Cuando España todavía se encontraba en shock por la revelación –el 29 de noviembre en mi perfil de Twitter– de una conversación de militares retirados en WhatsApp en la que se chateaba abiertamente con tonos ultraderechistas sobre fusilar a 26 millones de españoles, la idoneidad o no de perpetrar un golpe de Estado –que no sería bien visto– o los deseos de los participantes de tener a Margarita Robles como presidenta del Gobierno, tres nuevos escándalos ultraderechistas, esta vez de militares en activo, han reactivado el debate.
Se trata de tres vídeos en los que efectivos españoles corean en acuartelamientos militares una canción de la División Azul española que acudió al frente junto a los nazis alemanes –Primavera– que fue popularizada por una banda musical neonazi –Estirpe Imperial–. Un tema que, ya quedan pocas dudas, se trata de un gran éxito musical en el Ejército español. Casi un himno. Según se puede comprobar en los vídeos, han sido cantadas por militares españoles en activo e incluso en servicio.
En el primero de los vídeos, aparecido en la cuenta de Twitter de Miquel Ramos, se ven a militares uniformados cantando la canción mientras entrenan. En el segundo, publicado en un medio español, militares fuera de servicio, pero dentro de los cuarteles –en una fiesta de la Patrona de Infantería celebrada el 8 de diciembre de 2019–, cantan con el brazo y no poco entusiasmo. Y, en el tercero, publicado en 2017 en YouTube, se puede escuchar a militares españoles uniformados cantando estrofas de dos canciones del mencionado grupo neonazi en las calles de Madrid antes de un desfile.
Del primero de los vídeos no se tiene conocimiento de sanciones o acciones por parte de los mandos al respecto, seguramente porque, aunque se desconoce la fecha de grabación, se presume reciente; pero del segundo, sí. Como respuesta a los festejos de la Patrona de Infantería de hace un año, los mandos militares decidieron sancionar con una falta leve a los participantes del espontáneo coro nazi. Una exigua corrección que se alinea con las impuestas a otros militares por desmanes ultraderechistas, franquistas, fascistas o nazis, los cuales no suelen ser penados o se resuelven con castigos de baja intensidad. Del tercer vídeo no solo no hay sanciones, sino que se produjo con la aquiescencia de los mandos militares presentes.
Seda para los ultras, bastón para los demócratas
Sobre la impunidad de las filias ultraderechistas en ámbitos militares convendría señalar la sanción leve –arresto de ocho días– impuesta al teniente general Mena en enero de 2006 cuando amenazó veladamente en un acto público, la Pascua Militar, con un golpe de Estado a resultas de la negociación del Estatut en Catalunya; la ausencia de medida punitiva al general Chicharro, hoy director de la Fundación Nacional Francisco Franco y en el pasado ayudante de campo del rey Juan Carlos I, por pedir, siendo militar en la reserva, una intervención en Catalunya en el año 2012; o la sanción presumiblemente leve –el ministerio de Defensa se niega a informar sobre la magnitud de la misma– impuesta a cuatro militares reservistas firmantes de un manifiesto a favor de Franco y en contra de la exhumación de su cadáver en verano de 2018.
Además, estas livianas medidas sancionadoras impuestas sobre los militares que han cometido desmanes ultraderechistas contrastan con la desproporcionada reacción de la cúpula del Ejército con el militar demócrata en activo que firmó un manifiesto en contra de Franco y se posicionó a favor de la exhumación del cadáver de Franco del mausoleo en el que se hallaba, el Valle de los Caídos, en ese mismo verano de 2018. Marco Antonio Santos Soto fue sancionado con una falta grave por la firma del manifiesto, una segunda falta grave por una entrevista concedida y otras dos duras sanciones, una falta grave o otra falta muy grave, que provocó su expulsión, tras una investigación realizada por la Guardia Civil de sus redes sociales.
