Armas y violaciones de derechos humanos: Lo que se esconde más allá del TLC entre Colombia e Israel
El Gobierno colombiano dirigido por Iván Duque firmó un Tratado de Libre Comercio (TLC) con el Gobierno de Israel, ahora mismo en manos de Benjamín Netanyahu, con el objetivo oficial de fortalecer la cooperación económica y las exportaciones entre ambos países.
El acuerdo, que se negoció entre 2012 y 2015 y quedó aparcado durante cinco años, ahora se antoja imprescindible porque, según Duque: "Es un tratado que le permite a las exportaciones colombianas, básicamente a un 97 % de nuestros productos, llegar sin arancel a Israel. Le permite también a Israel llegar a Colombia con muchos de sus productos, pero también con mucha de su inversión".
Según su exposición, 7.000 productos y el 99 % de las exportaciones industriales colombianas quedarán sin aranceles.
El negocio
Como datos a reseñar, convendría recordar que las exportaciones entre ambos países crecieron 408 millones de dólares anuales, entre 2010 y 2019, mientras que el último año del que se poseen cifras, el 2019, Colombia realizó ventas a Israel por valor de 366 millones de dólares, entre las que oficialmente se destacan café, flores, confites, galletas y manufacturas de papel, aunque representan menos del 8 % del total.
Los datos del primer semestre de 2020 son todavía mejores, pues aumentaron un 18 % respecto al año anterior, situándose en 197 millones de dólares. Y si se cumple el plan del Gobierno colombiano, el TLC incrementará las exportaciones o abrirá el comercio de petroquímicos, cosméticos, utensilios de limpieza, textiles, confecciones, joyería, medicamentos, neumáticos, cerámica, laminados de hierro o acero, muebles o juguetes. Sobre el papel, suena bien: café y juguetes.
La verdad oficial
Para Benjamín Netanyahu, "este Tratado de Libre Comercio cimentará el futuro" de ambos países, es una "muestra de amistad" y refleja la capacidad "de mirar al futuro". "Por eso lo felicito, porque juntos estamos creando algo que perdurará en el tiempo y traspasará generaciones", sostuvo.
Para Duque, este tratado permitirá a Colombia aprender de Israel sobre desarrollos en la cuarta revolución industrial, en temas como inteligencia artificial, internet de las cosas, robótica, aplicación de tecnologías de precisión a distintos sectores y, lo más importante, constituirá "una gran oportunidad para que llegue inversión" de Israel al país suramericano en asuntos "estratégicos e importantes" como la agricultura, la salud, la educación, el sector financiero, el área empresarial y la seguridad. Sí, la seguridad.
La diferencia entre el relato israelí, que habla del futuro y la amistad, y el otro, el colombiano, que versa sobre agricultura, inteligencia artificial o robótica, parece demasiado asimétrico.
La verdad extraoficial: la industria militar y la conexión con EE.UU.
Le han hablado del café, los confites y las galletas colombianas, que representan menos del 8 % de las exportaciones, y la amistad y el futuro israelí que representa, esto es, representa... nada. ¿Por qué? Lo que no le cuentan es que Colombia, gracias a sus conflictos internos, ha sido un cliente preferente en la compra de armas norteamericanas e israelíes.
Entre 2013 y 2016, Colombia importó armas por valor de 293,2 millones de dólares, entre las que podemos destacar las bombas guiadas Griffin de origen israelí o los misiles antitanque BGM-71 TOW, de origen norteamericano. Además, Israel fue el primer comprador de armas colombianas y EE.UU., el tercero. Nos vamos acercando a lo realmente importante para Israel, más allá de la amistad, claro.
Y es que la empresa colombiana de fabricación de armas Indumil –Industria Militar Colombiana– consiguió ventas en el año 2018 por un total de 585.000 millones de dólares. Una cifra que se esperaba superar en 2019, llegando a los 700.000 millones de dólares, entre los que se incluirían 250.000 toneladas de explosivos.
En este ingente negocio, en el que se pueden encontrar grandes intereses para que Colombia siga manteniendo conflictos internos, se integre en la OTAN o se enfrente a sus países vecinos –a más conflictos, internos o externos, más ventas–, encontramos las huellas israelíes.
Indumil fabrica desde hace años, casualmente, un fusil de origen israelí, el Galil, del que exporta sus partes a Israel y, desde 2019, también fabrica y vende, incluso a particulares, la pistola israelí Masada. No es casualidad que Colombia se haya convertido en una fábrica israelí de armamento. Esta sí es la esencia del negocio.
Aliados contra los derechos humanos
Colombia e Israel comparten puntos en común porque ambos tienen una relación profunda con Estados Unidos y se consideran compañeros y aliados en la Guerra Global contra el Terrorismo, pues se sienten víctimas de organizaciones terroristas. De ahí que Colombia haya aumentado su interés en los últimos años en mediar en el conflicto entre Israel y Palestina.
Sin embargo, Colombia e Israel son, realmente, como casi todos los países que mantienen vínculos profundos con Estados Unidos, ingentes e inagotables fábricas de conflictos, armas y violaciones de derechos humanos.
De hecho, Colombia e Israel han sido denunciados en las últimas décadas por múltiples violaciones de derechos humanos, por auténticas barbaridades. Sin ir más lejos, en el Informe sobre los Derechos Humanos 2017/18 de Amnistía Internacional se señala al país suramericano por el homicidio de "casi 100 defensores y defensoras de los derechos humanos" en un solo año. Una tendencia que lejos de atenuarse, se intensificó, pues en el año 2018, según denunció la ONU, los asesinatos se elevaron a 115 defensores de los derechos humanos y en los primeros cuatro meses de 2019 alcanzaron los 51 homicidios.
A estas violaciones de derechos humanos hay que añadir los 'falsos positivos' y otros abusos, como el caso de Manary Figueroa, una periodista que denunció haber sido violada por militares colombianos cuando solo tenía cinco años de edad.
Y es que se elija el momento en el que se elija para informar sobre las violaciones de derechos humanos en Colombia, los cadáveres aparecen de inmediato: en las últimas horas se han producido más de diez muertos tras el homicidio de Javier Ordóñez, un abogado y taxista, que fue salvajemente agredido por agentes policiales y cuyo vídeo se difundió rápidamente por las redes sociales causando gran indignación. Recordó el caso de George Floyd, pues también suplicó que detuvieran la agresión porque se ahogaba, y el caso del estudiante asesinado el año pasado, Dilan Cruz. Pero es que hace menos de dos meses el escándalo en Colombia lo protagonizaron las violaciones grupales de menores por parte de militares. Esperemos que no sea este el futuro que añora Israel.
Aunque a decir verdad, el presente israelí no dista mucho del colombiano, pues las violaciones de derechos humanos cometidas por Israel no son menores. Valga como reseña la denuncia de Amnistía Internacional realizada en 2019: "Las imágenes de vídeo del incidente muestran que la mujer estaba de pie a cierta distancia de los guardias israelíes cuando la mataron a tiros. Cuando dispararon contra ella, no parecía llevar un arma de fuego y no constituía una amenaza inminente para los guardias o para las vidas de quienes estaban en las cercanías. Esto sugiere enérgicamente que su homicidio puede haber sido ilegítimo".
Ciertamente, Israel y Colombia firmaron un TLC para fortalecer sus relaciones bilaterales y su sumisión a Estados Unidos. O lo que es lo mismo: un TLC para reforzar la violación múltiple e interminable de los derechos humanos y aumentar el comercio de armas necesario para ello. Bueno, y también para vender galletas, juguetes y amistad.
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