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La estrategia de Donald Trump frente al coronavirus: de recomendar desinfectante a acusar a China

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La estrategia de Donald Trump frente al coronavirus: de recomendar desinfectante a acusar a China

Donald Trump trabaja de forma incansable y frenética, aunque no se sabe muy bien con qué fin, ni siquiera sus asesores parecen saberlo, pues dimiten hastiados o aguantan como pueden, no sin gran perplejidad, sus delirantes declaraciones. Así, después de proponer, como si fuera un 'vende-brebajes' cualquiera o el cliente habitual de la barra de un bar, inyectar desinfectante o usar la luz solar, ahora acusa a China a cuenta del coronavirus. 

Pareciera, a simple vista, que el presidente se asesora en los foros más tóxicos de las redes sociales en lugar de usar asesores cualificados, pero no es un parecer, es una estrategia. Donald Trump construyó la anterior victoria electoral sobre el odio a los migrantes, lo que se escenificó en la propuesta de construcción de un muro para aislar Estados Unidos de la América Central que expolian; la siguiente cita electoral, en noviembre de este 2020, parece que se construirá sobre el odio a China, lo que se está escenificando en la acusación de la creación y/o difusión del coronavirus. 

Donald Trump ha aseverado que el virus se "dejó correr" en China por incompetencia o incluso con alevosía y que fue creado en un laboratorio en Wuhan. En la misma línea, Peter Navarro, asesor del presidente, aseveró que el Partido Comunista "infligió este virus al mundo" y demandó que no fuera olvidado por los norteamericanos. 

Una teoría desmontada 

Aunque ya sabemos que el virus no se creó en ningún laboratorio, ni en Wuhan ni en ninguna otra parte del mundo, los gobernantes norteamericanos perseveran en la mentira. En España, el 25 % de las personas piensa que el Sol gira alrededor de la Tierra y el 30 %, que los humanos convivieron con los dinosaurios. En Estados Unidos la situación no es mucho mejor, pues solo el 66 % de los menores de 25 años tiene plena seguridad de habitar en un planeta esférico. No parece, pues, una empresa tan compleja la de hacer creer a buena parte de los norteamericanos –y del resto del mundo– que el coronavirus fue una invención de China, cuando no directamente un ataque chino. 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España
En EE.UU. prefirieron vender armas e incendiar el mundo, cuando por un porcentaje muy bajo de su gasto militar, habrían podido tener herramientas suficientes para detener y controlar la pandemia

Por si fuera poco, siempre hay algún científico un tanto a la deriva dispuesto a reforzar disparatadas teorías, como es el caso de Luc Montagnier, Premio Nobel por descubrir el VIH, que en el año 2010 ya asustó a la comunidad científica por su apuesta por la homeopatía. El virólogo francés afirmó que el SARS-CoV-2 fue creado mediante la inserción de genes del VIH-1. Lo hizo basándose en un estudio del Instituto Indio de Tecnología de Nueva Delhi que todavía no había sido verificado por expertos y que posteriormente fue retirado por los autores. La buena noticia de esta desmontada teoría –por múltiples expertos– es que, de haber sido cierta, el virus desaparecería de forma rápida. 

La realidad: la pandemia pudo ser prevista 

La realidad es que la pandemia pudo ser prevista por los Estados Unidos mucho antes de que apareciera en China, incluso antes de su existencia, pues ya en 2005 el entonces presidente, George W. Bush, afirmó que si se esperaba a que surgiera una pandemia sería muy tarde y que se podrían perder muchas vidas por no actuar. De hecho, habló específicamente de una gripe contagiosa y creó un ambicioso programa para preparar el país ante una pandemia. Sin embargo, los Estados Unidos no se tomaron en serio el plan y este terminó abandonado en un cajón: prefirieron vender armas e incendiar el mundo, cuando por un porcentaje muy bajo de su gasto militar, habrían podido tener herramientas suficientes para detener y controlar la pandemia. 

Algo parecido ocurrió en Europa, pues, tras los diferentes avisos producidos –Gripe H1N1 en 2009; MERS en 2012; Gripe aviar en 2013; polio y ébola en 2014; o Zika en 2016–, introdujo las pandemias como una amenaza en el documento base de la estrategia global de seguridad de 2016 e incluso señaló las debilidades para combatir una pandemia en un informe especial a finales de ese mismo año. Europa también prefirió dedicarse a la compraventa de armas que a la preparación de un tejido sanitario

Porque lo cierto es que la pandemia, por suerte, tiene una letalidad relativamente baja, según múltiples estudios, y si ha tenido tanta incidencia se ha debido a que su alto nivel de contagio ha encontrado un tejido sanitario muy débil, tanto en Estados Unidos como en gran parte de Europa, especialmente, en los países mediterráneos. Y también, como comentábamos, a la inexistencia de planes de contingencia de pandemias: respiradores, material sanitario de protección o fármacos. Un buen ejemplo de que estas dos cuestiones han sido esenciales en la incidencia de la pandemia lo encontramos en los efectos que estas han causado en países como Alemania o Noruega frente a otros como Italia o España. 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España
El 30 de enero se produjo el primer contagio local en EE.UU. y el 27 de marzo ya era el epicentro de la pandemia. ¿Qué hicieron y qué pudieron haber hecho durante esos meses? Esa es la pregunta que pretenden ocultar entre tanto disparate

Por tanto, si Estados Unidos hubiera hecho caso a George W. Bush y Europa, a los informes existentes desde 2016, o si, siendo consciente de sus debilidades, hubiera tomado medidas a tiempo, la incidencia de la pandemia habría sido menor. De hecho, una parte considerable de la mortalidad acaecida se debe más a las carencias sanitarias y a las negligentes decisiones que a la verdadera letalidad del virus. 

Por si fuera poco, los Estados Unidos tuvieron tiempo para reaccionar: el 30 de enero se produjo el primer contagio local, el 27 de febrero se conoció el primer contagio de una persona que no tenía relación con China y, un mes después, el 27 de marzo, Estados Unidos ya era el epicentro de la pandemia. ¿Qué hicieron y qué pudieron haber hecho durante esos meses? Esa es la pregunta que pretenden ocultar entre tanto disparate. 

La teoría del ataque vírico es una estupidez 

La teoría del ataque vírico es una estupidez por muchos motivos, no solo porque resulta absurdo que China atacara su propio territorio –el SARS o el MERS solo tuvieron incidencia regional–, que lo hiciera sin contar con una vacuna o que lo hubiera hecho con un virus con tan baja letalidad –puestos a atacar el mundo, mejor un virus con gran letalidad–, sino que, además, es un virus que, como hemos comprobado, permite semanas y meses de maniobra a los países que lo sufren o lo pueden sufrir, de tal forma que aquellos que tienen buenas infraestructuras sanitarias o toman decisiones a tiempo son capaces de minimizar su impacto.  

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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