Pocos extrañarán a Donald Trump, pero hay bastantes motivos para preocuparnos con respecto a las políticas de Biden hacia la región.
Así que cuidado, ¡eh! No es hora de echar las campanas al vuelo, sino para vigilar y observar.
Los nombramientos de Joseph Biden son diversos racialmente y hay una loable presencia de mujeres, pero, ideológicamente, el escenario es totalmente monocromático.
Escondiendo atrás del arcoíris publicitario hay una escalofriante uniformidad de enfoques.
El 80 % de los nombramientos de Biden trabajaron con Barack Obama y son casi inexistentes las voces que claman por una transformación profunda de la República.
Tom Vilsack fue secretario de Agricultura durante los ocho años de Obama y ahora volverá a ocupar exactamente el mismo cargo.
Vivek Murthy fue el cirujano general de Obama y también lo será con Biden.
El 'Chief of Staff' de Biden, Ron Klain, fue 'Chief of Staff' de Biden durante la Presidencia de Obama. El nuevo secretario de Estado o canciller era el subsecretario de Estado durante el Gobierno de Obama. Y el nuevo secretario de Seguridad de la Patria, Alejandro Mayorkas, fue también subsecretario en la misma institución con Obama.
¡Y así podríamos seguir hasta el cansancio!
En lugar de responder al trumpismo con una atrevida apuesta a favor de una sociedad de derechos y justicia, más igualitaria y participativa, Biden parece estar convencido de que fue electo para, simplemente, retornar al viejo 'statu quo'.
¡Al mismo 'statu quo' que generó las condiciones para el surgimiento y la victoria de Donald Trump en 2016!
La época de Obama fue un desastre.
El primer presidente afroamericano de EE.UU. jamás cumplió con su promesa de sacudir la estructura social y generar nuevas oportunidades para las minorías, los pobres y los migrantes.
Al contrario, Obama es recordado como el 'deportador en jefe' por las millones de deportaciones que impulsó durante sus ocho años en la Casa Blanca y su iniciativa a favor de los 'dreamers' fue siempre parcial.
Fue, precisamente, por la falta de compromiso real del expresidente con la población de jóvenes migrantes que se quedaron en la zozobra y la incertidumbre durante toda la gestión de Trump.
Con respecto a la política exterior, Obama fue capturado por el Pentágono desde el primer día. Sus acuerdos históricos con Irán y Cuba, así como el impulso al Acuerdo de París a favor del medio ambiente fueron importantes.
Pero, en general, Obama no alteró la vieja tradición de violento intervencionismo estadounidense en el mundo: en Afganistán, en Yemen, en Israel y en América Latina.
El aval al golpe de Estado en Honduras en 2009 y la declaración de Venezuela como "amenaza a la seguridad nacional" de EE.UU. en 2015 constituyen solo dos ejemplos de su falta de respeto hacia la región.
En México, Obama trabajó encantado con los gobiernos asesinos y corruptos de Calderón y Peña Nieto. No fue ninguna coincidencia que Calderón haya sido uno de los primeros líderes mexicanos en celebrar a Biden, mucho antes de que su victoria fuera reconocida formalmente.
Recordemos que EE.UU. se construyó con base en la casi total aniquilación de sus pueblos indígenas y en la esclavitud de más de cuatro millones de africanos y sus descendientes.
Su caduco sistema legal e institucional data del siglo XVIII y está diseñado para favorecer siempre al interés privado por encima del público. Se gastaron 4.000 millones de dólares, equivalente a 80.000 millones de pesos mexicanos, en la elección presidencial de 2020.
Fue la elección presidencial más cara en la historia de la humanidad.5,2 millones de ciudadanos estadounidenses no pudieron votar por haber sido condenados por algún delito en el pasado.
Un gran porcentaje de estos ciudadanos privados de sus derechos son de comunidades raciales minoritarias.
Hay también millones de mexicanos y latinoamericanos que viven y trabajan en EE.UU. que no pudieron votar porque jamás se registraron o porque no cuentan con la documentación requerida.
Es un error, entonces, echarle la culpa a Trump por la crisis actual del sistema político estadounidense. El magnate neoyorquino no hace otra cosa que aprovechar las enormes fisuras estructurales que afectan a aquella nación.
Y la verdadera esperanza no es Biden, desde luego, sino el movimiento Black Lives Matter y agrupaciones afines que luchan todos los días por un verdadero 'cambio de régimen', de manera similar a los movimientos progresistas de América Latina.
Una vez más, el norte tiene mucho que aprender del sur.