Idlib, el último capítulo de la guerra en Siria
La guerra en Siria, salvo cambio drástico del guion, terminará, pues solo queda por escribir una última página de la misma: Idlib. Una página que puede ser terrible y sangrienta, no hay que olvidarlo, aunque tanto la ONU como Rusia y Turquía están intentando evitarlo.
Idlib, situada al noroeste de Siria y muy próxima a Turquía, es el último reducto de lo que los medios de comunicación occidentales se empeñan en denominar "rebeldes". Idlib, con menos de 750.000 habitantes antes de 2011, concentra actualmente entre 2,5 y 3,3 millones de habitantes, de los que más de 1,2 millones son desplazados sirios que han huido del resto de las ciudades recuperadas por el Gobierno sirio (Alepo Oriental, Ghuta Oriental o Derá). Pero tras Idlib ya no queda nada, solo la frontera turca. Una frontera cerrada por un país que ya cuenta con más de tres millones y medios de refugiados y que ocupa parte de Siria con puestos avanzados.
El temor de UNICEF, compartido por rusos y turcos, se centra en las terribles consecuencias que un asalto sirio podría suponer: desde la muerte de miles de personas al desplazamiento de entre 250.000 y 750.000 personas, de las que hasta 350.000 serían niños. Sin duda, otro nuevo drama a añadir a un Planeta que ya cuenta con casi 70 millones de refugiados o desplazados. Un drama que difícilmente podría ser asumido por las organizaciones humanitarias, completamente desbordadas en la actualidad.
Un escenario enormemente complejo
Un ligero vistazo a lo que los medios de comunicación occidentales denominan "rebeldes" demuestra hasta qué punto el escenario es complejo. Charles Lister cartografía en 'War on the rocks' a estos de la siguiente manera:
- Ejército Libre Sirio (ELS) apoyado por Turquía.
- Grupos alineados con los 'Hermanos Musulmanes'.
- Grupos salafistas extremos.
- Al Qaeda.
- Hayat Tharir al Sham, escisión de la facción de Al Qaeda en Siria que cuenta con relaciones con Turquía.
- Células durmientes del Estado Islámico.
Casi nada... Unos 'rebeldes', por tanto, bastante heterogéneos que engrosan sus filas con lo que el asesor humanitario de la ONU para Siria, Jan Egeland, ha denominado "tipos malos". Unos 'tipos' que si son considerados 'malos' es porque derrumbaron las Torres Gemelas; generaron atentados terroristas en Paris, Barcelona, Berlín, Bruselas y cientos de ciudades sin ningún interés para Occidente; y recibieron o han recibido apoyo, de una forma u otra, desde cuantiosas cantidades de dinero hasta armas o apoyo militar, de Turquía, Israel, Qatar, Arabia Saudí o EEUU. Algunos de cuyos países, incluso, tienen o han tenido tropas en el país.
En este contexto se hace por completo imposible predecir el resultado final de la guerra de Siria y de Idlib más concretamente. Pues, aunque se supone que todo terminará a corto plazo, nadie puede descartar que Idlib termine convirtiéndose en una de tantas regiones del mundo inmersa en una guerra sinfín que un día dejan hasta de ser noticia.
Lecciones de un desastre: la guerra no es la solución
Resulta realmente tentador poder acabar con un enemigo en una región tan importante como Oriente Próximo, pero la guerra no es la solución. Estados Unidos, Turquía, Israel, Arabia Saudí y demás aliados quisieron derrocar Siria, terminar con un aliado ruso que, junto a Irán, se encontraba y se encuentra en su punto de mira, pero el desastre acontecido en forma de millones de desplazados, muertos o heridos ha sido devastador.
¿Era acaso la solución armar y financiar al Estado Islámico, porque no olvidemos que fue este el que se apoderó de una gran parte de Siria durante algunos de los años del conflicto? ¿Era acaso la solución armar y financiar a las sucesivas facciones de Al Qaeda en la región para intentar derrocar de todas las formas posible el Gobierno de Siria? No lo parece.
Siria es el final de una tétrica hoja de ruta occidental en la que lo acaecido ha empeorado mucho lo que antes existía. Es, además, el cierre en falso de Oriente Próximo y el Magreb a la espera de otra chispa que genere millones de desplazados, decenas de miles de heridos y cuantiosos beneficios a la industria militar y el resto de las grandes élites occidentales.
No cabe duda, por otra parte, que países como Siria, Venezuela o Irán, demonizados y considerados enemigos por el mero hecho de no alinearse con los Estados Unidos y los intereses de las élites financieras mundiales, necesitan de reformas y mejoras. Muchas reformas y muchas mejoras. Sería irresponsable negarlo. Pero devastarlas no es la solución y demonizarlas tampoco. Pretender analizar estos países sin el contexto histórico y sin el contorno geográfico por el mero hecho de no someterse a Occidente y aliarse a otros actores geopolíticos mundiales resulta erróneo y en muchos momentos ridículo.
Escuchar que el eje del terrorismo es Irán ignorando a Arabia Saudí es poco menos que surrealista, hablar de atrocidades en Siria soslayando Palestina o Yemen no lo es menos y afirmar que España se puede convertir en Venezuela por el mero hecho de producirse un gobierno de izquierdas es tan grotesco como aseverar que España será México o Argentina en el caso de gobernar la derecha rancia o la derecha moderna española. Todo ello ha sido obra de los medios de comunicación, que usados como verdaderos ejércitos tienen mucho que ver en lo acontecido y, obviamente, en la desinformación existente. Desinformación que ha generado el caos en los últimos quince años.
Porque presentar a los países enemigos como si fueran anomalías regionales, es decir, como si los países que las acompañan geográficamente hablando fueran Suecia, Noruega, Alemania o Finlandia es sencillamente falaz. México, Arabia Saudí, Qatar o Israel están claramente necesitadas de reformas en muchos aspectos y Occidente no las demoniza, más bien oculta sus atrocidades, y ni mucho menos se plantea 'castigarlas'. Es decir, invadirlas, destrozarlas y someterlas al terror.
La guerra, y esto debe quedar claro de una vez por todas, no es la solución. Los movimientos de fichas en el tablero geopolítico generan muerte, hambre, enfermedades y destrucción. Siria debe constituir un punto de inflexión, un lugar de encuentro para el debate y la reflexión mundial. Un punto y final. Oriente Próximo, como el Magreb o América Latina, como la olvidada África o como la lejana Asia, requiere de un plan de desarrollo regional, un gran esfuerzo de inversión en sanidad y educación, en infraestructuras y cultura. Requiere progreso.
Lo que no necesita son más guerras generadas en los despachos de Europa o Estados Unidos, ya tuvieron suficiente con cien años.
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