El Brasil de Bolsonaro: militares en el Gobierno, política exterior y disyuntiva armamentista
Jair Bolsonaro (PSL), calificado en los principales medios internacionales como homófobo, racista y extremista, ha arrasado en las elecciones presidenciales de Brasil gracias al apoyo de un 55,13% de votantes profundamente desencantados con el sistema. Su victoria electoral, previsible desde hace semanas, ha sido bien recibida por los mercados internacionales, que han aplaudido su primera declaración apelando, como suele ser habitual en los líderes ultranacionalistas, a la "Constitución” y "la unión del país". Sin embargo, a diferencia de muchos otros extremistas, estas declaraciones de Bolsonaro tienen una fuerza sentimental mucho mayor, pues fue capitán del Ejército y su relación con los militares ha sido tan intensa desde entonces (en los años ochenta) que la retórica militar ha impregnado sus manifestaciones.
El excapitán, de hecho, tan polémico y autoritario en sus formas como Donald Trump o Matteo Salvini, utilizó en un gran número de ocasiones expresiones marciales como "barrer del mapa" e, incluso, su hijo, Eduardo, llegó a realizar afirmaciones tan belicosas como amenazadoras ("para cerrar el Supremo Tribunal Federal sólo se necesitan un soldado y un cabo"). Y no parece que estos dos uniformados, el soldado y el cabo, vayan a ser los únicos militares que piensa reclutar Jair Bolsonaro, pues Brasil será remilitarizado. Los exgenerales Hamilton Mourão y Augusto Heleno serán vicepresidente y ministro de Defensa, respectivamente, y se especula con el nombramiento de hasta cuatro exmilitares más como ministros. Ello sin olvidar que una gran cantidad de militares de rangos inferiores ocuparán puestos de distinta relevancia en la administración.
La presencia de tantos militares en puestos de tanta responsabilidad será un acontecimiento sin precedentes desde que en 1985 se pusiera fin a la dictadura, hasta tal punto que el Gobierno de Brasil parecerá, en determinados momentos, más una de tantas juntas militares que dictaron los designios de gran cantidad de países de América Latina a finales del siglo pasado que el gabinete técnico que se espera de una democracia en el siglo XXI.
Más allá de la militarización del gobierno, la desmentida amenaza de intervención militar en Venezuela o la evidente predisposición a colaborar con los norteamericanos, que ha quedado demostrada en la programación de los tres primeros viajes oficiales del nuevo presidente (Chile, Estados Unidos e Israel) o en un tuit de Donald Trump felicitando a Bolsonaro ("Acordamos que vamos a colaborar en comercio, asuntos militares, ¡y todo lo demás!"), da a entender que el impacto del nuevo gobierno en cuanto al gasto militar o la importación y exportación de armas se antoja colosal.
Un gasto militar desorbitado
Lo que se encontrará Bolsonaro será un gasto militar en Brasil completamente desorbitado que le sitúa a la cabeza de América Latina, alcanzando en el año 2017 el 1,4% del PIB y un total de 25.751 millones de dólares, lo que contrasta con datos tan alarmantes como el aumento del desempleo (12%) y el riesgo de más de un millón y medio de personas de sufrir extrema pobreza.
De hecho, según el SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), aunque el gasto en relación al PIB ha descendido claramente desde finales de los años ochenta en los que llegó a situarse en el 2,7% (1989) hasta la actualidad (1,4% del PIB), lo cierto es que en términos absolutos no ha dejado de crecer hasta casi duplicarse en las últimas tres décadas (15.353 millones de dólares en 1988, 21.309 millones de dólares en 2008 y 25.751 millones de dólares en 2017).
Para hacernos una idea de lo que significa el gasto militar brasileño conviene remarcar que en 2017 solo Francia (56.287 millones de dólares), Alemania (43.023 millones de dólares) y, por muy poco, Italia (28.417 millones de dólares) gastaron en Europa más que el país carioca o que España invirtió casi la mitad que los brasileños (15.686 millones de dólares). Pero si la comparación la hacemos con los países de América Latina y el Caribe la cifra se muestra todavía más disparatada: Colombia (8.976 millones de dólares), México (5.533 millones de dólares), Argentina (5.165 millones de dólares) o Chile (4.805 millones de dólares) gastaron entre un 70 y un 80% menos que Brasil.
La llegada del excapitán Bolsonaro al poder puede suponer, además, una nueva vuelta de tuerca con un aumento porcentual y absoluto considerable en cuando al gasto militar, lo que podría llevar a los presupuestos militares hasta unos umbrales todavía más descabezados. De hecho, ya en el año 2015 el informe 'Future of the Brazilian Defense Industry' de la consultora ASD Reports preveía que el gasto militar brasileño llegaría en 2021 hasta el 1,7% del PIB y los 41.000 millones de dólares, por lo que el impulso del excapitán puede elevar el gasto hasta al 2% que Donald Trump está exigiendo a sus aliados en la OTAN (en Brasil supondría más de 50.000 millones de dólares anuales). Inversión militar que de materializarse supondrá a buen seguro un aumento de la pobreza y las desigualdades en Brasil.
Una importación de armas descompensada con el presupuesto
Contrariamente a lo que se podría esperar, el gasto brasileño en defensa no tiene una correspondencia con la adquisición de armas, pues según los informes de transacciones del SIPRI las armas importadas por Brasil alcanzaron entre 2000 y 2017 un total de 3.921 millones de dólares, sin una clara tendencia al alza, cifra que no es mucho mayor que lo invertido por Colombia (2.582) o México (2.656) o que resulta incluso inferior Chile (4.823 millones de euros), país con un presupuesto, como hemos visto, enormemente inferior al brasileño.
Una industria militar insignificante en el mundo
Por otra parte, la industria militar no tiene correlación con el gasto militar brasileño siendo completamente insignificante si analizamos las exportaciones de armas brasileñas en este siglo, pues estas solo alcanzaron los 799 millones de dólares. Aunque cabría reseñar que los países latinoamericanos se encuentran en cotas muy inferiores (13 millones de dólares en exportaciones para Argentina; 123 millones para Chile; o 16 millones para Colombia), países europeos con menor presupuesto militar, o muy parecido, exportan diez veces más armamento bélico (España registró exportaciones por 9.817 millones de dólares e Italia por 10.457 millones de euros).
Por tanto, si tenemos en cuenta las escasas importaciones y exportaciones, podemos concluir que la industria militar brasileña está orientada al autoabastecimiento. No obstante, Brasil cuenta con el tercer mayor fabricante del mundo de aviones, la compañía brasileña Embraer, que destaca por la fabricación de sistemas de combate, defensa antiaérea y vehículos militares y su industria militar generar 60.000 puestos de trabajo directos y 240.000 indirectos.
Sospechas de corrupción
Por último, no se puede obviar que la compra de armas por parte de Brasil está siendo investigada a día de hoy en España. En este país, se ha judicializado una trama corrupta que vendía armas a diferentes países, especialmente, Angola y Arabia Saudí, y que también afecta a Brasil, aunque todavía no se ha investigado lo suficiente como para cuantificar la magnitud de la corrupción. En el caso de Angola, el más avanzado procesalmente, la empresa semipública española DEFEX cobró algo más de 150 millones de euros por armas que solo valían 50 millones de euros, quedando unos 100 millones de euros repartidos entre comisionistas españoles y funcionarios locales.
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