Avanza la intolerancia y el fascismo en las Américas. La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil implica una declaración de guerra de los ricos en contra de los pobres, de los eurodescendientes en contra de los afrodescendientes y del miedo contra la esperanza.
Es como si en México la 'marcha fifí' hubiera asaltado Palacio Nacional.
Bolsonaro le apostó a la división de la sociedad para ganar las elecciones presidenciales. Tropicalizando la estrategia de Donald Trump, el brasileño sembró odio, racismo, clasismo, homofobia y militarismo a lo largo de su campaña.
El discurso de la intolerancia funcionó. En la segunda vuelta, derrotó a Fernando Hadad por un margen de diez millones de votos. Hubo una enorme brecha demográfica entre los votantes. Bolsonaro dominó los estados del sur y el oeste, mientras Hadad ganó los distritos del noreste. De la misma manera, los ricos votaron por Bolsonaro y los pobres, por Hadad.
Bolsonaro goleó a Hadad en los municipios más ricos, a veces hasta 4 a 1, mientras Hadad ganó por un margen similar en las diez ciudades más pobres de Brasil.
Hubo también una fuerte división social entre los votantes: Bolsonato ganó en 85% de los municipios de mayoría blanca, Hadad en 75% de los de mayoría no blanca.
Algo similar pasó en 2016, cuando Trump ganó las elecciones presidenciales de EE.UU.
62% de los hombres blancos votaron por Trump y 94% de las mujeres negras, por Clinton. Trump ganó entre las personas mayores de 45 años y Clinton entre los de 44 y menos. Clinton arrasó entre quienes ganan menos de 50.000 dólares al año y Trump ganó entre quienes ganan más. Clinton ganó 60% de la votación en las zonas urbanas y Trump 61% en las rurales.
Lo que estamos atestiguando en las Américas no es, entonces, cualquier alternancia entre la izquierda y la derecha, sino una reconfiguración profunda de las coordenadas de la política. Antes eran los de abajo que le declaraban la guerra a los de arriba, pero ahora son los ricos que declaran la guerra a los pobres y a los morenos.
Por ejemplo, este domingo en México hubo una llamada 'marcha fifí', en que algunas personas marcharon en contra de los migrantes y de la democracia, rechazando la consulta ciudadana del presidente electo sobre el nuevo aeropuerto. Y en las elecciones del pasado primero de julio, el Bolsonaro mexicano, Jaime Rodríguez Calderón, recibió más de dos millones de votos, muchos de jóvenes menores de 25 años.
Sin embargo, México, en general, se destaca como un ejemplo a seguir en América Latina. El apoyo para Andrés Manuel López Obrador el pasado primero de julio vino igualmente del norte y del sur, de los pobres y de los ricos, de los jóvenes y de los mayores, de las zonas rurales y urbanas, de los indígenas y de los eurodescendientes.
A diferencia de Trump y Bolsonaro, el tabasqueño logró canalizar la indignación con el statu quo por medio de un mensaje de unidad e inclusión en lugar de división e intolerancia.
México se ubica, una vez más, como un centro estratégico para la defensa de los valores democráticos e igualitarios en la región.
Participemos todos en el renacimiento de la nación.