pasar? Hace una semana AMLO deslizó en una conferencia mañanera que podría hacer cambios en su gabinete y a la luz de los resultados, especialmente el de la Ciudad de México, tal vez le convendría hacerlo para renovar la esperanza que está perdiendo una parte del obradorismo. También ha reiterado que no pretende, bajo ninguna circunstancia, extender su mandato, refrendando que es un demócrata y no la figura autocrática que sus adversarios insisten en pregonar sin mayor sustento.
Ante un horizonte de expectativas cada vez más reducido, su gobierno deberá redoblar esfuerzos a favor del bienestar social y en contra de la corrupción, que han sido sus principales banderas de toda la vida, pero a las que debe de incluir con urgencia propuestas para que las clases medias se sientan integradas de este proyecto de nación o el costo será muy alto y se cobrará en el siguiente proceso electoral.