En dicha investigación, a modo de 'caza de brujas', se descubrió que el cabo Santos se posicionaba en redes sociales a favor del modelo republicano o del derecho a decidir en Catalunya, Euskadi o Galicia y en contra de la condena a los chicos de Alsasua –unos chicos que fueron condenados con extrema dureza, como si fueran terroristas, por una pelea de bar con unos guardias civiles–. Pareciera que sus posicionamientos ideológicos, compartidos por millones de demócratas, no gustaron mucho en la cúpula militar.
Un bosque de casos aislados
En todo caso, la cuestión principal de estos últimos episodios radica en si los mismos se tratan de eventos aislados o si, por el contrario, constituyen un problema. Tanto desde el Gobierno como desde múltiples medios de comunicación, afines y contrarios por tratarse de un asunto de Estado, se transmite un mensaje unánime al respecto de las Fuerzas Armadas: son democráticas, constitucionales y plurales. En este sentido se han manifestado Margarita Robles, Zaida Cantera, Pablo Iglesias o el actual JEMAD, Miguel Ángel Villarroya. Su mensaje se resume en el ya famoso "cuatro abueletes" en referencia a los componentes del chat. Esto es un caso aislado.
Sin embargo, los antecedentes no parecen señalar hacia un caso aislado, sino todo lo contrario. En octubre de 2019 se organizó una página en Facebook denominada 'Tsunami democrático', que alegaba estar formada por militares en activo que pretendían aducir a Catalunya para "apoyar" a los cuerpos policiales mientras reprimían las protestas tras la condena a los presos políticos. El éxito fue tan rotundo, más de 15.000 seguidores unas horas después de su creación, que rápidamente fue borrada. Jamás se investigó el asunto. Dos años antes, el 18 de julio de 2017, se leyó en los cuarteles militares una efeméride ensalzando el golpe de Estado de 1936. Militares en activo y de servicio. Y como estas extravagancias, reseñé hasta más de treinta episodios ultraderechistas acontecidos en los últimos cincos en El Ejército de Vox, publicado este mismo año, y más de cincuenta en lo que va de siglo.
Con todo, el caso más espeluznante se refiere a una trama ultraderechista de tráfico de armas organizada por un coronel de la Guardia Civil, apodado Rudolf –Rodolfo Sanz Sánchez–, y compuesta por varios militares en activo, los cuales llegaron a vender una pistola al jefe de la Falange. Lo que unido al episodio del ultraderechista que pretendía atentar contra Pedro Sánchez –Manuel Murillo, en noviembre de 2018– o al exmilitar que disparó en dianas con la cara de miembros del Gobierno hace solo unos meses –junio de 2020– dibujan un escenario de crispación que ha pasado de las palabras a los intentos. Están, y estamos, a un paso de la desgracia.
Una desgracia anunciada
Porque estamos ante la crónica de una desgracia anunciada. Algunas personas en España consideramos extremadamente peligrosa la existencia de unas fuerzas armadas estructuralmente ultraderechistas y lo llevamos denunciando durante años. Sin embargo, otros encuentran en este problema un maná. Es cierto que un ejército ultraderechista, como la existencia de la propia ultraderecha, tiene enorme utilidad política, pues a la derecha le permite delimitar el progreso cuando no gobierna y a la izquierda le faculta para distinguirse de la derecha y justificar la escasa movilidad cuando ostenta el poder.
De la misma manera, a los medios de comunicación les permite aumentar la audiencia gracias a los incesantes 'casos aislados', sin llegar ni siquiera a dibujar el problema. Además, tiene una gran utilidad para la matriz económico-empresarial-elitista, de la que dependen tanto partidos políticos como los medios de comunicación, porque genera apariencia de cambio (si la ultraderecha se agita, algo estará cambiando). Este engaño, esta ilusión óptica, puede llegar a ser fatal para la ciudadanía, pero ya es, a día de hoy, una desgracia anunciada.