Patrick Crusius, el asesino de El Paso (Texas), no es un enfermo mental, sino un representante de una nueva ideología neofascista que va tomando forma en EE.UU. y el mundo. No solo los mexicanos y los 'hispanos', sino la humanidad entera está en riesgo.
El joven Crusius, de apenas 21 años, es, sin duda, un monstruo. Sus ideas sobre limpieza étnica y la supuesta existencia de una 'invasión hispana' a EE.UU. son aberrantes y vomitivas.
Sin embargo, sería un grave error tratar este incidente como si fuera un caso aislado; simplemente, de 'un loco' influido por las palabras de Donald Trump y con fácil acceso a armas de alto poder.
El problema de fondo no es la salud mental ni el discurso del presidente estadounidense ni el mercado de armas, sino el avance de una nueva ideología de aniquilación racial y de guerra civil que solamente crecerá durante los próximos años.
El 'manifiesto' que Crusius publicó antes de su ataque es asqueroso, pero también perfectamente coherente y claro.
Quizás, la sección más escalofriante del escrito es cuando el asesino cuestiona "la hipocresía" de sus conciudadanos que apoyan "guerras imperiales" de Washington en otros países, pero le criticarán por emprender una guerra "aún más importante" dentro de su propio país.
Crusius dice que la amenaza interna de "los hispanos" y otras personas de color es mucho mayor que la amenaza externa de los países enemigos.
Justifica sus acciones a partir de la aplicación local de la lógica de guerra imperial.
¡Ojo! Este enfoque de Crusius fue, precisamente, la estrategia ideológica de Adolfo Hitler y los nazis.
Frente a la marginación de Alemania en el reparto colonial al final del s. XIX y la derrota de este mismo país en la Primera Guerra Mundial, los alemanes llevaron la lógica de guerra imperial y racial hacia su propio pueblo y los países vecinos.
Hoy, con el colapso del predominio mundial de EE.UU. y su pérdida de hegemonía frente a China, Rusia, Europa y América Latina, estamos entrando en una etapa muy similar de la historia.
La desesperación de un imperio herido lo lleva a implementar las mismas herramientas que utilizaba para atacar a sus enemigos externos, para aniquilar a sus enemigos internos: en este caso, México y los mexicanos.
Así que Donald Trump no es la causa, sino el efecto de un proceso histórico mucho más profundo.
Simplemente, denunciar su racismo o llamar a derrotarlo en las urnas en las próximas elecciones presidenciales no es suficiente. Urge también construir nuevas estrategias y alianzas a favor de la causa humanitaria y la justicia social a nivel global.
¡Manos a la obra!