López Obrador volvió a salir a las calles y confirmó que es el mayor líder social que ha tenido México desde el general Lázaro Cárdenas, hace 80 años. El domingo, en una ruta de poco más de cuatro kilómetros desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo capitalino, que se recorre en 45 minutos, López Obrador tardó casi seis horas en completarla debido a que era complicadísimo caminar por los 1,2 millones de personas que acudieron a respaldar sus cuatro años de gobierno.
Como sucedió en las marchas contra el desafuero y después del fraude electoral de 2006, una multitud de gente le gritaba al presidente: "¡No estás solo, no estás solo!". Y no, no está solo en la transformación de México. Lo acompaña la gente, el pueblo de México. Al menos el 70 %, según las encuestas. Por eso esta marcha fue bautizada con los nombres de "La marcha del pueblo" o "La marcha por la transformación".
Y López Obrador lo sabe y lo recuerda en cada una de las alocuciones que hace desde hace décadas cuando cita al líder revolucionario Ricardo Flores Magón y asegura que "solo el pueblo puede salvar al pueblo", aunque hace la precisión que solamente el pueblo organizado puede salvar al pueblo. Igualmente recuerda a Benito Juárez cuando menciona que "con el pueblo todo y sin el pueblo nada".
Esto es lo que tiene en mente al abrir su discurso en una plaza que es el corazón político del país cuando una multitud de gente le pide que se reelija. Él lo descarta tajantemente como lo ha hecho toda la vida y recuerda que siempre va a honrar los principios de Francisco Madero, quien se levantó contra la dictadura porfirista bajo el lema de "Sufragio efectivo, no reelección".
"López Obrador es un fenómeno social que no se ha desgastado como presidente porque es hombre de principios pero también de resultados".
Señala con convicción que está feliz porque el grueso de la gente congregada son jóvenes y que se siente tranquilo porque hay relevo, un relevo generacional. Se da tiempo para darles el principal consejo a esos jóvenes: aquellos que se dediquen a la política deben hacerlo porque le tienen amor al pueblo. López Obrador no es un Maquiavelo de la política como a a veces lo quieren pintar sus detractores. Es un político al que mueven sus principios y valores, que se reducen en la triada de "No mentir, No robar y No traicionar al pueblo".
La gente no se cansa de escucharlo atentamente, como lo hace desde décadas, porque le reconocen que siempre ha cumplido con esos principios. No se cansan porque saben que les dice la verdad, algo raro en los políticos profesionales. No se cansan porque López Obrador les recuerda que la política no es exclusiva de los políticos, sino que es asunto de todos. Que es el interés del pueblo el que debe contar, más allá de los intereses de grupo o los personales, por legítimos que sean.
Es un discurso lleno de emociones, pero también de cifras y resultados concretos. Y es que no se puede tener el apoyo de la gran mayoría de la población si no hay resultados concretos. López Obrador es un fenómeno social que no se ha desgastado como presidente porque es hombre de principios pero también de resultados. Lo normal para cualquier político en el mundo es que el ejercicio de gobierno le provoque un importante desgaste social. Y por eso es que el caso de López Obrador es tan sui generis, ya que a pesar de cuatro años de ser gobierno la popularidad se mantiene prácticamente intacta.
Y esto es lo que temen y odian sus adversarios porque no lo alcanzan a comprender. No entienden que alguien de la clase política provoque tal fervor social y que tenga tal poder de convocatoria y movilización. Les urge que termine su mandato porque saben que su presencia llena el espacio público. Es López Obrador el eje, el centro articulador de las demandas sociales, diría Ernesto Laclau. Y lo es porque en realidad no es un miembro tradicional de la clase política, como es concebido por la oposición, sino que es parte del pueblo. Esa parte del pueblo que se organizó para ser gobierno y salvar a la otra parte que se encuentra en la calles.
"Hay líder y hay proyecto. Pero lo más importante es que hay un pueblo que está en movimiento y que quiere con vehemencia seguir avanzando en la transformación social y política de México".
Y ayer volvieron marchar y estar juntas ambas. Fue la comunión y el reencuentro. Igual que durante el desafuero de 2005, donde salimos para darnos fuerza; igual que en 2006, donde salimos tristes y molestos por el fraude electoral pero que el encuentro nos ayudó a hacer catarsis y a seguir organizados; igual que en 2018, cuando nos volcamos en alegría por el triunfo electoral de la izquierda por primera vez en la historia de México.
Fue el sentimiento de que la transformación avanza y que el sexenio no ha terminado como dicen muchos. El sexenio y la transformación continúan y más de un millón de personas en la marcha fue el recordatorio que en su gobierno no cabe el cansancio y que el que se aflige, se afloja. La marcha de ayer llenó de energía al obradorismo, como les pasa a los maratonistas cuando rompen "el muro" de los 30 kilómetros.
Y eso se vio hasta en el líder. A sus 69 años recién cumplidos y después de seis horas de caminata y empujones, López Obrador mostró su mejor talante para hablar por casi dos horas. Se le vio entero, hasta fresco podríamos decir. No cabe duda que se alimenta de su contacto con la gente, que lo nutre y lo revitaliza el pueblo de México, porque él también es pueblo.
En medio de toda la algarabía López Obrador se dio tiempo para aseverar que el legado de su gobierno y de su proyecto político deberá definirse como Humanismo Mexicano. Un humanismo que se nutre del pensamiento universal –como la frase de Terencio "Soy un hombre, y nada humano me es ajeno", que es el lema de la universidad que fundó López Obrador cuando fue jefe de Gobierno– pero que tiene sus raíces en "nuestra grandeza cultural milenaria y de nuestra excepcional y fecunda historia nacional".
Hay líder y hay proyecto. Pero lo más importante es que hay un pueblo que está en movimiento y que quiere con vehemencia seguir avanzando en la transformación social y política de México. El Humanismo Mexicano es la revolución de las conciencias que está haciendo realidad la Cuarta Transformación de la vida pública nacional.