Espaldarazos, alianzas por el litio y afinidades políticas: las perspectivas que abre la "mirada al sur" de México

Javier Buenrostro

México fortalece cada vez más su agenda con el resto de Latinoamérica y eso quedó de manifiesto en la breve pero sustancial gira que hizo el canciller Marcelo Ebrard por Perú, Bolivia y Colombia.

La primera parada fue en Lima, donde pudo conversar con Pedro Castillo, presidente del Perú, que se encuentra bajo asedio del conservadurismo local que no ha visto con buenos ojos los cambios que ha intentado implementar desde hace un año que llegó al poder. El último episodio de estos desencuentros se dio cuando el Congreso peruano no le otorgó permiso a Castillo para asistir a la toma de posesión de Gustavo Petro y las investigaciones constantes de la Fiscalía.

Ante ese panorama, la presencia del canciller mexicano en Perú se ha leído como un apoyo que López Obrador le brinda a Castillo. Tampoco hay que olvidar que las empresas mexicanas tienen una presencia muy importante en Perú donde sus inversiones son de aproximadamente alrededor de 16.000 millones de dólares en las áreas de telecomunicaciones, farmacéutica, alimentos, minería, y servicios financieros, principalmente.

Tampoco hay que olvidar que las empresas mexicanas tienen una presencia muy importante en Perú donde sus inversiones son de aproximadamente alrededor de 16.000 millones de dólares.

Los acuerdos comerciales podrían ser todavía más relevantes si se impulsa con mayor decisión la Alianza del Pacífico, que es el mecanismo de integración económica compuesto por México, Perú, Chile y Colombia, para estimular todo los intercambios comerciales con el Pacífico, la principal zona económica mundial en el siglo XXI.

Para tal efecto, México está organizando una Cumbre de la Alianza del Pacífico para noviembre de este año y de la cual podrían salir acuerdos interesantes, sobre todo en un momento de tensión geopolítica en el Pacífico con la visita de Nancy Pelosi a Taiwán.

Después de Lima, el canciller viajó a La Paz para sostener conversaciones con las autoridades bolivianas y planear estrategias de cooperación en la explotación y comercialización del litio, un mineral del que tanto México como Bolivia tienen importantes yacimientos y que es clave para las baterías eléctricas, tanto en la industria de telecomunicaciones como en la automotriz.

México busca impulsar la creación de un foro permanente de diálogo y cooperación regional, con capacidad de incidir en los precios internacionales del litio. 

Por su parte, Bolivia invitó a México a participar en el Primer Congreso Internacional del Litio, que tendrá lugar en el país andino en noviembre próximo, en el que se prevé la asistencia de autoridades de todo el mundo en la materia.

No hay que perder de vista que América Latina cumple una función estratégica en el mercado del litio al concentrar más del 62% de las reservas mundiales de este mineral. Bolivia ocupa el primer lugar en Latinoamérica de las reservas en salmueras y México se encuentra entre los primeros cinco países con reservas de litio en la región, y en un proceso inicial de creación de una empresa estatal para la exploración y explotación del mineral, gracias a una reforma que hubo en la Cámara de Diputados en abril pasado.

En esta visita a Bolivia, Marcelo Ebrard manejó un vehículo eléctrico de origen boliviano llamado Quantum y anunció que su fabricación en masa está prevista que se haga en México para el año 2023, lo que sería un ejemplo de industrialización y cooperación para el desarrollo entre ambos países.

No hay que perder de vista que América Latina cumple una función estratégica en el mercado del litio, al concentrar más del 62% de las reservas mundiales de este mineral.

Además, se propone una alianza entre ambos países para que impulsen la fabricación de baterías de litio destinadas a la industria automotriz, que tiene una fuerte presencia en México y que podrías ser una cualidad que dé valor agregado a las inversiones que realizan las empresas estadounidenses y europeas. Situación que adquiere mayor importancia a la luz de la relocalización de ciertos procesos de las cadenas suministro, que serán cada vez más regionales ante la incertidumbre que ha provocado la globalización en los últimos tres años.

La gira del secretario de Relaciones Exteriores por Sudamérica finalizó en Colombia con la toma de posesión de Gustavo Petro. El que México y Colombia tengan ahora dos gobiernos liberales y progresistas facilitará que impulsen una agenda común en términos económicos, de seguridad y cooperación tecnológica y científica.

Atrás quedaron los gobiernos conservadores de Felipe Calderón (México) y Álvaro Uribe (Colombia) que hacían mancuerna en varios asuntos, y que eran como un ancla para el progresismo y el liberalismo de la región. Hay mucha ilusión que el cambio en Colombia tenga repercusiones positivas en toda Latinoamérica y, por supuesto, México deberá acompañar todos estos esfuerzos de cambio y compartir su propia experiencia de transformación nacional que experimentó partir de la llegada de López Obrador a la presidencia en 2018, en un proceso que guarda varias similitudes al colombiano.

México entiende que la vecindad con Estados Unidos es inexorable, pero que a pesar de eso tiene un margen de maniobra mayor al que ha recurrido históricamente. Debe convivir y tener acuerdos con esta potencia mundial pero eso no es excluyente de tener una política exterior más incluyente y plural, donde Latinoamérica está llamada a jugar un papel preponderante. Como siempre debió de haber ocurrido.