Toda nuestra solidaridad desde México con los dignos catalanes que, estoy seguro, sabrán responder con entereza al reciente ataque en Las Ramblas. La única forma para acabar con el terrorismo es cada vez con más paz, democracia y derechos.
En México también conocemos la utilización de la violencia con fines políticos. De manera sistemática estamos expuestos a acciones cuyo único propósito es sembrar el miedo y el pánico entre la población.
Apenas hace un par de meses, en la víspera de las elecciones para el gobernador del Estado de México, alguien colocó cabezas de puerco y cruces ensangrentadas en la puerta de varias oficinas del partido Morena. Esa noche muchos militantes de Morena también recibieron amenazas de muerte vía telefónica. Y el día de la elección hubo secuestros, allanamientos y citatorios falsos con el fin de desalentar la participación ciudadana.
Hace poco más de un año, el 19 de junio de 2016, los policías estatales y federales arremetieron en contra del pueblo indígena de Nochixtlán, Oaxaca. Gritando violentas consignas racistas, los policías de Gabino Cue y Enrique Peña Nieto acabaron con la vida de por lo menos ocho ciudadanos inocentes e hirieron de bala a más de cien más.
Todo con el fin de sembrar miedo y acabar con la protesta social.
Hace unos días en los Estados Unidos hubo un caso similar. Un joven neonazi que apoya a Trump atropelló con su auto una manifestación pacífica antifascista en Charlottesville, Virginia.
Tenemos la obligación de condenar todo acto de violencia independientemente de donde provenga, sea de parte de los fundamentalistas islamistas, de neonazis Trumpistas o del narcoestado Mexicano.
La humanidad reclama paz. Y los ciudadanos del mundo tenemos la obligación de unirnos en defensa de la vida, la justicia y la democracia.