Además, ambos países firmaron un memorando de entendimiento en materia de suministro de gas para la ruta oriental. El jefe de Gazprom, Alexéi Miler, calificó la firma como "el mayor acuerdo" del gigante ruso. Asimismo, destacó que lo importante es la creación en Rusia de una enorme planta de procesamiento de gas.
No hay dudas de que el contrato representa nuevas oportunidades económicas para ambos países y fortalece sus posiciones en todos los ámbitos. Además, el acuerdo se realizó en medio de provocaciones y nuevas amenazas de sanciones por parte del Gobierno de Barack Obama y está claro que el acercamiento entre Moscú y Pekín ocurre en medio de ataques insostenibles impulsados desde EE.UU. Pero las acciones de EE.UU. evidencian que el presidente estadounidense no tiene ninguna planificación política interna y carece de sentido de la realidad en política exterior.
Otra consecuencia del acuerdo es un golpe indirecto a Europa, cuyo sector gasístico en la actualidad se encuentra en una situación desventajosa, lo que permite constatar que el actual contrato ruso-chino va a reconfigurar toda la industria gasística global.
Las grandes potencias no necesitan a Occidente
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, consiguió mostrar a todo el mundo que su país vuelve a la arena internacional y lo hace a lo grande y lo más importante: para este retorno no necesita a Occidente. En particular, el nuevo acuerdo permite a Rusia y China estar más allá del alcance de la influencia occidental y su presión financiera.En este contexto, los intentos de EE.UU. de "justificarse" hablan por sí mismos: el acercamiento económico entre Rusia y China de ninguna manera se asocia con la crisis de Ucrania y la desavenencia cada vez mayor en las relaciones entre Rusia y Occidente.
"No vemos ninguna relación [con Ucrania ] en el acuerdo sobre el suministro de gas entre Rusia y China, sobre el cual estaban trabajando en los últimos diez años, no es nuevo, no es una inesperada respuesta a los acontecimientos", dijo el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry.
Sus excusas parecen torpes y si Occidente admite que el acuerdo está vinculado con la agudización de la crisis en Ucrania, esto automáticamente significaría el reconocimiento del fracaso de la política occidental: a pesar de la retórica de Washington, la realidad está a la vista de quien la quiera ver.