En Alemania, la exaltación del fascismo es perseguida y penada, mientras que en España, a la vista está, es premiada y recompensada. Esta, no cabe duda, es una de las grandes diferencias que nos separa de los germanos.
Allí, en Alemania, donde el calor de nuestra corrupción y degradación no llega con tanta intensidad, los políticos dimiten por una tesis copiada. Aquí, ni decenas y decenas de casos de corrupción provocan que nuestros gobernantes abandonen el sillón. Y peor aún, se puede constatar con consternación cómo millones de españoles acuden a las urnas a votarles con febril 'patriotismo'.
En la desfachatez en la que vivimos, María Dolores de Cospedal, ese siniestro personaje que en Alemania ya conocería el mundo carcelario y el repudio social por tantas y tantas corruptelas, ha sido recientemente coronada como ministra de Defensa. Algo que en cualquier país avanzado habría supuesto un auténtico escándalo, que habría forzado dimisiones y abierto una crisis de considerable magnitud, en España no generó casi ninguna reacción de consideración. Tan acostumbrada está nuestra tierra a tales ultrajes que su nombramiento solo constituyó uno más que añadir a la interminable lista.
Una vez en el poder, Cospedal tenía que sacar lo mejor de sí misma: su recalcitrante franquismo. Así, hemos sido conocedores en fechas recientes de la subvención de los chicos y chicas de la ministra de Defensa a una asociación franquista, lo que se une a una interminable lista de arrebatos que recuerdan a una época anterior, producidos por Cospedal y otros exministros de Defensa (como Morenés, Chacón, Alonso, Bono, etc.).
Por ejemplo, este verano, supimos que la efeméride que se leyó el 18 de julio fue una exaltación de la sublevación militar; el año pasado, una charla de un historiador franquista llenó el auditorio del Centro Superior de Estudios de la Defensa de altos mandos militares; o hace dos años, en 2015, algunas unidades militares terminaron comiendo en Casa Pepe, un restaurante-museo que homenajea a Franco.
También hay unos cuantos 'gatillazos franquistas', como cuando se tuvo que cancelar, el año pasado, la presentación de un libro en el Museo del Ejército que iba de lo mismo, de alabar al amadísimo Caudillo.
Y eso por hablar solo de los últimos dos años, porque el que quiera encontrar más información, ahí tiene 'El libro negro del Ejército español', con sobrados datos para demostrar la filia franquista de nuestra cúpula militar y nuestro Ministerio de Defensa hasta acongojarse. Porque esto viene de lejos, de muy lejos. De hace ochenta años.
Una de las últimas grandes novedades de la exaltación franquista es su descaro, directamente proporcional a la persistencia de los votantes. Por ejemplo, el número dos de Cospedal, Agustín Conde, es un reconocido seguidor de Franco, especialmente desde que propuso la celebración de un pleno de la Comisión de Defensa en el Alcázar de Toledo un 18 de julio. No es un caso aislado, ya que bastaría recordar al anterior director de la Guardia Civil, el 'cadenero' Arsenio Fernández de Mesa. Y así le va al Ministerio de Defensa, ese que pagamos todos, de catástrofe en catástrofe y de disparate en disparate.
En definitiva, la exaltación franquista en las Fuerzas Armadas españolas es tan cotidiana y tan asumida socialmente que, por supuesto, nadie se plantearía investigar a los militares de esta filiación, como sí han hecho los alemanes con aquellos que demostraron tener ideologías nazi o comportamientos intolerantes (275 militares fueron investigados por ello). Mucho menos se proyectaría hacer una inspección a todos los cuarteles para realizar una limpieza de aquellos objetos y recuerdos de la época de Franco, como la que los alemanes hicieron este mismo año.
Así pues, como ha quedado constatado, uno de los grandes problemas de este país es la estructura franquista que subyace bajo la apariencia de edificio moderno, la misma que nos impide avanzar en muchos aspectos. Desgraciadamente, hasta que no encaremos el problema y consigamos desembarazarnos de esta mortaja, no podremos ser un país avanzado.