Donald Trump tiene totalmente sometido al Gobierno mexicano.
Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray están dispuestos a firmar cualquier cosa con tal de mantener intacto el TLCAN.
Saben que un rompimiento en las negociaciones podría desatar una estrepitosa devaluación del peso que pondría en riesgo la continuidad del régimen en las elecciones presidenciales de 2018.
Trump aprovecha esta debilidad coyuntural y el entreguismo histórico de nuestros gobernantes para agravar los términos del TLCAN para México. Quiere obligar a los mexicanos a comprar aún más productos estadounidenses, incrementar el contenido estadounidense en las exportaciones mexicanas, así como reservar el derecho estadounidense de violar de manera unilateral los términos del acuerdo que así le convengan a Trump.
El objetivo es terminar de destruir y desarticular la economía mexicana para convertirnos en un mero apéndice, marginal y mal remunerado, de Wall Street. Así jamás podremos reducir la pobreza ni enfrentar la enorme desigualdad que tanto lastiman hoy al pueblo mexicano.
Mientras, Canadá nos da una puñalada en la espalda. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, negocia en lo oscurito su propio acuerdo bilateral con Trump. Aun así, la semana pasada todos recibieron a Trudeau con vergonzosas fanfarrias.
Hasta los periodistas mexicanos le declararon su 'amor' al líder canadiense y se peleaban para sacarse 'selfies' con él.
A Peña Nieto y a Videgaray no les preocupa que México desaparezca como un Estado soberano. Pero a los mexicanos sí nos interesa el futuro de nuestro país.
Ha llegado la hora de una nueva diplomacia: digna, serena y capaz, que genere respeto en el escenario internacional.