El pasado domingo 19 de junio, el economista Gustavo Petro ganó en una cerrada segunda vuelta al empresario Rodolfo Hernández. Era el tercer intento del exalcalde de Bogotá y fue un triunfo histórico ya que, por primera vez, Colombia tendrá un gobierno de izquierda. La victoria será, ante todo, un cambio de paradigma.
Para muchos analistas e historiadores, este proceso es un epílogo que cierra un círculo muy doloroso de la historia colombiana, que es el asesinato en 1948 de Jorge Eliécer Gaitán en el episodio conocido como el Bogotazo. Gaitán, que también había ocupado el cargo de alcalde de Bogotá, contaba con un amplísimo apoyo de los sectores populares y nadie dudaba que sería el candidato del Partido Liberal para las elecciones de 1950.
Su asesinato dos años antes, fue la única manera que los conservadores encontraron para frenar a Gaitán en su camino a la presidencia. Su asesinato provocó la inmediata indignación del pueblo colombiano, donde decenas de miles salieron a protestar –el Bogotazo- tanto por el asesinato de Gaitán como contra las intenciones de los conservadores por retener el poder a cualquier precio e impedir la transformación social de Colombia.
El asesinato de Gaitán y las protestas en la capital del país fueron la chispa que dio origen a un fuego que se expandió sobre el pasto seco de la injusticia social que vivía el pueblo colombiano a lo largo y ancho del territorio. Las protestas de millones de personas, fueron sofocadas de manera violenta, muy violenta.
Una especie de guerra civil que ya estaba en marcha entre liberales y conservadores, se acentuó con el asesinato de Gaitán y fue el comienzo de una de las décadas más sangrientas en la historia colombiana, a tal punto que al periodo se le conoció como el de 'La Violencia'. Más de 300.000 muertos y casi tres millones de desplazados fueron las consecuencias de asesinar no sólo a un hombre, sino a la voluntad y las esperanzas de todo un pueblo.
Después de 'La Violencia' vino una paz pactada entre el Partido Liberal y el Conservador que trajo un poco de sosiego a Colombia, pero de manera artificial. Subsistía en el país un ambiente de una división mayúscula entre dos proyectos de nación, uno de los cuales había sido cancelado de forma violenta y a costa de miles de muertos y millones de desplazados. Colombia no tenía paz consigo misma.
Comandos paramilitares, autodefensas, grupos guerrilleros y cárteles alternaron el control de espacios y territorios por más de tres décadas, tiempo en el que Colombia se convirtió en el país con la mayor cantidad de desplazamientos internos en el mundo, algo que sorprende todavía más porque es el único país en estas clasificaciones (Siria, Afganistán, Congo, Yemen, Irak) que no está, formalmente, envuelto en una guerra.
Mientras el país se fragmentaba en pequeños feudos y territorios donde el Estado no tenía influencia ni control real y el desplazamiento interno era el pan de cada día para el pueblo colombiano, en la arena política la derecha y los conservadores se apoderaron de la escena electoral casi por completo, salvo la potente irrupción del liberal Luis Carlos Galán, asesinado en 1989 por los cárteles de la droga.
Durante la segunda mitad del siglo XX, Colombia fue condenada a vivir con miedo y dolor, entre la violencia, el desplazamiento y el conservadurismo. La larga noche neoliberal que sobrevino en el nuevo milenio también canceló la esperanza y el futuro de millones de colombianas y colombianos. La pesadilla parecía no tener fin, como si Colombia estuviera destinada a cumplir por la eternidad con un embrujo fatal, digno del realismo mágico que surgió de sus selvas tropicales.
Pero la maldición quedó sin efecto este domingo. Y si bien Gustavo Petro es el presidente y quien rompió el maleficio gracias a una lucha permanente desde la década de los 80s, creo que debemos pensar que el futuro de Colombia está representado y conjugado en la vicepresidencia de Francia Márquez, una mujer afrodescendiente, líder social y medioambiental que comenzó laborando como minera en su región del Cauca para después de un desplazamiento forzado trabajar como empleada doméstica en Cali.
Francia es una síntesis de la Colombia real y su elección como vicepresidenta es una oportunidad para construir el futuro de Colombia, para "vivir sabroso" que, como ella misma ha referido, significa vivir sin miedo a la violencia y a la gente armada, con dignidad y garantías para que todo el pueblo colombiano goce plenamente de derechos y oportunidades.
El futuro de Colombia debe ser vivir en paz. Pero no en una paz artificial como la surgida de los pactos de los sesenta o de una paz endeble e incompleta como la que se ha dado con las treguas entre guerrillas y gobierno a partir de los noventa. Debe ser una paz que emane de la justicia social. Una paz que surja de la lucha por erradicar el clasismo y el racismo que existe en la actualidad en Colombia y que la sufren más las y los más pobres, los nadies como la misma Francia Márquez.
Porque Francia Márquez no era nadie en las estructuras raciclasistas colombianas, pero la lucha de los colectivos de los que forma parte y representa lograron que después de dos siglos haya "un gobierno del pueblo, un gobierno popular, un gobierno de la gente con manos callosas, el gobierno de la gente a pie, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia".
El futuro de Colombia debe ser la construcción de la paz con justicia social y le pertenece al pueblo, a los nadies.