Disparate 'Marca España': Franco a la Catedral de la Almudena
Franco murió en la cama, en la más absoluta placidez, y lo hizo gracias a la incomprensible sumisión del pueblo español, incapaz de levantarse ante una dictadura tan genocida como tirana. Pero lejos de agradecer este gesto, el fantasma del genocida sigue generando considerables quebraderos de cabeza. Hasta muerto. Hasta pasados más de 40 años.
El caso es que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), del partido político del 'sí, pero no' y del 'no, pero sí', decidió desalojar al fiambre, o a lo que quedara de él, del Valle de los Caídos (a 55 km de la Plaza de la Puerta del Sol). Poco tuvo que ver en su decisión lo aberrante de tener enterrado en la Europa del siglo XXI a un dictador en un monumento construido por presos políticos. Tampoco es que pretendiera terminar con el recalcitrante pero inmortal franquismo que carcome las Fuerzas Armadas y otras instituciones no menos importantes del país. De lo que se trataba era de organizar un 'show' que generara los suficientes titulares y minutos televisivos y radiofónicos como para permitir seguir mejorando las encuestas y presentarse a las elecciones del año 2020, esas que un día antes de ser presidente pretendía adelantar y un día después ya no.
Con estas intenciones, el marketing electoral, desahuciar a Franco del Valle de los Caídos era tan buena idea como dejar de vender 400 bombas de precisión a los sauditas. El problema, en ambos casos, es que no se trataba de una intención con un verdadero trasfondo ideológico ni político. Porque ni Pedro Sánchez ni, por supuesto, el PSOE pretenden erradicar el franquismo, como tampoco quisieron jamás dejar de vender armas a los sauditas. El negocio se proyectaba resolver en la impostura.
Por ello, no existió jamás un 'plan B'. Lo que en el caso de la venta de armas habría sido reconvertir el sector de la industria militar en otro con tanto o más futuro y en el caso del desalojo de los restos del genocida habría sido tener planificado un lugar en el que alojar los restos, quisieran o no, los descendientes. Y crear las herramientas legislativas o de cualquier otro tipo necesarias para implementar tal proyecto. Lo de proyecto o herramientas para quien pretende gobernar como una estrella de rock, con el avión presidencial a un concierto y el helicóptero oficial a la boda de un cuñado, parecen demasiadas alforjas. Y es que lo de ideología en el dirigente de un partido republicano pero borbónico, defensor de los DDHH pero creador de los GAL, contrario a la OTAN pero el que introdujo a España en la misma, a favor de un modelo federal pero copartícipe del 155 o defensor de la clase trabajadora pero sumiso al 135 también parece demasiada exigencia.
Usualmente, lo que suele acaecer en estos casos, en los que se buscan las luces y no la resolución de los problemas, es que espectáculo se consigue, aunque no en las formas y términos en los que se deseaba. Seguramente, Pedro Sánchez se imaginaba loado a diestro y siniestro por dejar de vender 400 bombas de precisión a los sauditas mientras seguía vendiendo cinco fragatas de casi 2.000 millones de euros y cientos de millones de euros más en armamento (munición, artillería y lo que nos pidieran). Ensoñaba, sospecho, que sería aclamado por la ciudanía por acometer una decisión sin precedentes que terminara con el funesto despojo del dictador fuera del Valle de los Caídos. Pero erró. ¡Y cómo!
No calculó que los sauditas tienen mal carácter para dar y repartir, si no que les pregunten a los canadienses, que todavía sufren sus cóleras por censurar las detenciones de activistas. Ni se le pasó por la cabeza que los Borbones, íntimos de los sauditas, no permitirían un ultraje a sus 'hermanos', menos aún con las denuncias que existen sobre comisiones millonarias de por medio. Ya saben, Corinna y demás. Menos aún ponderó que la familia Franco, muy allegada también a la Monarquía, de la que recibe títulos y contratos, posee un enorme poder tanto en España como en la Iglesia (como vemos, a los reyes de España casi siempre se les encuentra en los peores escenarios).
Por todo ello, España tuvo que claudicar y continuar vendiendo armas a Arabia Saudí en un ridículo internacional que ya no resulta ni siquiera insólito. Y por todo ello, resulta que ahora el destino de los restos de Francisco Franco puede ser la Catedral de la Almudena. ¡Horror! ¡En la catedral de la capital de España! ¡En pleno centro de Madrid!
Sí, efectivamente, el asunto se les ha ido de las manos y la situación apunta a que tendremos un lugar de culto y peregrinación de un dictador genocida y fascista en el centro de una capital europea. Lo que antes se encontraba a más de 50 minutos de la Plaza de la Puerta del Sol ahora se encontrará a 900 metros. Unos diez minutos caminando.
Ni que decir tiene que las consecuencias podrían ser terribles, pues se ha desalojado a un dictador de un lugar, el Valle de los Caídos, en el que no debería estar, pero se ha hecho de forma tan negligente que lo único que se ha conseguido ha sido empeorar la situación al generar un posible emplazamiento en el centro de Madrid. Un lugar infinitamente más privilegiado y accesible que el nicho de origen. Peor aún: el revuelo mediático ha generado una impagable campaña de publicidad que jamás podrá agradecer lo suficiente la extrema derecha (como Vox) y que aúpa todavía más a los ultranacionalistas que amenazan con devorar el mundo entero.
En definitiva, un desastre que buscaría por todos los medios cualquier estrella de rock and roll para vender ('que hablen de mí, aunque sea mal'), pero que cualquier presidente de un país serio debería evitar al precio que fuera necesario. Eso sí, portadas y minutos de televisión, tanto el presidente como el asunto, han tenido y tendrán por cientos y miles, porque el disparate todavía no se ha terminado. Y ahora, ¿quién deshace el nudo gordiano?
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