Objetivo 2021 para América Latina: civilizar los ejércitos

Luis Gonzalo Segura

América Latina todavía siente el retumbar de los acompasados pasos pretorianos en sus calles, teme el marcial ajuste de los correajes de los soldados y escucha con demasiada atención el yantar de las legiones. Y es que los ejércitos latinoamericanos todavía tienen la última palabra. 

Parecía que, tras una segunda mitad del siglo XX en la que los militares marcaron el destino de los países al compás de las deseadas represiones norteamericanas, los ejércitos habían quedado en un segundo plano. El que les corresponde. Pero solo fue una ilusión. En los últimos años, los ejércitos han determinado el devenir en América Latina. En Bolivia derrocaron al Gobierno con unas pocas palabras públicas, como el lobo feroz que solo tuvo que soplar para derribar una casa de palillos. En Chile, Ecuador y Perú fueron claves para sostener los gobiernos a base de bastonear al personal, violaciones, desapariciones y asesinatos incluidos. 

En Venezuela no fueron menos importantes al convertir a Guaidó, con su inacción, en un caso histórico tan insólito como ridículo: un golpista sin ejército que recorre las calles clamando para que los militares salgan de los cuarteles. Mendigar los golpes de Estado es la última señal de decadencia norteamericana. Entre el presidente sin gobierno que limosnea golpes militares como el que pide a la Virgen aprobar un examen y el apodado en España como "el Mandela de Venezuela", en referencia a Leopoldo López, pueden estar los venezolanos tranquilos. Argumentos para telenovelas no les van a faltar. 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España
En América Latina, hay una clara tendencia en el último lustro: la militarización de los espacios civiles. Una tendencia tan alarmante como reveladora. De repente, los militares son la solución, incluso la salvación, para los problemas.

Colombia vive en un permanente falso positivo de la paz; Brasil amenace cada día capitaneado por un ultraderechista con delirios de predicador prodesinfectantes; y México ha encargado su inseguridad a sus Fuerzas Armadas –como Brasil– e, incluso, recientemente ha encomendado a los militares la gestión de cuatro aeropuertos civiles y una vía ferroviaria en Yucatán. 

¿Qué puede salir mal? 

Como se puede percibir del grueso esbozo expuesto, tanta consideración reciben los cónsules militares en América Latina que han comenzado a ocupar los espacios civiles. Presentarse –y ganar– las elecciones como ha sucedido en Brasil, militarizar la seguridad o administrar infraestructuras civiles son evidentes ejemplos de una clara tendencia en el último lustro en toda América Latina: la militarización de los espacios civiles. Una tendencia tan alarmante como reveladora. De repente, los militares son la solución, incluso la salvación, para los problemas de América Latina. 

Es como si los pueblos y regidores latinoamericanos estuvieran comprando de forma compulsiva un crecepelo milagroso tras un cutre anuncio televisivo: ¿Sus calles se han vuelto inseguras debido a los altos niveles de pobreza o desigualdad y a la raquítica estructura del estado en cuanto a sanidad, educación o subsidios? Tenemos la solución a sus problemas: inunde las calles de militares y asunto resuelto. O mejor aún: ponga a un militar a presidir el país o deje en manos de la cúpula militar la continuidad y el futuro del presidente del Gobierno. 

Un crecepelo milagroso porque los índices de seguridad no han mejorado en Brasil o México, la comandancia militar de Brasil no parece que vaya a dejar un país mejor que el que se encontró, Bolivia parece que seguirá amenazada por las bayonetas y en Ecuador, Chile o Perú todo sigue igual salvo la sangría y los desgarros del pueblo. Todo ello con una pandemia que amenaza con devastar todo. 

Civilicen 

La militarización de espacios civiles en América Latina en los últimos años colisiona frontalmente con la que debería ser la tendencia en nuestros días: la civilización de los ejércitos. La reducción cuantitativa de los efectivos militares y las tareas encomendadas a los militares debería y debe de ser el objetivo en América Latina, máxime tratándose de una región con reducidos conflictos regionales. Sorprende que un continente con tan pocas fricciones fronterizas y tantas carencias humanitarias carezca de un programa común de reducción de efectivos y armas que permitan el sostenimiento de un status quo y la defensa común del espacio. Sobre todo, porque reducir el gasto militar implica aumentar el gasto social.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España
Solo la civilización hará mejor a América Latina, el embrutecimiento militar, ya todos lo sintieron en sus carnes durante decenas de años, nunca les hizo mejor, sólo más lucrativos y sumisos a los Estados Unidos.

Por ejemplo, los cinco países europeos con menor número de militares por habitante –Alemania, Irlanda, Suecia, Finlandia y Luxemburgo– son los cinco países que más sanitarios –médicos y enfermeras– tienen por habitante. Es decir, existe una clara correlación entre el gasto sanitario y el militar. Y, por supuesto, no es una correlación única, pues el dinero sale de la misma bolsa: más militares, menos profesores. No lo duden. 

Si México o Brasil tienen un problema policial, contraten más sanitarios y más profesores –y despidan y cesen militares–; si Ecuador, Perú o Chile tienen un problema social, contraten más sanitarios y más profesores –y despidan y cesen militares–; si Bolivia tiene un problema con la cúpula militar, contraten más sanitarios y más profesores –y despidan y cesen militares–; si Colombia tiene un problema militar, contraten más sanitarios y más profesores –y despidan y cesen militares–; si Brasil tiene un problema político, por favor, háganse un favor: la próxima vez voten a una médico, un enfermero o una profesora –y manden a la reserva al capitán–. 

Solo la civilización hará mejor a América Latina, el embrutecimiento militar, ya todos lo sintieron en sus carnes durante decenas de años, nunca les hizo mejor, sólo más lucrativos y sumisos a los Estados Unidos. Civilicen; en 2021, civilicen.