La niña Frida Sofía simboliza tanto la mentira que nos sofoca como la esperanza que nos motiva

John M. Ackerman

A pesar de los constantes engaños de los poderosos, todos los mexicanos tenemos un profundo anhelo de salir de los escombros, de respirar de nuevo y de reconstruir el país.

¡Todos somos Frida Sofía!

Como aves de rapiña, el Gobierno y las empresas monopólicas se lucran con la tragedia generada por los terremotos de los pasados 7 y 19 de septiembre.

Los políticos se sacan fotos, dan discursos grandilocuentes y reetiquetan el apoyo ciudadano con logotipos gubernamentales.

Los anaqueles de los supermercados se vacían, engrosando los bolsillos de empresas monopólicas como Walmart, Homemart, Soriana y Bonafont.

Y los medios electrónicos dominantes, como siempre, le apuestan al espectáculo y a lavar las irresponsabilidades gubernamentales.

Los desastres naturales nunca generan por sí solas la muerte o la destrucción.  Siempre hay responsabilidades políticas, institucionales, económicas y legales.

La caridad debe transformarse pronto en organización, en transformación, en un gran movimiento ciudadano.

Aparte de reconstruir las casas y las vidas de los damnificados, también tenemos que rescatar todo el país de los corruptos que han derrumbado desde hace décadas la institucionalidad democrática y el bienestar social.

Frida Sofía nunca existió, pero la enorme esperanza del pueblo mexicano se mantiene incólume.

No sirve de nada abrir el corazón si no abrimos también los ojos.