¿Por qué 20.000 militares de EE.UU. pueden poner en riesgo de contagio al mundo en plena expansión del coronavirus?
Una vez más, Estados Unidos ha vuelto a cometer una irresponsabilidad que podría tener nefastas consecuencias tanto para los propios norteamericanos como para el resto del mundo. A pesar de la situación de crisis por la que atraviesa Europa después de la expansión del coronavirus –virus denominado SARS-CoV-2, que causa COVID-19–, a la que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha considerado como actual epicentro de la enfermedad, los Estados Unidos han desplegado a 20.000 militares para la participación de estos, junto a otros 13.000 militares norteamericanos residentes en Europa y otros 7.000 militares europeos, en el ejercicio militar transnacional Defender Europe 20. En total, unos 40.000 militares –junto a numerosos civiles– pretendían maniobrar entre abril y mayo en el punto más contagioso del mundo en la actualidad.
Entre los 7.000 militares europeos que participarán en el Defender Europe 20 se incluyen uniformados de Italia, España y Alemania, los tres países más afectados por el coronavirus en Europa. De hecho, fue el propio ministro de Defensa alemán, Joachim Herrmann, quien, uno a uno, recibió el pasado 3 de marzo en Nuremberg a los primeros militares norteamericanos.
El despliegue de tropas, que supone el mayor desembarco de militares norteamericanos en Europa en 25 años, tenía por objetivo atemorizar a Rusia. Objetivo que, para los norteamericanos, se encuentra por encima, incluso, de sus propias recomendaciones de seguridad, dado que, cuando comenzaron a desplegarse las tropas, el 3 de marzo, la mayoría de Europa se encontraba en el nivel de alerta 2 (que urgía a tomar grandes precauciones), mientras que Italia se situaba en el nivel 3 –evitar viajes no esenciales– y las zonas más afectadas del país transalpino se situaban en el nivel 4, es decir, recomendaban no viajar.
Estas especiales circunstancias no fueron impedimento para que los 20.000 militares norteamericanos y el material necesario para el ejercicio llegara a los puertos europeos de Alemania, Países Bajos, Bélgica, Letonia y Estonia y a numerosos aeropuertos de Europa.
En este caso, no solo los norteamericanos se han mostrado irrefutablemente irresponsables, sino que la Unión Europea tampoco puede presumir de un comportamiento en ningún caso acorde a la amplitud de miras que se le presupone a los gestores europeos. Porque la ineptitud de los 27 ministros de Defensa de la Unión Europea fue mayúscula, pues lejos de tratar en su reunión del 4 y 5 de marzo en Croacia (Zagreb) la amenaza del coronavirus, centraron todos sus esfuerzos en la coordinación del masivo ejercicio militar. Ni siquiera el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, estuvo a la altura de las circunstancias e incluso llegó a afirmar que los ejercicios no se cancelarían y que, en todo caso, se evaluaría la situación en un futuro.
Un peligro para todos
Conviene reseñar que Europa, a diferencia de China, se ha mostrado incapaz de controlar la pandemia, por lo que el número de contagiados no para de aumentar y se sitúan al 16 de marzo en casi 60.000, siendo los países más afectados Italia, con casi 25.000, y España con casi 10.000. Situación que, de seguir así, provocará que Europa supere en breve las cifras de China, el país en el que comenzó la epidemia, aunque todavía por causas desconocidas –Zhao Lijian denunció que el virus pudo ser llevado por militares norteamericanos–.
Con Italia cerrada a cal y canto, España imponiendo controles fronterizos terrestres, Europa proponiendo prohibir la entrada de ciudadanos de fuera de la Unión Europea, Estados Unidos no ha tenido más remedio que cancelar el 16 de marzo el Defender Europe 20, por lo que los efectivos norteamericanos regresaran a sus lugares de origen. No le bastó ni que la Organización Mundial de la Salud declarase la enfermedad COVID-19 como pandemia cinco días antes, el 11 de marzo.
Sin embargo, ahora el peligro es más que evidente: los militares tendrán que volver a sus bases europeas y norteamericanas. Más de 20.000 personas regresando a las bases en Alemania, Polonia, España, Italia, Idaho, Florida, Washington, California, Texas, Nueva York, Pensilvania o Georgia después de haber estado en contacto con miles de personas en el foco de contagio del virus. Será un milagro que el virus no viaje con ellos.
En un comunicado de compleja verosimilitud, los norteamericanos han afirmado que detuvieron todos los movimientos de tropas el 13 de marzo, debido a que para ellos lo principal es la salud y la seguridad de los militares, civiles y familiares involucrados. Compleja verosimilitud porque tres días en una situación como la actual es un siglo y no parece muy lógico paralizar los movimientos de los militares el 13 de marzo y no suspender el ejercicio hasta tres días después. Pareciera que se vieron obligados.
En cualquier caso, el ejercicio de amenaza a Rusia se resfrió.
Lo que las autoridades norteamericanas no han explicado en ningún caso, ni tan siquiera con versiones rocambolescas, es cuál es el plan, si lo tienen, para evitar que entre los 33.000 militares que regresaran a sus lugares de origen no viaje el virus con ellos.
Pero, ocurra lo ocurra en los próximos días, no cabe duda que la actuación norteamericana se ha enmarcado en todo momento en la temeridad y la irresponsabilidad, algo que debería ser cuestionado, debatido y sancionado por las autoridades y la ciudadanía, tanto en Estados Unidos como en Europa.
Pero más allá de esta magna imprudencia, Estados Unidos y, en especial, su subordinada Europa, deberían analizar en profundidad su relación con Rusia, al menos en un momento como el actual, en el que parece inevitable recordar que solo somos un punto de azul pálido, tal y como captó la sonda espacial Voyager 1 y publicó Carl Sagan en 1990. A unos diminutos habitantes de una mota de polvo a la que un virus puede aniquilar, aunque hoy solo se conforme con resfriarnos, nos interesa la cooperación y no la competencia.
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